El último domingo de enero se celebra el Día Mundial contra la Lepra, cuyo objetivo es concienciar a la sociedad sobre esta enfermedad y reducir el estigma que sufren las personas que la padecen.
En 1991 la Organización Mundial de la Salud programó la eliminación de la lepra para el año 2000, y aunque esa meta no se cumplió, se registraron muchos avances gracias a los esfuerzos conjuntos de varias instituciones y a la distribución gratuita de medicación.
Se trata de una enfermedad infecciosa causada por una bacteria que afecta a la piel y a los nervios periféricos, las mucosas de las vías respiratorias y los ojos. Su tiempo medio de incubación es de cinco años, aunque los síntomas pueden tardar hasta veinte años en aparecer.
No es una patología reciente, se la conoce como el mal bíblico, porque su presencia se documenta en los textos del antiguo y del nuevo testamento, y fue apenas en el siglo XIX cuando comenzó a estudiarse en profundidad hasta conocerse al bacilo de Hansen, que es el que la causa.
¿Cuáles son las armas que podemos esgrimir contra la lepra? La primera de todas y la más efectiva es la información, porque todavía no se ha logrado encontrar una vacuna. La información nos dice que se trata de una patología prevenible, que no es hereditaria, que es curable cuando puede ser fácilmente detectada con una consulta a tiempo al dermatólogo ante cualquier tipo de mancha cutánea que presente insensibilidad.
Es contagiosa cuando se tiene contacto prolongado con un enfermo sin tratar y cuando la persona en contacto presenta un determinado nivel de predisposición a la enfermedad.
Lo más doloroso de la lepra, aparte de las tremendas y lacerantes llagas que inundan el cuerpo del enfermo, es la discriminación y el estigma; hay países donde a los niños leprosos no se les permite asistir a la escuela y a los adultos se los relega o se los encierra en leprosarios.
Prevenir la lepra, tomar conciencia del peligro que representa y combatir el estigma es tarea de todos. No la dejemos avanzar.
Fuente-elCaribe.