Los dominicanos conmemoran hoy el 176 aniversario de la Constitución de la República, cuyo primer texto emergió entre bayonetas, herido en su pecho por la daga ominosa del artículo 210, asestado por la intolerancia y la ambición, pero erguido por el orgullo de encarnar los nobles ideales de Duarte y los trinitarios.
La Carta Magna ha sido modificada en 39 ocasiones, desde 1854 hasta 2015, la mayoría de las veces para deformarla e inyectar en su savia redentora veneno de codicia y oportunismo, despropósito que ha sido siempre enfrentado por un pueblo que aprendió a equipararla con la propia dignidad humana.
Tal como lo proclama el presidente del Tribunal Constitucional, Milton Ray Guevara: “Los derechos fundamentales son la columna vertebral de todo Estado democrático, de todo Estado social”, prerrogativas que han de estar insertas y garantizadas en el Texto Sustantivo.
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La Constitución de 2010 incluyó nuevos derechos económicos, sociales, culturales, colectivos y difusos, pero al decir del magistrado Ray Guevara lo trascendental y novedoso ha sido que el constituyente no jerarquiza los derechos, sino que considera a todos, los de distintas generaciones, como derechos fundamentales.
Todos los artículos de la Constitución tienen categoría de derechos fundamentales. De ahí el inconmensurable valor de esa institución jurídica como sostén del Estado social y democrático, que es y debe ser la República Dominicana.
Resulta inexplicable que la Carta Magna todavía no sea materia de estudio en las escuelas y colegios de la República, como ordena el propio Texto, una falta imputable al Ministerio de Educación, que debería enmendar inmediatamente.
La permanencia y sostenibilidad de la democracia, la libertad y la justicia social estaría en peligro al paso de los años, si desde hoy mismo no se inicia una cruzada informativa y formativa sobre el contenido de la Constitución, dirigido a niños y jóvenes desde la educación básica, secundaria y universitaria.
Al festejarse hoy el 176 aniversario de la Constitución, se redobla el compromiso de obedecer, defender y proteger ese contrato social, como niñas de propios ojos, porque es el alma de la República y la gran heredad de los fundadores de la nacionalidad.