En los bosques tropicales de sur de México, Centroamérica, y Suramérica viven unas ranas con una asombrosa particularidad: sus órganos internos están a simple vista.
A estos anfibios se lo conoce popularmente como ranas de vidrio porque aunque son de colores verdes brillantes, tienen la piel transparente a la altura del vientre. Esto es lo que permite ver su interior en pleno funcionamiento, lo que despierta la fascinación de científicos y curiosos de todo el mundo.
Uno de los mayores aficionados y estudiosos de estas ranas se llama Brian Kubicki y vive en Costa Rica. Este investigador estadounidense se trasladó hace 18 años a esas latitudes con el objetivo de conocer más y rodearse de estos anfibios de la familia Centrolenidae. De esta forma, busca entender más su genética, su relación con otras especies y su evolución, entre otras cosas.
“No sabemos exactamente la razón por lo cual algunas especies de la familia tienen un vientre totalmente transparente, pero posiblemente esto tiene una función relacionada con el camuflaje o la regulación térmica [de su organismo]”, explica Kubicki.
Según cita Darrel Frost en su último inventario del Museo Estadounidense de Historia Natural en New York, existen unas 150 especies de estas ranas. De ellas, 14 pueden encontrarse en Costa Rica. Y seis las ha descubierto Kubicki con el Costa Rican Amphibian Research Center.
Su última adición a la lista se llama Hyanolinobatrachium dianae y lleva el nombre de su mamá: Diana. “Esta fue observada en tres sitios diferente de la vertiente caribeña de Costa Rica”, explica el científico, quien publicó el hallazgo en la revista Zootaxa. Según detalla, el nuevo registro mide 0.9 pulgadas (2.5 centímetros), tiene ojos blancos con pupilas negras y se diferencia del resto de las especies de ranas de vidrio porque no canta sino que su sonido es más similar al que emiten los insectos.
Otros ejemplos de ranas de vidrio son la Cochranella granulosa y la Sachatamia ilex. “Lo más llamativo de esta última especie son sus grandes ojos reticulados”, comenta el investigador, que asegura que una de las cuestiones que más le sorprende de algunas de estas especies es el cuidado parental. El macho puede cuidar los huevos 24 horas al día hasta que nazcan los renacuajos.
“Mi experiencia está limitada a las 14 especies de ranas de vidrio que son nativas de Costa Rica, pero todas ellas se encuentran con poblaciones estables”, celebra el herpetólogo. Sin embargo, agrega, “creo que el cambio climático podría afectarlas». «Los renacuajos de las ranas de vidrio se desarrollan en las aguas de ríos y quebradas y cuando hay sequias fuertes estas fuentes de agua se pueden secar, por lo que los renacuajos pueden morir”.
El investigador asegura que todo el mundo puede tener un impacto positivo en la vida de estos anfibios y por eso motiva a ser vigilantes a la hora de ver a personas con ranas como mascotas. Además, el biólogo reconoce que todavía hay mucho por estudiar de estas especies y que siempre se están necesitando más recursos para garantizar la continuidad de sus investigaciones.
Por ello, aprovecha para animar a la gente a realizar donaciones. “Siendo un pequeño proyecto familiar operado con un presupuesto limitado, apreciamos cualquier donación financiera que nos hagan llegar para poder continuar con nuestros esfuerzos de investigación y conservación”, cuenta.