Estudios científicos revelaron por qué algunas personas con coronavirus contagian significativamente más que otras

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El 10 de marzo pasado, 61 personas se reunieron para su práctica de coro en una iglesia de Mount Vernon, en Washington. Todo parecía normal: durante dos horas y media, los coristas cantaron, comieron galletas y naranjas y cantaron un poco más. Pero uno de los participantes de la reunión había sufrido durante los tres días previos por lo que parecía un resfriado, y que finalmente resultó ser COVID-19. En las semanas posteriores al ensayo, 53 de los 61 miembros del coro se contagiaron, tres fueron hospitalizados y dos murieron, según un informe publicado el 12 de mayo por los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC, por sus siglas en inglés) de EEUU, en base a una reconstrucción meticulosa de la tragedia.

Hay varios registros de muchos otros eventos en los que se produjeron lo que los científicos definieron como “supercontagios”. Una base de datos elaborada por Gwenan Knight y sus colegas de la London School of Hygiene & Tropical Medicine (LSHTM) menciona también un brote ocurrido en un dormitorio para trabajadores migrantes en Singapur relacionado con casi 800 casos; 80 infecciones vinculadas a locales de música en vivo en Osaka, Japón; y 65 casos confirmados tras una clase de zumba en Corea del Sur. Otros supercontagios se produjeron a bordo de barcos y en hogares de ancianos, en plantas empacadoras de carne, centros de esquí, iglesias, restaurantes, hospitales y prisiones.

A veces, una sola persona infecta a docenas de personas, mientras que otras veces los grupos de contagio son resultado de varias generaciones de propagación, en múltiples lugares.Gente en la playa respetando la distancia social en Ocean City, Maryland REUTERS/Kevin LamarqueGente en la playa respetando la distancia social en Ocean City, Maryland REUTERS/Kevin Lamarque

Otras enfermedades infecciosas también se propagan por grupos, y con cerca de 5 millones de casos de COVID-19 reportados en todo el mundo, eran esperables algunos brotes importantes. Pero el SARS-CoV-2, al igual que dos de sus primos -el síndrome respiratorio agudo severo (SARS) y el síndrome respiratorio del Medio Oriente (MERS)-, tiene un comportamiento aparentemente caprichoso: parece especialmente propenso a atacar a grupos de personas estrechamente conectadas mientras evita a otros.

Se trata de un hallazgo alentador, dicen los científicos responsables de varios estudios citados por un artículo de la revista Sciene, porque sugiere que restringir las reuniones en las que es probable que ocurra un “supercontagio” tendrá un impacto significativo en la transmisión, mientras que otras restricciones, por ejemplo, las actividades al aire libre, podrían evitarse.

“Si puede predecirse qué circunstancias están dando lugar a estos eventos, las matemáticas muestran que realmente se podría reducir muy rápidamente la capacidad de propagación de la enfermedad”, dijo Jamie Lloyd-Smith, de la Universidad de California en Los Ángeles, quien ha estudiado la propagación de muchos patógenos. Pero los eventos de supercontagios son poco conocidos y difíciles de estudiar, y los hallazgos pueden provocar angustia y temor al estigma en los pacientes que los provocan.El partido de la Bundesliga entre el Bayern Munich y el Eintracht Frankfurt sin público como consecuencia del COVID-19 REUTERS/Andreas Gebert/Pool El partido de la Bundesliga entre el Bayern Munich y el Eintracht Frankfurt sin público como consecuencia del COVID-19 REUTERS/Andreas Gebert/Pool

La mayor parte de la discusión sobre la propagación del SARS-CoV-2 se ha concentrado en el número promedio de nuevas infecciones causadas por cada paciente. Sin distanciamiento social, este índice de reproducción (R) es de aproximadamente tres. Pero en la vida real, los nuevos hallazgos determinaron que algunas personas infectan a muchas otras y otras no transmiten la enfermedad en absoluto. De hecho, lo último es lo más común, dice Lloyd-Smith: “El patrón consistente es que el número más común es cero. La mayoría de las personas no lo transmiten».

Es por eso que además del R, los científicos usan un valor llamado factor de dispersión (k), que describe cuánto se agrupa una enfermedad. Cuanto más bajo es el k, una mayor transmisión proviene de un pequeño número de personas. En un artículo de la revista Nature de 2005, Lloyd-Smith y sus coautores estimaron que el SARS tenía una k de 0,16. La k estimada para el MERS, que surgió en 2012, es de aproximadamente 0,25. En la pandemia de gripe de 1918, por el contrario, el valor era de aproximadamente uno, lo que indica que los grupos jugaron un papel menor.

Las estimaciones del k para el SARS-CoV-2 varían. En enero, Julien Riou y Christian Althaus de la Universidad de Berna simularon la epidemia en China para diferentes combinaciones de R y k y compararon los resultados con lo que realmente había tenido lugar. Llegaron a la conclusión de que el k para COVID-19 es algo mayor que para SARS y MERS. Eso parece correcto, dice Gabriel Leung, modelador de la Universidad de Hong Kong. “No creo que esto sea como el SARS o el MERS, donde observamos grandes grupos de superdifusión”, dice Leung. “Pero ciertamente estamos viendo muchos grupos concentrados donde una pequeña proporción de personas son responsables de una gran proporción de infecciones”.

En una preimpresión reciente, Adam Kucharski de LSHTM estimó que el k para COVID-19 es tan bajo como 0,1. “Probablemente alrededor del 10% de los casos conducen al 80% de la propagación”, afirmó.Gente en un bar con tapabocas en Austin, Texas (Picture taken May 22, 2020. REUTERS/Nuri Vallbona)Gente en un bar con tapabocas en Austin, Texas (Picture taken May 22, 2020. REUTERS/Nuri Vallbona)

Eso podría explicar algunos aspectos desconcertantes de esta pandemia, incluido por qué el virus no explotó en todo el mundo antes de su aparición en China, y por qué algunos casos muy tempranos en otros lugares -como uno en Francia a fines de diciembre de 2019 que fue informado el 3 de mayo- al parecer no provocaron un brote más amplio.

Si el k es realmente 0,1 entonces la mayoría de las cadenas de infección desaparecen por sí solas y el SARS-CoV-2 necesita ser introducido sin ser detectado en un nuevo país al menos cuatro veces para tener una posibilidad uniforme de establecerse, dijo Kucharski.

Las características de los individuos también juegan un rol a la hora de los contagios. Mientras que algunas personas emiten mucho más virus y por un periodo más prolongado de tiempo, otros -quizás por sus sistemas inmunes- lo hacen significativamente menos. Un estudio sobre personas sanas de 2019 mostró que algunos exhalan muchas más partículas que otros cuando hablan. Cantar también puede liberar más virus que hablar, lo que podría ayudar a explicar los brotes en el coro de Mount Vernon.

Lo que los científicos tienen más claro es qué espacios es más factible que se desarrollen los contagios de grupo de COVID-19. «Claramente, existe un riesgo mucho mayor en espacios cerrados que en el aire libre”, dijo Althaus.

Investigadores en China que estudian la propagación del coronavirus fuera de la provincia de Hubei, zona cero para la pandemia, identificaron 318 grupos de tres o más casos entre el 4 de enero y el 11 de febrero, de los cuales solo uno se originó al aire libre.Gente con máscaras faciales en New Jersey, Estados Unidos REUTERS/Eduardo MunozGente con máscaras faciales en New Jersey, Estados Unidos REUTERS/Eduardo Munoz

Además, un estudio en Japón determinó que el riesgo de infección en interiores es casi 19 veces mayor que en exteriores. Japón, en efecto, que fue afectado de forma temprana por el coronavirus pero que logró mantenerlo bajo control construyó su estrategia explícitamente en torno a evitar las aglomeraciones, aconsejando a los ciudadanos que eviten espacios cerrados y condiciones de hacinamiento.

El tiempo también juega un papel en el contagio de coronavirus. Las evidencias que manejan los científicos sugieren que los pacientes con COVID-19 son muy infecciosos por un corto período de tiempo. «Entrar en un entorno de alto riesgo en ese período puede desencadenar un evento de superpropagación, dijo Kucharski; mientras que “dos días después, esa persona podría comportarse de la misma manera y no habría el mismo resultado”.

Los países que han logrado controlar el virus deben estar especialmente atentos a los eventos de superpropagación, ya que podrían dar marcha atrás fácilmente con los resultados obtenidos con tanto esfuerzo. Es lo que sucedió en Corea del Sur durante el desconfinamiento: un hombre que después fue confirmado por coronavirus fue responsable de hasta 170 nuevos contagios tras visitar varios clubes nocturnos durante una noche.

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