Arturo Sandoval en palabras de Wilfrido Vargas

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Es realmente lamentable que los tentáculos de la cultura no abarquen la complejidad de seres impresionantes, que aunque no tengan el valor de un teléfono inteligente, ni se compare con las hazañas de un astronauta, precisan el mismo entrenamiento, la misma complejidad y la misma pasión que demanda el arte.

Lo que Arturo Sandoval hace es digno de que se entienda, así no sea músico, porque es como un mundo para ciegos, pues el que no es músico y menos trompetista, es un ciego que no tiene acceso a lo que el músico cubano logra con tres pistones.

Entonces, me desespera y siento un ahogo en el pecho que sea tan excluyente la especialidad interpretativa de un instrumento musical, porque no es la especialidad de cardiología, ni de neumología o ingeniería de petróleos, que se valora en su justa dimensión.

A mí me da como pena, envidia o no sé, porque yo quisiera que la música tuviera la importancia que tienen las cosas que supuestamente son rentables para la humanidad.

Pero, esto también es rentable, porque se llama virtuosismo, que puede trasladarse a cualquier ámbito de la vida y queda, como ejemplo, para que se sepa que no eres talentoso por casualidad, sino que eso necesita mucho esfuerzo para conseguirse.

Cada cual se hace, y es cierto que Arturo nació con un don, pero él tiene pasión por lo que hace, y la vida sin pasión no merece la pena vivirse. Es tan difícil depender del tecnicismo trompetístico cuando la trompeta no le sana la salud a nadie. Sin embargo, eso tiene un significado aunque sea artístico, técnico y especializado. Es muy difícil que la gente se interese por lo que no conoce y ahí es que me da la ansiedad y el estado de desesperación.

Con tres pistones, ese señor puede alcanzar notas de trombón, pues la trompeta llega en su registro más grave hasta un Fa sostenido, pero él sigue bajando. Está diseñada para llegar al quinto Do agudo, pero él sigue subiendo hasta alcanzar notas de un flautín. Encima de eso parece una culebra por el movimiento de notas tan rápidas con su amplio lenguaje. Arturo también alcanza unos vibratos con presencia de realeza y unos pedales, que son notas largas graves, tan naturales como impactantes.

Así que es una pena que el virtuosismo sea tan excluyente, porque al no tratarse de una especialidad como la cardiología o la neumología no se valora igual, por lo que el que escucha a Arturo Sandoval debe usar un sexto sentido que le ayude a entender la grandeza de este artista.

El virtuosismo se puedes trasladar a cualquier área de la vida y es una enseñanza para el ser humano, porque se trata de esfuerzo, de apuesta, de orgullo, del honor de lograr con tres pistones lo que hace Sandoval, no tiene el valor de llegar a la Luna, pero en términos de esfuerzo, sí lo tiene.

En mi entorno artístico podemos identificar dos tipos de trompetistas. Por un lado está el trompeta líder, con un gran poder de sonoridad, que además de ser potente debe tener mucha resistencia y la capacidad de llevar las cuerdas a la exigencia de su estilo y a los arreglos de la orquesta. Por otro lado, está el trompeta solista, quien puede tener todas estas condiciones, pero cuenta con la libertad de manejar su estado de ánimo y su condición física en los solos, y puede usar la creatividad como recurso en el manejo de su sonoridad y en el lenguaje del estilo que interpreta. Es decir: la trompeta líder, de fuerza, se debe al rigor de los arreglos de la orquesta, en cambio el solista puede ser más libre y recursivo. Ambos son capaces de construir un estilo propio.

Hay algo de esto en los vídeos que les comparto con esta entrega. En aquella época, además de Chet Baker, escuchaba mucho a Herb Alpert, pero en el 1979, ya como profesional fui a La Habana, Cuba, irónicamente, no como trompetista, sino como trombonista de la Fania All Star al teatro Carlos Marx, donde conocí un trompetista, para mí, extraterrestre, llamado Arturo Sandoval… me quise morir.

Nunca imaginé un trompetista tan irreal. Demostraba tantas facultades en un instrumento de tres pistones que se me hace imposible describirlo con palabras. Yo escuchaba sus pedales, la fluidez de sus notas, los agudos, los vibratos, admiraba su rapidez. ¡Era como un mega supermercado donde no faltaba nada!

Pues resulta que años después el beisbolista Sammy Sosa organizó una fiesta de cumpleaños, como acostumbra a hacerlo: todo un acontecimiento lleno de celebridades al mejor estilo de Hollywood, y tuvo la ocurrencia de invitar a los que él consideraba los dos mejores trompetistas, nada más y nada menos que al maestro Arturo Sandoval, y a un ilustre inactivo que tocó trompeta cuando joven.

Nunca voy a olvidar aquel noviembre del 2006, en la Villa de Bahía Minitas. ¡Cómo nos divertimos! ¡Yo pude decir a mis nietos que había tocado con uno de mis grandes ídolos, el mejor de los trompetistas! Para mí, él era el cielo y yo no existía, sino como un niño que miraba las estrellas.

Ese duelo, lleno de juegos y gozadera, fue el todo de Sandoval contra la nada de Wilfrido. Por supuesto, ahí se notó que aunque fuera un duelo de comedia, en algún momento el Altamireño tocó trompeta.

Pasé una de las mejores noches de mi vida tocando a dúo con mi gran amigo Arturo Sandoval, porque la trompeta para mí sigue siendo mi filosofía y mi religión. Es el instrumento que me dio la vida y me formó, me convirtió en el ser humano que soy actualmente.

En mi relación con la orquesta, aunque no sea el trompetista titular, sigo con la emoción de ver mis trompetistas transformar melodías en poemas musicales y aún sigo enamorado de su diseño, su forma y brillo.

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