Los japoneses no duermen. Eso es lo que todos -especialmente los japoneses- dicen.
No es cierto, por supuesto. Pero como declaración cultural y sociológica es muy interesante.
Mi encuentro con esa intrigante actitud se produjo durante mi primera estancia en Japón a finales de la década de 1980.
En ese momento el país estaba en la cima de lo que se conoce como la economía de la burbuja, una fase de extraordinario auge especulativo.
La vida cotidiana era agitada. La gente llenaba sus calendarios con citas de trabajo y ocio y apenas tenía tiempo para dormir.
Sin embargo, al mismo tiempo, observé a un sinnúmero de personas que dormitaba en los trenes subterráneos. Algunos incluso dormían mientras estaban de pie, y a nadie parecía sorprenderle.
Me pareció contradictorio.
La imagen positiva de la abeja obrera, que reduce el sueño por la noche a su mínima expresión y desdeña dormir hasta tarde en las mañanas parecía estar acompañada de una amplia tolerancia a la llamada ‘inemuri’: siestas en el transporte público y durante las reuniones de trabajo, clases y conferencias.
Hombres, mujeres y niños aparentemente tenían poca inhibición para quedarse dormidos cuando y dondequiera se sentían con ganas de hacerlo.
Si dormir en una cama o un futón era considerado un signo de pereza, ¿entonces por qué dormir durante un evento o incluso en el trabajo no es considerado como una expresión aún mayor de indolencia?
«Colecho»
Esas contradicciones aparentes me llevaron a involucrarme más intensamente en el tema del sueño para mi proyecto de doctorado varios años más tarde.
Las horas de sueño nunca han sido un asunto sencillo, ya sea en Japón o en otro lugar.
Incluso antes de la invención de la luz eléctrica, la evidencia documental muestra que las personas eran regañadas por quedarse hasta tarde en la noche para charlar, beber y otras actividades placenteras.
Sin embargo, los estudiosos -sobre todo los samuráis jóvenes- se consideraban altamente virtuosos si interrumpían su sueño para estudiar, a pesar de que esta práctica no puede haber sido muy eficiente, ya que requerían de aceite para sus lámparas y a menudo se dormían durante las clases.
Otra cuestión interesante es el «colecho».
Hay países en que a los padres se les recomienda que los bebés duerman en una habitación separada para que puedan aprender a ser independientes, estableciendo así un horario regular de sueño.
En Japón, por el contrario, los padres y médicos insisten en que el hecho de que los niños duerman con los padres hasta que tengan por lo menos la edad escolar va a tranquilizarlos y ayudarles a convertirse en adultos independientes y socialmente estables.
Tal vez esta norma cultural ayuda a los japoneses a dormir en presencia de los demás, incluso cuando son adultos: muchos dicen que a menudo duermen mejor en compañía que solos.
Tal efecto se pudo observar en la primavera de 2011, después de la catástrofe del tsunami que destruyó varias ciudades costeras.
Los sobrevivientes tuvieron que permanecer en los refugios, donde decenas o incluso cientos de personas compartieron el mismo espacio de vida y sueño.
A pesar de los diversos conflictos y problemas, los sobrevivientes describieron cómo compartir un espacio comunitario para dormir les proporcionó cierta comodidad y les ayudó a relajarse y recuperar su ritmo de sueño.
No es siesta
Sin embargo, esta experiencia de dormir en la presencia de otros no es suficiente por sí misma para explicar la tolerancia generalizada al inemuri, especialmente en la escuela y en el trabajo.
Después de algunos años de investigación, finalmente me di cuenta de que en un cierto nivel, el inemuri no se considera en absoluto sueño. No sólo es visto como diferente del sueño nocturno en la cama, sino que también se ve como algo diferente a tomar una siesta.
¿Cómo podemos entender esto?
La clave reside en el propio término, que se compone de dos caracteres. «I», que significa «estar presente» en una situación en la que se está alerta, no dormido y «nemuri», que significa» sueño».
A pesar de que la persona que hace inemuri podría estar mentalmente alejada, tiene que ser capaz de volver a la situación social cuando se requiere.
También tiene que mantener la impresión de que encaja socialmente por medio de la postura, el lenguaje corporal y el código de vestir.
Señal de trabajo duro
Hacer inemuri en el centro laboral también se ve como el resultado del agotamiento.
Puede ser justificado porque las reuniones son generalmente largas y con frecuencia involucran simplemente escuchar informes.
Y el esfuerzo realizado para asistir a menudo se valora más que lo que se consigue.
Como me dijo alguien: «Nosotros, los japoneses tenemos el espíritu olímpico: la participación es lo que cuenta».
Cumplir largas jornadas laborales y darlo todo en el trabajo es muy apreciado como un rasgo positivo moral en Japón.
Se ve como una señal de que una persona ha estado trabajando duro, pero aún tiene la fuerza y la virtud moral necesaria para mantenerse a sí mismo y sus sentimientos bajo control»
Alguien que hace el esfuerzo de participar en una reunión a pesar de estar agotado o enfermo demuestra un sentido de la responsabilidad y voluntad de hacer sacrificio.
Por otra parte, la modestia es también una virtud muy valorada.
Por lo tanto, no es posible presumir del esfuerzo. Esto crea la necesidad de métodos sutiles para lograr el reconocimiento social.
Dado que el cansancio y la enfermedad a menudo son vistos como el resultado de los esfuerzos laborales, inemuri -o incluso simular inemuri cerrando los ojos- se ve como una señal de que una persona ha estado trabajando duro, pero aún tiene la fuerza y la virtud moral necesaria para mantenerse a sí mismo y sus sentimientos bajo control.
Por lo tanto, la costumbre japonesa de inemuri no necesariamente revela una tendencia a la pereza.
En cambio, es una característica informal de la vida social japonesa destinada a garantizar el ejercicio de sus funciones regulares, ofreciendo una forma de estar temporalmente alejado dentro de estas funciones.
Y para que quede claro: los japoneses no duermen. Ellos no toman la siesta. Hacen inemuri. No podría ser más diferente.