Lo que pueden hacer los padres para prevenir el consumo temprano del alcohol de sus hijos

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El terrible fallecimiento el pasado martes de una niña de tan solo 12 años por coma etílico vuelve a poner sobre la mesa un asunto que genera gran inquietud: el consumo de alcohol en los jóvenes.

Para el director general de la Fundación de Ayuda contra la Drogadicción, Ignacio Calderón, este suceso «es una gran desgracia para una familia que está destrozada y para una sociedad que ve cómo sus jóvenes consumen bebidas alcohólicas a edades cada vez más tempranas. Matiza que está prohibido su consumo hasta los 18 años, sin embargo los estudios situan la media de edad a la que comienzan a beber en los 13,9 años. «Es decir que se inician incluso antes, lo que es una situación muy grave».

Explica que a estas edades los menores no son conscientes de lo que hacen ni de los riesgos que conlleva este tipo de consumo. «Los verdaderos responsables de estas actuaciones son los adultos», puntualiza.

¿Por dónde empezar?

Pero, ¿qué pueden hacer unos padres para prevenir este consumo tan temprano de alcohol? El problema principal, según apunta Ignacio Calderón, es que «beber es un fenómeno cultural en nuestro país que sirve tanto para superar una situación de estrés o tristeza como para conmemorar celebraciones y divertirse. A eso se suma que el patrón de consumo ha cambiado y ahora se intenta beber todo lo que se pueda en dos horasporque lo que buscan muchos jóvenes no es divertirse, sino emborracharse, con los riesgos que ello supone».

Los padres preocupados por este asunto, que deberían ser todos, tienen la obligación de saber qué hacen sus hijos «ya que son lo más importante que tienen —añade Calderón—. El problema es que nos enseñan matemáticas, cómo hacer una entrevista de trabajo, cómo ascender profesionalmente…, pero no a educar a nuestros hijos».

Por este motivo aconseja que los padres estén muy próximos y muy atentos a lo que hacen los menores. No se trata de seguirles, ni de olerles el aliento cada vez que regresan a casa. «El problema es que muchos padres no dan la importancia que tiene a la comunicación, algo que deben fomentar desde que los niños son bien pequeños. Hay que saber escucharles, hablarles y mantener diálogos fluidos para que se establezca un vínculo importante de confianza. La comunicación es un salvavidas», asegura el director general de la FAD.

Carne de cañón

Explica que si existe una buena comunicación en el hogar, se favorece que en el momento en el que el niño salga de casa por primera vez sea capaz de contar sin problemas lo que hace y lo que no hace, para tranquilidad de todos. «Lo malo —apunta— es que muchos padres se esperan a que su hijo tenga 14 años y salga con sus amigos para preocuparse por estas cuestiones y, si no se ha trabajado antes la comunicación y valores como el respeto a las normas, la responsabilidad o la empatía, será carne de cañón cuando esté con su grupo de amigos puesto que hará lo que el grupo quiera y no lo que él sepa que es más adecuado».

También es importante que los padres se conviertan en un referente, que cada vez que el niño le cuente «mamá mira lo que ha dicho en clase este niño», los padres sepan decirle que eso está mal y las razones. De esta forma el niñoirá aprendiendo pautas de comportamiento y a saber cómo se debe actuar correctamente.

Los padres deben, además, ser consecuentes y no pueden pedir al niño que no beba si los padres consumen bebidas alcohólicas habitualmente en casa.

Pautas ante una sospecha de consumo de alcohol

—Actuar con prudencia, valorando la dimensión y la gravedad del problema, tratando de ajustar nuestra reacción a la situación de forma proporcionada.

—Conocer las circunstancias del consumo, saber el tipo de relación que nuestra hija o hijo está manteniendo con el alcohol (experimental, como diversión, como forma de relacionarse,…), apostando por la comunicación y el diálogo.

—Fomentar que los canales de comunicación se mantengan abiertos. Es normal sentir angustia, preocupación y desorientación, pero la pérdida de control, el alarmismo y las actitudes persecutorias, solo ocasionan más angustia.

Conviene evitar:

—Acusaciones, bombardeo de preguntas, actitudes de vigilancia y posturas excesivamente rígidas y coercitivas.

—Imponer inmediatamente una norma rígida, antes de recabar información.

—Actuar con indiferencia ante una sospecha o evidencia de consumo. El mensaje que transmitimos sería «no nos importa que bebas».

—Registrar pertenencias y habitaciones: no se obtiene certeza del consumo y provoca respuestas evasivas y de negación, rechazo y enfado. Se vive como una traición a la confianza.

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