Pasivo y vulnerable: así es un niño sobreprotegido

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El exceso de protección vuelve a los niños más vulnerables y pasivos

Boris Cyrulnik nació en Burdeos hace 78 años. Es judío y sobrevivió al campo de concentración en el que murió su familia y dedicó el resto de su vida a construir la teoría de la resiliencia, la capacidad de los seres humanos para sobreponerse de la adversidad.

Y como si se supiera con autoridad para opinar sobre cómo son tratados los niños hoy en día y cómo esos niños devolverán a los adultos la mirada, triste o acusadora, el día de mañana, en una entrevista habló de los métodos de crianza y las diferentes maneras de educar a los menores.

«La sobreprotección no es una protección –afirmó el neuropsiquiatra y psicoanalista–. El exceso de protección empobrece el cerebro de los niños, atrofia sus capacidades y los vuelve más vulnerables y pasivos».

Tras asegurar que «en Asia los alumnos sacan las mejores notas en el informe PISA a costa de interminables jornadas de estudio, dormirse en los pupitres y lucir muy desgraciados tratando de no decepcionar las expectativas de sus padres», consideró que «sufren un verdadero maltrato por parte de la escuela y de sus familias». De hecho, los gobiernos de Japón y Corea quisieron introducir algunas reformas para suavizar las prácticas educativas, pero las familias se opusieron. «Eso es una bomba de relojería en marcha», analizó, al tiempo que reflexionó que la carrera por situar a los hijos en primera línea generacional también transcurre en Occidente. «En Francia los padres no quieren eliminar la evaluación por notas, ni que sus hijos entren más tarde a la escuela», agregó.

«LOS PADRES TIENDEN A SOBREPROTEGER A LOS HIJOS EN DEMASÍA, Y QUIEREN EVITARLES CUALQUIER TIPO DE FRUSTRACIÓN O TENSIÓN EMOCIONAL»

Y por otra parte, «se los protege en exceso». A los jóvenes no se les refuerza la autonomía, no se les permite, en su opinión, ganar confianza en sí mismos adquiriendo responsabilidades, incorporándose como seres activos y de pleno derecho a la sociedad.

Para él, salvo algunas excepciones, faltan ritos de iniciación al círculo de los adultos. «Los egresados del bachiller anglosajones se toman un año sabático antes de ir a la universidad», remarcó Cyrulnik, y enfatizó: «Se marchan del hogar a otro país del que desconocen su cultura y su idioma. Trabajan, ganan algo de dinero».

Así, al regreso, habrán aprendido idiomas, sufrido ciertas calamidades, y seguramente habrán sido útiles a los demás.

En ese sentido, lo que más critica Cyrulnik es no atender a aquellos chicos «heridos» conociendo el poder de los procesos de la resiliencia, basados en la teoría del apego. Son aquellos niños que sufrieron un desgarro precoz, quizás la pérdida abrupta de un ser querido, o el aislamiento emocional a edad temprana o quizá vivieron condiciones de vida extremas. O nada de todo eso pero se criaron en un entorno desdichado.

El especialista destacó que, a su entender, «los padres tienden a sobreproteger a los hijos en demasía, sufren porque ven sufrir a sus hijos y quieren evitarles cualquier tipo de frustración, tensión emocional, sentimiento negativo. Y el riesgo que se corre (y la factura que se puede llegar a pagar) es que el niño no se desarrolla aprendiendo a afrontar las dificultades con el consiguiente sentimiento de refuerzo para la autoestima personal». Se gestarían así, según él, futuras personalidades inmaduras, dependientes, que se hundirán ante la mínima frustración.

«UN NIÑO FELIZ ESTARÁ EN CONDICIONES PARA APRENDER UN OFICIO, FORMAR UNA FAMILIA A LA QUE NO TRANSMITIRÁ DOLOR, Y HARÁ FELICES A LOS DEMÁS»

La teoría, para el neuropsiquiatra, es sencilla: «Un niño desgraciado por una experiencia traumática será infeliz, hará infeliz a su familia, y de adulto perjudicará a la sociedad».

«Por el contrario, si es feliz, estará en condiciones para aprender un oficio, formar una familia a la que no transmitirá dolor, y hará felices a los demás», continuó. Ahora bien, en el proceso para que se convierta en una persona u otra, el maestro tiene un papel fundamental.

«En Suecia los niños juegan, sonríen, no tienen miedo de los adultos. Su educación está inspirada en la teoría del apego. Pero también el gobierno sueco busca un rendimiento económico. Esos niños que ganaron resiliencia no se convertirán en delincuentes, sino en trabajadores productivos y útiles a la sociedad», sostuvo Cyrulnik.

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