“Odorama”, o cómo conocer nuestro pasado y nuestro futuro a través de los olores

El periodista científico Federico Kukso acaba de publicar una investigación fascinante en la que reconstruye la historia del universo y la humanidad a través del olor.

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Odorama (Taurus) es una investigación fascinante del periodista científico Federico Kukso —autor también de El baño no fue siempre así y Todo lo que necesitás saber sobre ciencia, entre otros títulos— en la que, a partir de una idea poco explorada, como la pesquisa de los olores en diferentes momentos de la historia, presenta nuevas apreciaciones sobre el inicio del universo, los dinosaurios, la manera en que los hombres cifran mensajes divinos en distintos aromas, la forma en que los olores son una evidencia de la diversidad cultural, el olor de los planetas, las posibilidades de pensar el futuro.

“Cuando pensé en estas historias”, explica Kukso en un encuentro organizado por Ticmas —la entrevista puede verse en el canal de YouTube de la plataforma educativa—, “corrí a la humanidad del centro: pienso al olor como un personaje presente desde el Big Bang y que nos va a sobrevivir».

«Odorama», de Federico Kukso

Felices los que creen sin haber olido

Separado en tres secciones —“Olores de ayer”, “Olores de hoy” y “Olores de mañana”—, el libro parte del olor y el olfato para explicar razones y reacciones de las diferentes culturas. “Es una especie de desnaturalización de aquello en lo que ni siquiera pensamos”, dice Kukso, “porque la pregunta por el olor está totalmente tapada en la actualidad”. En ese sentido, lo habitual es pensar que podemos percibir millones de colores que abundan en la naturaleza, pero ante los olores sólo creemos que hay una pequeña paleta.

La preeminencia de la vista sobre el olfato se estableció en el siglo XVII con la revolución científica. “En ese momento”, sigue Kukso, “se hace una especie de ranking de los sentidos y se entroniza al ojo como el órgano a partir del cual se debe explorar el mundo. Aparece el telescopio. Comenzamos a usar metáforas visuales: la Ilustración, el Iluminismo, la ciencia como la luz en la oscuridad”.

Tal vez una de las causas de esta preferencia de la vista se deba a que, como bien se cuenta en el libro, los olores fueron la manera de entablar un diálogo con los dioses. Egipcios, judíos, cristianos y otras culturas pensaban lo divino en relación con el olor. “Pensaban que las divinidades eran seres fragantes”, dice Kukso. “Lo interesante es cómo el incienso eleva las plegarias. Por eso el perfume, antes de ser un objeto de lujo o de vanidad fue una forma de comunicación con lo divino”.

Federico Kukso (Fotos: Alejandra López)
Federico Kukso

Todo perfume es político

“El olor no es un sentido de la distancia, sino de la intimidad”, dice Kukso y, a partir de esto se lo puede interpretar también cómo una vía para valorar y aceptar las diferencias culturales: “Revela la diversidad olfativa», continúa. «En los primeros años de nuestra vida se nos enseña cuáles son los olores ricos y cuáles los feos. Si bien hay ciertos olores, como el de la comida en descomposición, el olor de la muerte, a los que estamos programados para saber que son malos porque nuestra vida depende de ello, hay otros que los determina cada cultura”.

Desde la leche de almendras de Cleopatra hasta el Channel N°5 de Marilyn Monroe, pasando por los grandes mercados perfumistas de Persia, Venecia y París, la historia demuestra que la manera en que los hombres decidimos oler es una preocupación mucho más profunda de lo que se cree. Desde los perfumes que usaba Alejandro Magno hasta el agua de colonia que impuso Napoleón como contraste a los aceites de la realeza, hay una dimensión política que se juega en el olor.

Ciertas sociedades son más “odorofóbicas” y otras más “odorofílicas”. En Estados Unidos está muy mal visto usar colonia para ir al trabajo. La sociedad argentina, quizá por la herencia europea, es más odorofílica.

Federico Kukso (Fotos: Alejandra López)
Federico Kukso

Yo vivo en una ciudad

“Poner a la historia en la lupa del olor”, dice Kukso, “permite ver las grandes mutaciones de la gastronomía, la higiene, la urbanización. Detrás de cada olor hay una historia, hay un universo para narrar y contar historias fascinantes. Por ejemplo: ¿por qué no se bañaban en París? Hasta el siglo XIX se pensaba que las enfermedades eran transmitidas por los malos olores. Recién gracias a Pasteur se piensa en el concepto de germen. Los malos olores que surgían de las cloacas, de los pantanos, de los campos de batalla eran una amenaza invisible. La gente no se bañaba porque pensaba que el agua abría los poros y permitía el ingreso las enfermedades”.

Cada ciudad —y cada barrio— tiene un aroma particular. Cuando uno visita un nuevo destino, hay que estar atento no solo con los ojos sino con la nariz. ¿A qué huele Buenos Aires? “A caños de escape, como la mayoría de las grandes ciudades”, dice Kukso. “Y tampoco huele ahora igual que veinte años: hoy hay menos florerías y más autos”.

¿Y si fuéramos al espacio? La luna huele a pólvora; Venus, a azufre o huevos podridos. Júpiter, compuesto por gases, huele a sulfuro y amoníaco. Según detectó el telescopio Herschel, la nebulosa de Orión huele a pescado podrido o a pis de perro.

La femme fatal que nos seduce con su perfume, el aroma del horno que nos abre el apetito, el perfume de los duraznos, el olor de la lluvia y el del pasto recién cortado. ¿Hay olor más rico que el del auto nuevo? “Desde la psicología se estudió el efecto que tiene como factor desencadenante de la compra de un auto”, señala Kukso. “El olor a auto nuevo es el resultado de la descomposición de olores del plástico, del cuero, de los materiales de las cabinas de los automóviles. Lo curioso es que en China, la gente detesta el olor a auto nuevo. Ford, entonces, está pensando en hacer lo posible para que no lo tenga”.

El olor, como construcción social, transmite información. “Hay que reivindicar oler el mundo”, cierra Kukso

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