“Estoy bien, no os preocupéis por mí”: las cartas de los niños tailandeses atrapados a sus familias

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“Queridos mamá y papá, no os preocupéis por mí, puedo cuidarme”. Nattawut Takamsai, de 14 años, uno de los doce niños atrapados en la cueva inundada de Tham Luang en el norte de Tailandia junto con su entrenador, se dirige así a sus padres en una serie de las cartas de los menores que los rescatistas internacionales han hecho llegar a sus familias.

En las cartas, colgadas por los buzos militares tailandeses en su página de Facebook, los niños se esfuerzan por dejar claro a sus padres que se encuentran bien y les envían mensajes cariñosos. La tónica común, que los pequeños jugadores del equipo de fútbol “Jabalíes Salvajes” están tranquilos y cómodos, bien atendidos en la cueva por el numeroso equipo internacional que intenta evacuarles… y que tienen muchas ganas de volver a comer sus platos favoritos una vez que regresen a casa.

“Queridos mamá y papá, estoy bien, (uno de los buceadores) me ha traído pollo frito para comer. Os quiero”, cuenta el más joven del grupo, Chanin Wiboonrungrueng, de once años, también conocido como “Titan”. Ekkarat Wongsookchan, de 14 años y el portero del equipo, se compromete a ayudar a su madre en cuanto salga de la cueva: “he estado fuera dos semanas, pero cuando esto se acaba iré a ayudar a mamá a vender” en el negocio familiar.

Otro de los jugadores, “Mick” o Panumas Sangdee, de 13 años, tiene un ferviente deseo: que le lleven a su restaurante favorito, una especialidad local en la que el cliente escoge el tipo de carne -cerdo o pollo- que quiere comer y se lo cocina él mismo con sus aderezos favoritos. “Si salgo, por favor llevadme a un restaurante ‘moo-gai’.  Mamá, papá y hermana, os quiero”.

“Dom”, Duangpetch Promthep, de 13 años y el capitán del equipo, hace saber también que todo está bien, “aunque hace un poco de frío”. La familia de Dom fue la que dio la alarma sobre la desaparición del grupo el 23 de junio: el niño cumplía años, pero nunca llegó a la fiesta que le habían organizado. Los futbolistas habían terminado un entrenamiento y se marcharon sin avisar a la cueva. Allí les sorprendió una potente tormenta que inundó la cueva con rapidez y les atrapó dentro. “No os preocupéis por mí. Por favor, no os olvidéis de organizarme la fiesta de cumpleaños”, suplica el muchacho.

Las cartas de los niños llegan en respuesta de otras misivas que sus padres les habían hecho llegar, también a través de los buzos. Inicialmente, la idea había sido intentar una comunicación telefónica, pero el plan se ha retrasado después de que los equipos disponibles cayeran al agua y quedaran inutilizados.

Entre las cartas de los padres figura una al entrenador del equipo, Ekapol Chantawong, “Aek”, de 25 años. Contra él habían surgido en un primer momento algunas voces condenatorias en Tailandia, por haber dejado que los niños entraran en una cueva cuyo acceso está prohibido durante la temporada de lluvias, precisamente por el riesgo de inundación. Pero al tiempo que surgían las críticas, también los niños contaron a los buceadores que pudieron sobrevivir durante nueve días perdidos en la oscuridad gracias al joven. El monitor, que se había ordenado como monje budista cuando era más joven, les enseñó cómo beber el agua que se filtraba desde las estalactitas, y no la sucia de la corriente, racionó las golosinas que llevaban y les ordenó dormir y descansar todo lo que pudieran para ahorrar energía el mayor tiempo posible.

En la carta al monitor, los padres aseguran que no están enfadados con él y le piden que no se culpe del suceso. Todos ellos, sostienen, entienden lo que ha pasado y le apoyan, y le dan las gracias por su cuidado de los niños.

Como los muchachos a su cargo, Aek también ha escrito una carta a sus familiares, especialmente a su abuela, a la que cuida desde que abandonó el monasterio. “Querida abuela, estoy bien, no te preocupes demasiado por mí. Por favor, cuídate. Tía, por favor dile a mi abuela que cocine corteza de cerdo con salsa de verduras picante. Me la comeré cuando salga. Os quiero a todos”.

Aparte, el entrenador también envía un mensaje a los padres del grupo. “A todos los padres y madres de los niños: ahora mismo, todos ellos están bien. Tenemos un gran equipo que cuida de ellos muy bien. Os prometo que yo también los cuidaré lo mejor que pueda. Gracias por vuestro apoyo. También os pido sinceramente disculpas a todos vosotros”.

Cuándo y cómo podrá salir el grupo sigue siendo aún una incógnita, catorce días después de que se extraviara en la gruta. No se descarta la posibilidad de perforar un túnel si se localiza una entrada natural que lleve más o menos cerca de donde se encuentran los niños. El problema es que aún no se ha conseguido establecer «cuál es su posición exacta dentro de la montaña», ha dicho el cooridnador de la operación de rescate, el gobernador de la provincia de Chiang Rai Narongsal Osottanakorn. La opción de sacarlos buceando, una vez que los niños hayan adquirido las nociones básicas, sigue apareciendo como la más realista, aunque llena de riesgos.

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