«El hombre soviético no ha desaparecido. Es una mezcla de cárcel y guardería. No toma decisiones y simplemente está a la espera del reparto. Para esa clase de hombre, la libertad es tener veinte clases de embutido para elegir», dijo Alexievich al en 2013 el Premio de la Paz de los Libreros Alemanes (2013).
Este homo sovieticus, como lo llama, es quien ha permitido que personajes como el bielorruso Alexandr Luckashenco y su par ruso, Putin, estén al frente de sus respectivos países. Con ácida lucidez, sus frases han desnudado siempre el alma autoritaria del ex agente de la KGB, sin desligar de cierta responsabilidad a sus seguidores.
Bastan cinco frases para encontrar a un Putin emulo de aquellos hombres que delinearon el perfil humano de una Unión Soviética ya derrumbada:
– «Vladimir Putin ha llevado a su país al medievo con su culto a la fuerza».
– «El sueño de Rusia es que el país sea un gran imperio e inspire miedo. Vladimir Putin ha asumido la defensa de estos valores tradicionales»
– «Putin no es un político. Putin es un oficial de la KGB. Lo que hace son provocaciones que se organizan por lo general desde la KGB» (en referencia a la decisión de Moscú de invadir Ucrania)
– «Si el pueblo estuviera contra Lukachenco y Putin, Lukachenko y Putin no existirían».
-Según Lenin, a Iósf Stalin, fundador del Imperio Rojo de la URSS, le gustaba sobre todo «la comida picante.» Décadas más tarde, Vladimir Putin es el que sirve esos platos calientes»
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