Río Mississippi: un atractivo de Nueva Orleans

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Tras el nerviosismo causado por estar a punto de perder el avión en Miami, a causa de las largas y serpenteantes filas de pasajeros para el chequeo de seguridad, arribamos al aeropuerto Louis Armstrong, en Nueva Orleans, capital de Louisiana, donde desenvolverse es sumamente fácil. Para ir a la ciudad compramos boletos de ida y vuelta en “shuttle”: US$ 44.00 por persona. Luego nos enteramos que cuando son dos personas conviene tomar un taxi: la carrera cuesta US$ 35.00. El shuttle nos deja a la puerta del hotel: La Quinta Inn & Suites New Orleans Downtown, sin lujo, pero con excelente ubicación. La tarifa incluye desayuno, por lo cual resulta menos caro que hoteles similares. (El único problema: no hay caja de seguridad. Al reservar no me percaté de esta falta).

En Recepción nos recibe en un mural la gigantesca imagen en blanco y negro de un antiguo tranvía, que es aquí un transporte de tradición. Llegamos temprano. Es que entre Miami y Nueva Orleans hay una hora de diferencia. Aún no tienen habitación disponible. ¿Qué hacer? Dejamos en consignación el equipaje, almorzamos y deambulamos por el parque Woldenberg junto al río Mississippi, el más largo de Norteamérica. Entre las esculturas atrapa mi atención una estatua en mármol blanco: ‘Old Man River’. Recuerdo la canción homónima. (Traducida dice: ‘Hay un anciano llamado Mississippi…’). En esta ciudad todo parece girar en torno a éste. A veces hasta indican las direcciones ‘río arriba’ o ‘río abajo’. Miramos acercarse el barco a vapor Natchez. No lo esperamos. Enrumbamos hacia la Spanish Plaza. Cerca atraca el Creole Queen, propulsado por paletas de rueda (‘paddlewheel’, estilo de 1850).

En un kiosko compramos los boletos (US$ 34.00 por persona, sin comida). A la hora de zarpar avisan por el altavoz taparse los oídos a causa de la sirena. Exageraban… El barco bordea la ribera permitiéndonos contemplar las siluetas citadinas. Navega el barco hasta alcanzar los manglares junto al único punto de parada: el Histórico Parque Nacional Jean Lafitte, donde tuvo lugar la decisiva Batalla de Nueva Orleans, en 1815. La mayoría de los pasajeros baja a recorrerla. Nosotros no. Quizás por eso la travesía de ida y vuelta de tres horas en barco se me hizo tan monótona. Aún así, vale la pena esta experiencia. Es diferente.

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