La Misión de Estabilización de las Naciones Unidas en Haití dejó la nación caribeña tras 15 años de labores, pese a que los brotes de violencia siguen en demanda de la renuncia del presidente Jovenel Moise.
La ONU cerró la víspera su estancia en la nación más pobre de América bajo la promesa de que no abandonará la isla, debido a que la misión de paz será reemplazada por otra de carácter político.
“En este difícil contexto, el cierre de la MINUJUSTH no significa que las Naciones Unidas abandonen Haití. Por el contrario, conducirá a la continuación del apoyo de la ONU en Haití de otra forma”, señaló la organización.
La presencia del organismo inició en 2004, con una operación que fue sucedida en 2017 y cuya vigencia terminó dos años más tarde después de haber sido extendida seis meses en abril.
El secretario general adjunto de Asuntos Humanitarios de la ONU, Mark Lowcock, destacó que Haití todavía se enfrenta a una grave crisis política, entrelazada con desafíos socioeconómicos, que a su vez afectan al contexto de seguridad que agravan aún más la inestabilidad política.
Este entorno, propicia una serie de elementos clave como la parálisis institucional, escenificada en las cuatro propuestas de formación de Gobierno presentadas por el presidente y no confirmadas en el Parlamento, o la negativa de la oposición al llamado presidencial a formar un diálogo nacional y la formación de un Gobierno de unidad.
A estos dos factores se suman el deterioro de la situación de seguridad durante el último mes en donde al menos 30 personas murieron durante las protestas entre el 15 de septiembre y el 9 de octubre, 15 de ellas a manos de agentes de policía.
Haití vive una grave crisis política y económica, que se agravó a mediados de agosto por el desabastecimiento de combustible, lo que ha desencadenado en protestas violentas que han paralizado las actividades en Puerto Príncipe y otras zonas del país.