Justicia para los fantasmas: Literatura sobre política y terror

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“Nuestra parte de noche” es una novela que, como nos dice la autora, surgió “a partir de una idea muy vaga sobre una secta que convocaba a un dios. En los últimos años empezó a crecer la idea de la herencia, de la figura de un padre y un hijo y de cómo se transmite una maldición. Tenía ganas de escribir una novela de terror, una novela de género, con esos componentes”.

La más reciente novela de Mariana Enríquez da inicio con un viaje que realizan Juan y Gaspar por el litoral de Argentina, tras el extraño fallecimiento de Rosario, pareja y madre de los dos protagonistas, respectivamente. Este viaje, marcado por las apariciones de fantasmas y por los soldados que cuidan las vías para evitar que los perseguidos escapen, los llevará hasta Puerto Reyes, hogar de la orden que alimenta a la “oscuridad”.

El primer capítulo da cuenta de la presencia de la oscuridad y de la relación que tiene Juan con ella, pero también del miedo como un elemento cotidiano.

La idea era que la oscuridad estuviera conectada a una especie de fuerza de la naturaleza, antigua, desconocida, que puede ser convocada, una idea cercana a Lovecraft y al contexto de la dictadura argentina y el control que intenta tener esta familia rica de terratenientes, lo cual nos habla del uso de los poderosos de la violencia, del control de los cuerpos, que básicamente es la idea de la impunidad. Juan es una persona que queda en medio, que puede acceder a la manifestación plena, pero también es la persona que puede ver lo siniestro. Juan es un personaje que está en el límite, y me interesaba que todo ese recorrido fuera en el límite. Juan es un habitante de esos espacios, su cuerpo habita un espacio que está en el límite.

Juan es rescatado por la familia de Rosario pero sólo para utilizarlo.

Juan es un sirviente destacado, pero finalmente es un sirviente, una especie de mayordomo que les abre la puerta; lo tienen que cuidar porque lo necesitan, pero no les importa, y eso es parte del uso de los cuerpos que hacen los poderosos, porque hay una diferencia de clases tan brutal que impide el afecto. Pero la que quiebra la relación es Rosario. Esa relación se convierte en una situación problemática, pues ella toma decisiones con respecto a él, tiene ideas respecto a él y a la familia que pueden tener, y eso es imperdonable.

Rosario realiza un viaje a la Inglaterra de finales de los sesenta que le permite pensar los límites de la familia y la libertad.

Quise ambientar la novela a finales de los sesenta en Inglaterra, en donde existió un momento que visualizó que una nueva idea del poder era posible, pero también era el momento en donde esa idea se estaba extinguiendo. Un momento en donde hubo una explosión cultural, artística, y al mismo tiempo, un contraluz con los crímenes del clan Manson. Todo el lado oscuro de esa juventud dorada. Eso nos dice que el poder sigue estando en el mismo lugar y termina manifestándose de la misma manera. Rosario es una mujer de su época que, como joven de su tiempo, cree que hay otras formas posibles. Ella representa un poco estas posibilidades y por eso está en esa época, que fue un gran momento bisagra, en donde la esperanza de un mundo joven se acaba. Lo que estaba pensando era esa bisagra y cómo esa bisagra se desintegró.

Hay un tema en tu literatura que es la dictadura y el terror político que generan desaparecidos y fantasmas.

Me parecía que la novela debería tener matices, me interesaba que la política apareciera de manera más sutil. Cuando yo decidí escribir literatura de terror me di cuenta de que tenía que usar los elementos de la realidad argentina en particular, y por extensión de la realidad latinoamericana, que en muchos aspectos tiene muchas cosas en común. Uso mucho el tema de los huesos, de los desaparecidos, de las fosas comunes, y eso es una realidad que toda América Latina entiende. Por un lado, eso es terror, por otro lado, es político. Es algo con lo que uno se puede identificar. También aparece la cuestión de la desigualdad, la cuestión de haber construido sociedades con una estructura que parece inamovible y que produce la marginación de una cantidad enorme de una población. Eso es transformar toda esta desigualdad en algo fantasmal. Entonces es trabajar con las preguntas: ¿quiénes son los fantasmas? ¿Qué hacen los fantasmas? Los fantasmas siempre están exigiendo justicia. Eso es básicamente lo que hace un fantasma, que aparece y te dice: “Mataron a mi hijo y no sé en donde está.” Esa frase es la que podría decir cualquier madre de un desaparecido en América.

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