Brexit: el deseo de volver el tiempo atrás

Preocupados, británicos e inmigrantes avizoran un futuro incierto y comprometido debido a la decisión de abandonar la Unión Europea.

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Cuando George Orwell escribió El camino a Wigan Pier estaba describiendo la pobreza y las horrendas condiciones de vida de la clase trabajadora británica en 1930 en esta ciudad industrial del noroeste de Gran Bretaña. Wigan, centro textil y manufacturero sobre el canal de Liverpool, mostraba los costos y crueldades de la revolución industrial británica y su posterior desindustrialización. Una experiencia común en el noroeste de Gran Bretaña. Con los molinos de algodón, las minas de carbón, con su cielo oscurecido, y sus pobres habitantes alrededor de Darlington St.

Ochenta y seis años después, Wigan Pier es un centro turístico y cultural. Las minas cerraron junto con los molinos, las calles alrededor de Darlington St están desiertas. La multinacional alimenticia Heintz es la mayor proveedora de trabajo en Wigan. Y tiene otra rara particularidad: ganó masivamente el Brexit. En el referéndum para decidir si votaban a favor o no de seguir perteneciendo en Europa, el 63,9 por ciento de sus habitantes le dijo No a Europa y optó por el Brexit. El 36,1 por ciento eligió quedarse y participó en la votación el 69,2 por ciento de la población en una de las ciudades donde el Brexit triunfó más limpiamente, con un voto que dividió familias generacionalmente. Unos votaron con los ojos puestos en el pasado y los jóvenes, en el futuro.

¿Si hoy votaran nuevamente en un referéndum tendrían los mismos resultados? No es lo que parece. Un cambio de humor sobre el voto en el referéndum se está registrando en la ciudad, en un fenómeno de contagio y miedo al futuro, que se extiende a todo el reino. Sienten que su voto se ha transformado en un boomerang, que su incertidumbre es la del país. Ellos votaron otra cosa: contra los políticos, por la soberanía británica y para frenar a los inmigrantes, que les disputan el trabajo y la identidad. No conocían ni las implicancias del mercado único, ni su vinculación con el obligatorio movimiento de personas en Europa ni lo que significaba para los bancos de la city británica perder el pasaporte para comerciar en la Unión Europea.

Steven Ferguson es limpiavidrios en Wigan. Un trabajo frustrante pero bien pago que cumple en los grandes negocios del centro de la ciudad. “Yo voté Brexit y ahora creo que es un error. Los precios han subido, nos van a dejar solos básicamente en Europa. La UE se une, nosotros quedamos como “outsiders”. Yo voté Brexit porque otra gente votaba como yo y me subí al vagón. Muchos están como yo. Arrepentidos” admite.

En un pub de Wigan, Steven y sus amigos querían que “Gran Bretaña fuera nuevamente Gran Bretaña. Un voto melancólico, por la Gran, Gran Gran Bretaña”.

¿Y si hubiese un referéndum hoy, su voto cambiaría? “ Si. Yo votaría por quedarnos. Los precios, la seguridad. Eramos parte de Europa y nosotros mismos implosionamos la posibilidad. Nos sentimos inseguros. Cuando yo voté, no pensé en Europa. Los inmigrantes vienen a trabajar para hacer la economía más fuerte. Acá mucha gente ni trabaja. No quieren hacer esos trabajos de los inmigrantes ”.

Es la xenofobia contra los extranjeros, el que preocupa a Stephen y a Dan, que trabaja en una compañía de baños como vendedor.” Hay xenofobia contra los polacos, que trabajan con nosotros. ¿Por qué vamos a tenerles miedo? ¿Por qué van a atacarlos?, se pregunta Stephen. Dan señala: ”¡Conozco tantos arrepentidos de votar Brexit! Yo voté para quedarnos en la UE pero ellos no sabían lo que votaban”.

Patricia Avagna –manager de un enorme empresa de decoración de casas y oficinas– coincide. Ella votó por quedarse en Europa por sus raíces italianas y sus inversiones. “Tengo cuentas bancarias en Sicilia, inversiones y la incertidumbre por la libra frente al euro me preocupan. La libra tiene el mismo valor que el euro ahora y mis inversiones se han devaluado un veinte por ciento. Somos parte de una gran nación y deberíamos estar unidos. El único desacuerdo que yo tengo es con la inmigración” aclara. Para esta siciliana británica, “nosotros abrimos demasiado las fronteras. Somos una isla y debemos tener la posibilidad de decir no. Yo no diría frenar pero sí controlar la inmigración”, afirma. Patricia cree que el Brexit tiene que cumplirse. “La cuestión es cuando debe implementarse. Va a impactar en cada uno de nosotros financieramente. Va a impactar en los precios de las casas, vamos a vender menos materiales Premium”, reflexiona la manager.

Con un 10 por ciento en el incremento de los precios de los alimentos, la libra está en caída libre hasta perder el 18 por ciento de su valor y ser tan inestable como la moneda de un país emergente, la suba de la gasolina, y una inflación del uno por ciento el mes pasado, los brexiters sienten en Wigan que ellos van a pagar el letal impacto del divorcio con la UE.

Matt Davies, el jefe ejecutivo de Tesco, el mayor supermercado británico, dijo que “ la suba de precios va a tener un impacto letal en las familias más pobres”. El FMI pronostica una inflación del tres por ciento antes del fin del año.” La inflación en el precio de la comida no es buena para los negocios y es altamente tóxica para los consumidores” advirtió Matt Davis.

El costo de vida va a subir en Gran Bretaña a caballo del Brexit, con la libra en su mayor caída frente al dólar desde 1980.Los salarios van a quedarse estancados.Aquellos con menores ingresos serán los más perjudicados. A Wigan estas cifras le cambiaran seriamente la vida. Con una población de 81.202 personas , el 38,5 por ciento del segmento de entre 16 y 74 años no tiene calificaciones académicas. En 1931 el 38,7 por ciento de la población pertenecía a la clase trabajadora. En 1971 había descendido a 33,5 por ciento. Aunque para las estadísticas Wigan es una ciudad de clase trabajadora, con el 87 por ciento de sus residentes que se reconocen cristianos, según el censo del 2001.

En un día de lluvia intensa, The Gran Arcade es un refugio en Wigan. Tres pisos de boutiques y cafés donde conviven británicos, latvios, búlgaros y rumanos, que han llegado a trabajar por el salario mínimo, con la libre circulación que permite a Europa. Todos estos europeos del Este desconocen su futuro. No saben si podrían o no quedarse en Gran Bretana. Helena es una de ellas. Llegó de Latvia tres años atrás, con su diploma de esteticista, y trabaja en su pequeñísimo local en el shopping.” Desde el referéndum, el negocio está mal. Nadie sabe lo que va a pasar. La gente no consume y nuestra oferta es superflua para ellos” explica. “¿Mi futuro? Lo ignoro. No sé si podré quedarme o me tendré que ir” afirma, resignada.

A los 91 años, Mister Bond toma su desayuno diariamente en el shopping. A los 14 años se fugó de la casa y se unió al ejército en la guerra. Sobrevivió y tuvo una vida de aventuras. Cree que el dilema está en la legislación europea, en la pérdida de soberanía. “El problema es que cuando nos unimos a la UE nos pusieron leyes y prohibiciones” cuenta. “Nos comenzaron a decir que debíamos hacer. Nosotros estamos acostumbrados a ser un país fuerte y soberano. Antes de Europa, nosotros acordamos tener desacuerdos pero ahora en Europa tenemos que hacer lo que nos dicen. Y eso se volvió demasiado en la vida de la gente. La gente quiere volver a las originales leyes que convienen más a nuestra idiosincrasia”.

Whalid, un holandés que sirve el café, lo escucha todas las mañanas y lo mira con afecto. “Muchas de las leyes están a favor de los inmigrantes y no de nosotros. No nos preocupa que vengan. No son todos malos” contemporiza Bond y le sonríe a Whalid.

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