António Guterres, el hábil negociador que asumirá la secretaría general de la ONU

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António Guterres rodeado de refugiados somalíes durante un viaje a Kenia en 2011.

La atmósfera estaba cargada en Kenia. En la primavera de 2015, el gobierno se quejó de una ola de ataques terroristas planeados en un campamento de refugiados somalíes. Kenia le exigió a la agencia para refugiados de la ONU, Acnur, que lo cerrara; de lo contrario ellos mismos iban a clausurarlo y obligarían a los somalíes a empacar.

El hombre encargado de proteger a los refugiados del mundo en ese momento, António Guterres, se desplazó de sus oficinas en Ginebra a Mogadiscio para reunirse con el presidente somalí, luego viajó a Nairobi donde sostuvo un encuentro con el presidente de Kenia, y finalmente se dirigió al campamento para refugiados en Dadaab.

Su labor diplomática logró un acuerdo que mantuvo abierto el campamento y solo fueron repatriados los somalíes que querían regresar, además obtuvo más ayuda internacional para Somalía y Kenia.

No fue el acuerdo perfecto, explicó Bill Frelick, experto en refugiados de la organización Human Rights Watch, pero Guterres logró contener, al menos por un tiempo, una situación que pudo haber explotado.

“Manejó una situación muy politizada con muchísima sensibilidad”, explicó.

Con seguridad, Guterres se enfrentará a muchas decisiones delicadas cuando en enero se convierta en el próximo secretario general de las Naciones Unidas por un periodo de cinco años. El Consejo de Seguridad, integrado por 15 miembros, lo nominó y la Asamblea General autorizó por unanimidad su designación.

Después de la votación, el antecesor de Guterres, Ban Ki-moon, pronunció un discurso en la Asamblea General y se refirió a su sucesor calificándolo como un hombre que “quizá se le conozca mejor donde más cuenta: en la vanguardia de los conflictos armados y del sufrimiento por razones humanitarias”.

Guterres asumirá el cargo en un momento en que la credibilidad de las Naciones Unidas se encuentra bajo intenso escrutinio y el cisma entre Rusia y Occidente hace resurgir el temor de los “fantasmas de la Guerra Fría”, en palabras de Ban.

Guterres, de 67 años, es portugués, católico y estudió ingeniería. Sus colaboradores cercanos hablan mucho de su capacidad política. Cuando fue primer ministro de Portugal a fines de la década de 1990, logró aplicar recortes al gasto para que el país adoptara la moneda común europea. Negoció la transferencia de Macao, una antigua colonia portuguesa, al control de China.

Cuando estuvo al frente de la agencia para refugiados, que siempre tiene recursos limitados, viajó constantemente y cultivó la confianza tanto de los líderes de países que recibían refugiados como de aquellos que pagaban por ellos.

Algunos críticos opinan que la preferencia de Guterres por lograr acuerdos le ha impedido concretar más acciones, en especial al momento de persuadir a países poderosos de los que dependía para obtener apoyo financiero.

Guterres, a la izquierda, fue aprobado de forma unánime por la Asamblea General para ser el próximo líder de las Naciones Unidas. A la derecha Ban ki-moon, su predecesor en el cargo.

Poco tiempo después de que Guterres regresó de Dadaab en 2015, Médicos sin Fronteras acusó a la agencia para refugiados y a los gobiernos europeos de haber sufrido una “avasalladora derrota” en su esfuerzo por ayudar y proteger a los cientos de miles de personas que llegaban a Europa.

Arjan Hehenkamp, director de la sección holandesa de Médicos sin Fronteras, opinó que Guterres podría haber forzado a los países más ricos, incluido Estados Unidos, a responder con mayor firmeza y recibir a más personas que huían de los campos de batalla.

“Sentí que hacía solo lo posible, que se esforzaba para alcanzar acuerdos bilaterales con países específicos para mantener sus fronteras abiertas”, indicó Hehenkamp. “En mi opinión, en vez de hacer eso, debería haberle exigido al mundo que se hiciera lo necesario”.

La vocera de Acnur, Melissa Fleming, trabajó con Guterres durante siete años y comentó que él no quería gastar los limitados recursos de la agencia para ayudar a naciones ricas a administrar a los refugiados en su territorio. Recordó que dijo: “Esto es Europa. Nosotros trabajamos en países que no cuentan con los recursos”.

  1. Alex Aleinikoff, profesor de derecho estadounidense que era el segundo al mando, dijo con cierto tono de broma que Guterres se ponía en el papel de contador, pues estudiaba con detenimiento los presupuestos de la agencia. Por lo regular, descubría algún error.

Mientras Guterres estuvo a cargo de la agencia para refugiados, el presupuesto aumentó mucho, aunque no alcanzaba para cubrir las necesidades de ayuda del récord de personas desplazadas en todo el mundo. Reconociendo las posturas de sus donantes, Guterres asignó al personal de la agencia a distintos lugares, recortó la cantidad de empleados de las oficinas centrales en Ginebra y puso a más personal en las oficinas de campo.

“Comprende el lado político de los asuntos tanto como el lado operacional”, concluyó Aleinikoff.

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