Como si fuera la mítica ciudad perdida de Atlantis, científicos hallaron los vestigios de lo que fue un continente antiguo llamado Gran Adria que se fusionó en la zona del Mediterráneo y donde actualmente se ubican al menos 30 países.
La distribución territorial de nuestro planeta es muy diferente a cómo se hallaba hace 240 millones de años y un nuevo estudio reveló no sólo cómo se distribuyeron las placas tectónicas con detalles «sin precedentes» de cómo este continente se separó de lo que ahora es España, el sur de Francia y el norte de África.
La gran masa de la Tierra conocida como Pangea se fragmentó y un gran trozo de corteza continental del tamaño de Groenlandia separándose y posteriormente quedó por debajo del sur de Europa, informaron los científicos este mes en la revista Gondwana Research.
El análisis de los investigadores representa «una gran cantidad de trabajo», dijo Laurent Jolivet, un geólogo de la Universidad de la Sorbona en París.
Aunque la historia tectónica de la masa terrestre se conoce generalmente desde hace algunas décadas, «la cantidad de detalles en la reconstrucción sistemática de lapso de tiempo del equipo no tiene precedentes».
Los restos visibles de este antiguo continente, conocido como Gran Adria, son las rocas calizas que se encuentran en las cadenas montañosas del sur de Europa.
Los científicos creen que estas rocas comenzaron como sedimentos marinos y luego fueron raspadas de la superficie de la masa terrestre y elevadas a través de la colisión de placas tectónicas. Sin embargo, el tamaño, la forma y la historia de la masa terrestre original, gran parte de la cual estuvo bajo mares tropicales poco profundos durante millones de años, ha sido difícil de reconstruir.
Estos restos fueron arrojados a las placas suprayacentes, listos para formar futuras montañas a lo largo de la columna vertebral de Italia, así como en Turquía , Grecia , los Alpes y los Balcanes.
Vestigios de la Gran Adria se pueden encontrar también en el talón de la bota de Italia, dispersas de Venecia a Turín, y en la región de Istria de Croacia.
En el nuevo estudio, Van Hinsbergen y sus colegas pasaron más de 10 años recolectando información sobre las edades de las muestras de rocas que se cree que provienen del Gran Adria, así como la dirección de los campos magnéticos atrapados en ellas. Eso permitió a los investigadores identificar no solo cuándo, sino dónde, se formaron las rocas.
Descubrieron así que Gran Adria tenía una historia violenta y complicada, señaló Douwe van Hinsbergen, geólogo de la Universidad de Utrecht en los Países Bajos. Se convirtió en una entidad separada cuando se fragmentó del supercontinente sur de Gondwana (que comprendía lo que hoy es África, América del Sur, Australia, la Antártida, el subcontinente indio y la Península Arábiga) y que comenzó a moverse hace unos 240 millones de años hacia el norte creen los científicos, quedando añadida a la forma actual que ahora tiene.
Los rastros de la Gran Adria están dispersas en más de 30 países, en una franja de España a Irán. Entonces, al igual que las rocas, los datos se han dispersado y, por lo tanto, son difíciles de recopilar, dice Van Hinsbergen.
Fue hasta la última década que los geólogos pudieron usar el software llamado GPlates, necesario para realizar reconstrucciones de cómo se llevó a cabo esta separación que le tomó unos 140 millones para tomar la forma que ahora tiene.
«La región del Mediterráneo es simplemente un desastre geológico«, dice. «Todo está curvado, roto y apilado», señaló.
En lugar de simplemente moverse hacia el norte sin ningún cambio en su orientación, Greater Adria giró en sentido antihorario mientras empujaba y raspaba otras placas tectónicas, detalló el equipo de Van Hinsbergen esta semana en Gondwana Research.
Aunque la colisión tectónica ocurrió a velocidades de no más de tres a cuatro centímetros por año, el choque inexorable destrozó la corteza de 100 kilómetros de espesor y envió la mayor parte al manto de la Tierra, dijo Van Hinsbergen.
El estudio no es la única evidencia de Gran Adria como un continente perdido. Otros investigadores que usan ondas sísmicas para generar tomografía computarizada, como imágenes de estructuras profundas dentro de la Tierra, han creado un «atlas del inframundo», un cementerio de bloques de corteza que se han hundido en el manto. Esta investigación muestra que partes del Gran Adrián ahora se encuentran hasta 1500 kilómetros debajo de la superficie de nuestro planeta.