Argelia adopta medidas severas e inéditas ante caída del petróleo

El petróleo, gas y materias primas suponen el 95 % de las exportaciones de esa nación

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Argelia puso en marcha hoy una batería inédita y severa de medidas económicas para paliar el abrupto desplome de los precios del petróleo y el gas, materias primas que suponen el 95 % de sus exportaciones y de las que depende su endeble economía, de corte socialista.

Una situación de alarma que se agrava, además, ante la perspectiva de los efectos colaterales que devendrán del aislamiento decretado para tratar de contener la pandemia del coronavirus, que hasta la fecha ha infectado a más de 400 personas en el país y causado oficialmente la muerte a 17 ciudadanos.

Y por la propia fragilidad de un sistema obsoleto, cimentado en los subsidios, sin tejido industrial y con un sector público ciclópeo, que todavía sufre con virulencia el embate del hundimiento de los precios en 2014.

Entonces, el régimen argelino consideró que se trataba de una crisis petrolera coyuntural y optó por recurrir a la reserva de divisas para mantener los subsidios y comprar así la paz social.

Cinco años después, Argelia ha consumido más de la mitad de esas divisas -calculadas entonces en unos 178.000 millones de euros- y la paz social ha saltado por los aires, con manifestaciones multitudinarias populares que se sucedían ininterrumpidamente cada martes y cada viernes desde el 22 de febrero de 2019 hasta que el coronavirus las silenció.

AUSTERIDAD Y RECORTES EN LAS IMPORTACIONES

Con el precio del barril a 28,13 dólares, el consejo de ministros argelino decidió el domingo reducir la factura de las importaciones de 41.000 a 31.000 millones de dólares y revisar a la baja el 30 por ciento del presupuesto operativo estatal, pero sin tocar en principio los salarios.

Asimismo, decidió prescindir del uso de empresas de experiencia extranjeras, medida que según datos del propio Ejecutivo permitirá ahorrar en torno a 7.000 millones anuales, pero obligará también a posponer el inicio de proyectos programados, excepto aquellos que se consideran de interés vital nacional.

Solo el sector sanitario, muy golpeado por el coronavirus y para el que se movilizado un presupuesto especial de cien millones de euros para compra de material, y el educativo, quedan al margen de este programa de austeridad.

INQUIETUD POR LAS REPERCUSIONES INTERNACIONALES

Preocupado por la caída en paralelo del colchón que suponía la reserva de divisas -calculadas en torno a los 90.000 millones de dólares- el gobierno ha ordenado, igualmente, a la compañía nacional de hidrocarburos Sonatrach reducir los gastos operativos y recortar a la mitad la inversión, de 14.000 millones de euros a apenas 7.000.

Un decisión que afecta de forma directa a numerosas empresas extranjeras con inversiones en el país y abre un enorme interrogante sobre la viabilidad y el futuro de la industria petrolera argelina, clave igualmente en la estrategia energética europea.

Y en particular de España, país que importa de Argelia el 54 por ciento del petróleo que usa para mantener activa su industria.

La mayor parte de las inversiones estaban pensadas para tratar de revitalizar el sector petrolero, que aparte de la crisis comenzaba a dar síntomas de agotamiento, con un creciente desequilibrio negativo entre los costes de explotación y los beneficios.

En este contexto, el régimen argelino había decido vigorizar la apuesta por las energías limpias y alternativas, fortalecer la industria del refinado para reducir las importaciones e invertir en la búsqueda de otros yacimientos, tanto “off shore” como el polémico gas esquisto, hallado en el sur.

DEBILIDAD FINANCIERA Y POLÍTICA

Según datos de 2018, Argelia, miembro de la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP) produce alrededor de 1,3 millones de barriles diarios de crudo, cifra que le convierte en el 18 exportador mundial.

El petróleo y el gas supone, en este sentido, cerca del 40 por ciento del Producto Interior Bruto de un territorio con más de 45 millones de habitantes, que importa la mayor parte de lo que produce, tiene un alto índice de pobreza, una población muy joven y un desafió de seguridad en las fronteras al limitar con países inestables como Mali o Libia.

La situación actual “nos hace conscientes de la precariedad de nuestra economía, de que no hemos podido liberarnos de la renta del petróleo”, admitió el presidente, Abdelmejid Tebboun, elegido el pasado diciembre en medio de intensas protestas sociales, con la mayor abstención de la historia del país y en medio de una lucha agria por el poder.

“La crisis actual podría llevarnos a revisar las prioridades de recuperación económica, pero esto de ninguna manera afectará todo lo que es vital en los planes de desarrollo, incluidas las ganancias sociales”, agregó Tebboun, citado por medios locales.

El objetivo es mantener el nivel de vida, los salarios, las pensiones y los empleos de los ciudadanos, además de la estabilidad, una opción que los expertos consideran muy complicada si el precio del crudo se mantiene mucho tiempo por debajo de los 50 dólares barril.

Ya que a esa debilidad política y energética, se une un sector financiero y bancario que el gobierno pretende mejorar con la apuesta por las finanzas islámicas, una mayor recaudación fiscal y créditos de bancos públicos y desarrollo agrícola.

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