Colombia ante las elecciones presidenciales de 2018

Un repaso para identificar a los candidatos con más posibilidades y a las alianzas más factibles de cara a la cita electoral en el país latinoamericano.

668
0
Compartir

El tradicional sistema bipartidista que caracterizó el funcionamiento democrático de Colombia, en torno al Partido Liberal y Partido Conservador, y que marcó en el país profundas identidades en la ciudadanía, más si cabe, que la misma identidad nacional, es cosa del pasado. Desde que llegase Álvaro Uribe a la presidencia, en 2002, el país, al igual que ha sucedido en muchos otros ejemplos que ofrece la región, ha ido personificando la política hasta el punto de fracturar el sistema de partidos y reducir la contienda a una suerte de personalismos. A día de hoy, ya sea como candidatos o precandidatos a la posible presidencia colombiana de 2018, suman casi medio centenar de nombres.

De todos ellos hay que destacar, no obstante, que la gran mayoría utiliza el actual escenario de precampaña electoral para hacer valer intereses, apoyos y favores políticos que ofrecer al mejor postor, habida cuenta de que ni la ideología ni el partido –salvo en la atomizada izquierda colombiana– son elementos que los votantes tengan muy en consideración a la hora de ejercer su voto.

En el fondo, en este momento, y a falta de algunos nombres que seguro saltarán a la palestra, es posible identificar varios candidatos y/o alianzas que se erigen sobre el resto y que han de ser tenidos en cuenta para las elecciones presidenciales del próximo año. Candidatos de los que únicamente tres o cuatro tienen serias opciones de disputar la presidencia que abandonará Juan Manuel Santos tras ocho años al frente del país.

Colombia ante las elecciones presidenciales de 2018

El líder de las FARC, Rodrigo Londono Echeverri, alias ‘Timochenko’, en un mitin en Bogotá. Raúl Arboleda/AFP/Getty Images

De izquierda a derecha, el primer candidato es Rodrigo Londoño, alias “Timochenko”, quien encabezará al partido de las FARC –Fuerza Alternativa Revolucionaria del Común–, ya como partido político, en una primera contienda electoral que bien puede marcar la hoja de ruta a seguir de los próximos años. Posiblemente, recurrir a las mismas siglas y al mismo número uno de antes del Acuerdo de paz no sea la mejor estrategia, y responde más bien al hecho de priorizar la posición de las bases guerrilleras más que a tener en cuenta qué y cómo percibe el imaginario colectivo la asunción de siglas y rostros que durante décadas fueron asociados a la violencia. Lo cierto es que su imagen es la más desfavorable según todas las encuestas y, quizá, lo más pertinente pasaría por focalizar ciertos segmentos poblacionales y territorios con vistas a articular las candidaturas para los comicios municipales y departamentales de 2019, donde seguramente podrán obtener mejores resultados. En cualquier caso es un hecho su candidatura y habrá que ver cuáles serán sus principales bastiones de apoyo electoral y territorial.

Otros nombres de la izquierda colombiana serían Piedad Córdoba, Jorge Enrique Robledo y Gustavo Petro. Piedad Córdoba es igualmente asociada por buena parte del imaginario colectivo colombiano a las FARC, a Venezuela y a Cuba, de tal manera que su figura, a pesar de tener un discurso muy bien estructurado y que merece la pena escuchar, lastra cualquier posibilidad real. Así, más bien es de esperar que actúe como candidata de apoyo frente a otros con mayores opciones. Jorge Enrique Robledo es el segundo senador más votado de Colombia –eso sí, con 10 veces menos votos que Álvaro Uribe, quien es el más votado–. Se trata de la representación del Polo Democrático, quizá el único partido de la izquierda colombiana articulado y estructurado. Sin embargo, su discurso, a pesar de ser profundamente antineoliberal y de profundo (re)fortalecimiento del Estado, siempre se ha mantenido muy distante tanto de las FARC como de Piedad Córdoba, y se espera que juegue el mismo papel de esta última, como candidato de apoyo a otras figuras políticas. Sin duda, Gustavo Petro, al menos en la actualidad, es el candidato con más opciones dentro de esta izquierda colombiana. Su respaldo en ciertos sectores más desfavorecidos de la desigual sociedad del país, especialmente, a partir de su alcaldía en Bogotá (2012-2015), y su condición como un senador combativo contra la corrupción (2006-2010), han construido una imagen de candidato fuerte. Actualmente es uno de  los que tiene mayor intención de voto, pero también es uno de los candidatos que mayores críticas recibe con miras a desgastar su imagen.

Colombia ante las elecciones presidenciales de 2018

El candidato Sergio Fajardo hablando en un acto público. Luis Robayo/AFP/Getty Images

En el centro ideológico colombiano emergen tres posibilidades con fuerza. Por un lado, la dupla formada por el exalcalde de Medellín y exgobernador de Antioquia, Sergio Fajardo, y por la actual senadora y líder del partido Alianza Verde, Claudia López. Ambos, junto a Jorge Enrique Robledo, el pasado septiembre sellaron una alianza para presentar una lista única cuyo candidato se definirá en diciembre y del que, muy posiblemente, saldrá como número uno el nombre de Fajardo. Un candidato que reivindica la necesidad de mayor y mejor gasto público, transparencia democrática y participación y control social. Tres elementos que caracterizaron su gestión pública en el pasado y que le convierten en el primer o segundo candidato con mayor intención de voto. Otro nombre que quedaría es el de Humberto de la Calle, quien recientemente se ha impuesto como candidato del Partido Liberal. Como casi la mayoría de los anteriores, se trata de una figura política comprometida con el Acuerdo de paz suscrito con las FARC y la superación de las condiciones estructurales, especialmente socioeconómicas y territoriales que, en buena medida, han explicado las dinámicas de la violencia de los últimos cincuenta años. Su mayor diferencia con Fajardo sería la visión mucho más liberal que De la Calle sostiene con respecto al trinomio Estado/mercado/sociedad civil, y además le resta su proximidad a la devaluada figura del presidente Juan Manuel Santos. Faltaría añadir a Clara López, tradicional figura de centro-izquierda en Colombia que, por su apoyo a Juan Manuel Santos en las elecciones de 2014 –del que fue ministra de Trabajo–, le obliga a optar a la presidencia como candidatura independiente, fuera de cualquier partido, aunque, igualmente, con vistas a apoyar “verdaderos” candidatos.

Colombia ante las elecciones presidenciales de 2018

Colombianos que apoyan al ex presidente y ahora senador Álvaro Uribe, Medellín, 2017. Joaquín Sarmiento/AFP/Getty Images

Finalmente, en la derecha es donde emergen los nombres que van a hacer campaña con la negación del Acuerdo de paz y la necesidad urgente de revisar algunos de sus puntos –aun cuando recientemente la Corte Constitucional ha blindado el mismo por un período de 12 años–. En primer lugar, estará el candidato del Centro Democrático. O, mejor dicho, el candidato por el que apueste el expresidente Álvaro Uribe. Un completo ídolo de masas que, en las elecciones presidenciales pasadas, en primera vuelta, consiguió ganar al mismo Santos. Uribe fue un factor determinante en la derrota que experimentó el plebiscito sobre el Acuerdo de paz. Uribe es el senador más votado de la reciente historia colombiana. Dejó su presidencia, a pesar de los excesos antidemocráticos en la lucha contra las FARC y el ELN, en niveles próximos al 80%. Es decir, es de esperar que, independientemente de cuál sea por el nombre que opte –pues él domina el partido–, éste será un serio candidato a las elecciones, sobre todo, por lo cautivo y poco volátil de su votante. Igualmente, no se puede perder de vista a Germán Vargas Lleras. Exvicepresidente de Santos y que se presenta como candidato independiente como consecuencia de la corrupción endémica de su partido, Cambio Radical. Junto a Petro y Fajardo, Vargas se encuentra entre los mejor posicionados para la carrera presidencial, si bien su imagen queda lastrada por su personalidad autoritaria y por carecer de empatía con la ciudadanía, lo cual es valedor para que sea uno de los nombres más impopulares de la actual arena política. Sin embargo, el hecho de que haya hecho las veces de ministro de Infraestructura, Vivienda y Agua bajo su vicepresidencia le han permitido una buena entrada en las regiones olvidadas de Colombia, tal y como muestra su éxito electoral en las elecciones municipales y departamentales de 2015. En inicio, y a falta de un candidato fuerte en el Partido Conservador, que se presenta con el exgobernador del Valle, Ubeimar Delgado, cobran más relevancia dos figuras otrora integradas en el conservatismo colombiano. Por un lado, Marta Lucía Ramírez, exministra de Defensa de Uribe, y Alejandro Ordóñez, exprocurador general de la Nación. Ambos integran un voto cautivo reducido, próximo a la derecha más conservadora, sobre todo, social e ideológicamente hablando, y es muy posible que sirvan como candidatos también de apoyo a figuras con mayores opciones.

El resultado de quiénes de estos nombres finalmente estarán en la carrera presidencial es cosa del futuro, si bien, en gran medida, vendrán marcados por el grado de volatilidad electoral, la factibilidad de coaliciones y, derivado de esto, la precaución de que, en un escenario tan fracturado como éste, existan sumas que restan y otras sumas que multiplican. Simplemente, a modo de arriesgada aventura me atrevería a pronosticar cuatro grandes ejes: el candidato a quien respalde Álvaro Uribe (con el apoyo de la derecha más conservadora, con Alejandro Ordóñez y Marta Lucía Ramírez); Germán Vargas Lleras (con el apoyo de lo que quede del Partido de la U –en proceso de desmembramiento–, líderes regionales como los hermanos Char en la costa Caribe e incluso Clara López); Sergio Fajardo (con el respaldo de Claudia López, Jorge Enrique Robledo y, eventualmente, incluso, pudiera pensarse en Humberto de la Calle) y Gustavo Petro –quien hasta el momento se ha mostrado marcadamente reacio a integrarse en cualquier otra candidatura que no sea la suya–. Queda esperar cómo se integra el apoyo de las FARC o de otros líderes, como Piedad Córdoba, que según cómo se construya la imagen del candidato que finalmente opte a la presidencia pueden convertirse en una suma que resta y, por ende, necesitada de buenas herramientas de comunicación política. En toda esta intrincada tesitura, una disputa Fajardo versus Lleras puede ser un más que posible escenario de contienda electoral, aunque el tiempo lo dirá.

No hay comentarios

Dejar una respuesta