La misteriosa mujer que enamoró a Beethoven e inspiró la Sonata «Claro de Luna»

La condesa Julie Guicciardi, que tuvo un romance con el compositor cuando perdió el oído y cayó en depresión, será protagonista de una novela que se publicará en septiembre

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Seguirle el rastro a «Giulietta» es casi misión imposible, pero eso no ha acobardado tanto a Patricia Morrisroe como para dejar de escribir una novela inspirada en su fascinante relación con Ludvig Van Beethoven, quien encontró en ella una fuente de paz cuando vivía uno de los peores momentos de su vida.

«Giulietta» es el nombre que aparece en la página de dedicatorias de las partituras de la sonata para piano n.º 14, conocida como «Claro de Luna», publicada en 1802. Pero el nombre real de la mujer a la que Beethoven dedicó una de sus piezas más inmortales era Julie Guicciardi, una condesa austríaca a la que el compositor conoció cuando era sólo una joven de dieciocho años, cuya familia quiso que aprendiese a tocar un instrumento musical. Él, que tenía treinta, fue contratado para darle clases de piano a ella y a su hermana en Viena. Y al parecer, el flechazo fue casi inmediato.

El amor por Julie se convirtió en una buena razón para seguir vivo en un momento terrible para Beethoven. El tinnitus (un zumbido constante y muy ruidoso en el oído) que le había sido diagnosticado cuatro años antes no hacía más que empeorar y estaba ya prácticamente sordo. La depresión que arrastraba desde la infancia, provocada por los malos tratos de un padre alcohólico, la muerte temprana de su madre y la indiferencia de su hermano, le generaba instintos suicidas. Además, su inminente sordera le avergonzaba y le hacía recluirse en sí mismo y huir de los actos sociales, para tratar de ocultar lo inevitable. Pero el amor por Julie le sacó del pozo, al menos durante un tiempo.

Unos meses después de entablar relación con la joven aristócrata, Beethoven escribió a su amigo Franz Wegeler para describir el júbilo que le invadía al estar a su lado: «Ahora vivo más feliz. No podrás nunca figurarte la vida tan sola y triste que he pasado en estos últimos tiempos… Este cambio es obra de una cariñosa, de una mágica niña que me quiere y a quien yo amo. Al cabo de dos años he vuelto a disfrutar de nuevo algunos instantes de felicidad y por primera vez creo que el matrimonio podría hacerme feliz».

Sin embargo, en su carta a Wegeler, Beethoven ya intuía que no había futuro para su relación: «Desgraciadamente no es ella de mi posición y no puedo pensar en casarme», se despedía. Y efectivamente el drama volvió enseguida a su vida, cuando la familia de su amada se opuso a la relación y obligó a Julie a casarse con otro noble, el conde Wenzel Robert von Gallenberg. Que para mayor humillación, era compositor y no precisamente talentoso. Y no sólo eso: había sido alumno de Beethoven.

En 1805, el conde Gallenberg se llevó a Julie consigo a Nápoles, donde compuso un concierto en honor a José Bonaparte, que después lo nombraría Director de Ballets.

El reencuentro, o no

Casi una década después, en 1814, Julie formó parte de un cuerpo diplomático napolitano enviado al Congreso de Viena, donde se reorganizó la geopolítica europea tras las Guerras Napoleónicas. Y ¿saben quién fue el compositor encargado de las ceremonias musicales del acto? Beethoven, que condujo la interpretación de «La victoria de Wellington» y la Séptima Sinfonía ante la flor y nata de la sociedad europea del momento. No hay datos ni registros que demuestren que tuviesen una cita extra-oficial, pero la escritora Patricia Morrisroe plantea aquí un interrogante que seguro marcará a fuego la narración de su novela. ¿No es bastante probable que Julie y Ludwig se vieran en aquella ocasión? De ser así, ¿fue aquel el comienzo de una historia de reencuentros amorosos?

La pareja volvió a verse, de nuevo sin evidencias que lo confirmen al cien por cien, en 1822. El conde Gallenberg fue contratado para tocar en el Kärntnertortheater (Teatro de la Puerta Carintia) de Viena, y el matrimonio se marchó de Nápoles y se mudó de vuelta a la capital austríaca, donde es altamente probable que Julie y Ludwig encontrasen refugios fugaces para su romance. Patricia Morrisroe incluso especula con la posibilidad de que ella asistiese al legendario concierto que Bethooven dio en 1824 para presentar su Novena Sinfonía, celebrada en el mismo Kärntnertortheater.

El primer biógrafo de Beethoven, Anton Schindler, contó tiempo después que conoció a los Gallenberg en aquel teatro, y aseguró que pudo comprobar que Julie estaba mucho más enamorada del genio que de su marido. Cuando Beethoven murió en 1827, sus amigos descubrieron varios objetos en un compartimento secreto de su despacho. Entre ellos, estaba la famosa carta titulada «Mi amada inmortal», en la que derramó frases de puro enamoramiento como estas: «Mi ángel, mi todo, mi ser mismo […] ¿Puede consistir nuestro amor en otra cosa que en sacrificios, en exigencias de todo y nada? […] Solo que olvidas tan fácilmente que yo tengo que vivir para mí y para ti […] Qué doloroso anhelo de ti […] Mi todo, adiós. Continúa amándome». Schindler está seguro de que estaba dirigida a «Giulietta», y aunque aún hay debate al respecto, otra pista dio la razón al biógrafo: entre aquellos objetos también había dos pequeños retratos de sendas mujeres, una de ellas, Julie con casi toda seguridad. Habrá que esperar a septiembre para ver hasta dónde logra Morrisroe estrechar el cerco en su novela. Que como no podía ser de otra manera, se titulará «The Woman in the Moonlight» («La mujer en el claro de Luna»).

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