Todavía existen muestras de viruela en el mundo: ¿debemos destruirlas?

Las campañas de vacunación acabaron con esta terrible enfermedad, pero eso no significa que no queden remanentes del microorganismo. La decisión sobre si extinguir el virus definitivamente no es fácil. Por Ignacio López-Goñi

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La reciente noticia de un accidente en el laboratorio VECTOR en Rusia, el único centro que oficialmente conserva muestras del virus de la viruela junto al CDC de EEUU, ha reabierto el debate de qué debemos hacer con estos viales.

Se cree que la viruela surgió al comenzar los primeros asentamientos agrícolas, hace unos 10 000 años, y que se extendió por todo el planeta desde China. Primero al resto de Asia, luego a Europa y, por último, a América. El primer paciente conocido fue el faraón egipcio Ramsés V, cuya momia reveló que murió a los 35 años por culpa del virus.

Los brotes de viruela devastaron los imperios azteca e inca y también afectaron a otros indios americanos. El propio emperador Moctezuma falleció aquejado de viruela, y probablemente la conquista del imperio azteca no habría sido igual sin los estragos de esta enfermedad entre los indios. Fueron los hombres de Pánfilo Narváez, que desembarcaron en Yucatán (México) para apresar a Hernán Cortés, quienes la introdujeron en América: uno de los pasajeros era un esclavo africano infectado. En pocos meses se extendió por todo el imperio azteca, porque la población indígena no se había expuesto al microorganismo antes de la llegada de los españoles.

Niño con viruela (Bangladesh, 1973).
Niño con viruela (Bangladesh, 1973).

En los siglos XVII y XVIII la viruela asoló Europa. Solo en Inglaterra afectó a más del 90 % de los niños. Sabemos de varios personajes famosos que también padecieron o murieron de viruela: María II de Inglaterra, Pedro II de Rusia y Luis XV de Francia murieron de viruela. Mozart, George Washington y Abraham Lincoln la padecieron, pero sobrevivieron.

La OMS calcula que el virus de la viruela ha sido responsable de más de 300 millones de muertos solo en el siglo XX. Las campañas de vacunación masivas lograron que la última infección natural tuviera lugar el 26 de octubre de 1977. En 1980 se convirtió en la primera y única enfermedad infecciosa humana en ser erradicada del planeta.

Entonces, ¿el virus ya no existe?

Esto no quiere decir que el virus haya desaparecido. Durante años ha permanecido en algunos laboratorios de investigación repartidos por el planeta. De hecho, el último caso de viruela ocurrió en Birmingham (Reino Unido) en 1978 debido a una exposición accidental en un laboratorio.

Hoy en día, hasta donde sabemos, oficialmente solo existen dos laboratorios que conserven virus vivos de la viruela: el CDC de Atlanta (EE UU), que todavía tiene unas 350 cepas, y el laboratorio VECTOR del Centro de Investigación en Virología y Biotecnología en Koltsovo (Novosibirsk, Rusia), que guarda unas 120. Ambos colaboran con la OMS y son inspeccionados por expertos en bioseguridad de esta institución cada dos años (la última en enero y mayo de este mismo año).

Desde la erradicación de la viruela se suspendieron todas las campañas de vacunación y, desde entonces, se ha sugerido la necesidad de destruir los remanentes. El debate ni es nuevo ni tiene una solución fácil, como ya conté hace unos años en Investigación y Ciencia. Expertos internacionales se han reunido desde finales de los años 90 para discutirlo. En abril de este año, la OMS volvió a publicar un informe sobre la destrucción de las reservas del virus de la viruela.

¿Qué se está investigando con la viruela?

En 2018 había 10 proyectos de investigación en curso con el virus de la viruela: para mejorar los métodos de diagnóstico, desarrollar nuevos fármacos y nuevas vacunas más efectivas y seguras.

En los últimos años se han ensayado más de 100 compuestos sintéticos distintos. En julio de 2018, la FDA aprobó el nuevo agente antiviral Tecovirimat, que inhibe la salida del virus. Se trata del primer fármaco aprobado para el tratamiento de la viruela. El comité de expertos de la OMS cree que es necesario seguir investigando para desarrollar otros compuestos antivirales con mecanismos diferentes de acción, como el Brincidofovir y anticuerpos monoclonales neutralizantes.

Se han desarrollado nuevos sistemas de diagnóstico rápido y ya se tiene la secuencia del genoma completo de 50 cepas del virus. Este microorganismo es muy estable y no se cree que haya nuevas cepas. Con esta información se puede distinguir fácilmente el virus de la viruela de otros poxvirus similares como la viruela de los monos, camellos y vacas.

Respecto a las vacunas, la OMS calcula que hay entre 570 y 720 millones de dosis de la vacuna almacenadas en todo el planeta y que se tiene la capacidad para fabricar más de 200 millones de dosis al año. Además, se siguen desarrollando nuevos candidatos de vacunas de tercera generación más eficaces, inmunogénicas y seguras.

Vacuna de la viruela.
Vacuna de la viruela.

Los riesgos de una reemergencia de la viruela

Estas investigaciones son necesarias para prevenir y controlar posibles brotes infecciosos por otros virus similares al de la viruela. Por ejemplo, existen casos de infección en humanos por el virus de la viruela de los monos en África, y es necesario tener sistemas de diagnóstico rápido que lo identifique, tratamientos y vacunas. Tampoco podemos descartar que, en el futuro, otros similares se adapten al ser humano. Por todo ello, es necesario mantener un grupo de expertos en este tipo de virus.

Ni siquiera se puede descartar la reemergencia del propio virus. ¿Pueden quedar algunos viales olvidados en algún congelador de algún laboratorio del mundo? No lo sabemos. En enero de 2014 se destruyeron, en presencia de personal de bioseguridad de la OMS, varios viales con fragmentos de ADN clonado del virus de la viruela, que habían sido guardados en un laboratorio en Sudáfrica.

En junio de ese mismo año se encontraron en un laboratorio del NIH en Bethesda (EEUU) 16 viales viejos marcados como «viruela» que contenían material liofilizado. Se comprobó que seis de ellos contenían el virus todavía viable y, tras secuenciar su genoma, fueron destruidos en presencia de personal de bioseguridad de la OMS. ¿Hay mas?

Las preguntas no acaban ahí. ¿Se podría resucitar el virus de cadáveres congelados en el permafrost que fallecieron de viruela? No sabemos cuánto puede durar el microorganismo en un cadáver, pero en el año 2011 unos trabajadores de la construcción de Nueva York encontraron el cuerpo de una mujer del siglo XIX que había fallecido por viruela. Avisaron al CDC, que determinó que el cuerpo no suponía riesgo alguno para la salud. También se han detectado fragmentos de ADN de viruela en la momia de un niño en Lituania que había fallecido entre 1643 y 1665.

Otro riesgo potencial es que hoy las técnicas de biología sintética permiten reconstruir un virus completo a partir de su genoma. Esto ya se ha hecho con el de la gripe, el ébola e incluso el de la viruela de los caballos. En 2017 se demostró que ya es posible reconstruir este último a partir de información de acceso público, en solo seis meses y por unos 100 mil dólares.

La discusión continúa

No parece que haya razones de salud pública para mantener el virus vivo. La mayoría de los expertos cree que no es necesario para el desarrollo de nuevas vacunas, pero sí para la investigación de nuevos agentes antivirales específicos. No hay consenso en si es necesario para el desarrollo de nuevos sistemas de diagnóstico.

De momento se pospone la decisión final. El virus de la viruela seguirá encerrado (eso esperamos) en los laboratorios.

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