Una madre sudafricana de 25 años decidió enterrar vivo a su bebé e improvisó una fosa pequeña junto a una fábrica de madera, en donde colocó al recién nacido y lo cubrió de arena y madera.
En el patio de la fábrica donde trabajaba, cerca del almacén en la ciudad de Paddock, en la provincia de KwaZulu-Natal, en Sudáfrica, la joven enterró a su propio hijo y allí estuvo el niño por tres días, hasta que los quejidos llamaron la atención de los trabajadores.
El pequeño pudo sobrevivir gracias a que la madre no arrojó demasiada arena sobre él. Inmediatamente fue ingresado en una unidad de cuidados intensivos en el cercano Hospital Regional de Port Shepstone, donde se está recuperando.
Cuando la policía la detuvo, la mujer confesó los hechos. Afirmó que había cometido esa atrocidad porque tenía miedo de que su familia no aceptara un segundo bebé en la casa, pues ya tenía uno de cuatro años.
El capitán de policía Gerald Mfeka dijo: «Lo buscaron y lo encontraron escondido debajo de una madera cubierta de arena. Al oír la conmoción, la madre confesó que el niño era suyo. Su explicación fue que tenía miedo de sus padres«.