A 1950 kilómetros de la costa sudoeste de África y a 2900 kilómetros de Sudamérica –en el corazón del Océano Atlántico Sur- se ubica la isla deSanta Elena. Con una superficie de un poco más de 120 kilómetros cuadrados, este territorio británico posee una riqueza cultural e histórica única.
Una belleza natural majestuosa convierte a este archipiélago volcánico en un destino imperdible. Sin embargo, su locación recóndita y el largo trayecto para llegar allí hacen que el turismo sea escaso.
Este paraíso subtropical, que en un mapa aparece como un pequeño puntito en el medio del océano, parece estar alejado de todo. Tan recóndita es su ubicación que fue elegida para el exilio del mismísimo Napoleón Bonaparte, quien llegó en el año 1815, y permaneció allí hasta su muerte en 1821. Todavía pueden apreciarse las propiedades del emperador francés, desde le pavillon des Briars y la Casa de Longwood -su residencia- hasta su tumba.
A 1950 kilómetros de la costa sudoeste de África y a 2900 kilómetros de Sudamérica –en el corazón del Océano Atlántico Sur- se ubica la isla deSanta Elena. Con una superficie de un poco más de 120 kilómetros cuadrados, este territorio británico posee una riqueza cultural e histórica única.
Una belleza natural majestuosa convierte a este archipiélago volcánico en un destino imperdible. Sin embargo, su locación recóndita y el largo trayecto para llegar allí hacen que el turismo sea escaso.
Este paraíso subtropical, que en un mapa aparece como un pequeño puntito en el medio del océano, parece estar alejado de todo. Tan recóndita es su ubicación que fue elegida para el exilio del mismísimo Napoleón Bonaparte, quien llegó en el año 1815, y permaneció allí hasta su muerte en 1821. Todavía pueden apreciarse las propiedades del emperador francés, desde le pavillon des Briars y la Casa de Longwood -su residencia- hasta su tumba.
Una de sus mayores ventajas es también su más grande desventaja. Aquí uno no se va a encontrar con miles de molestos turistas con selfie sticks, pero esto se debe al dificultoso y largo trayecto que se debe atravesar para llegar a esta isla de 4.200 habitantes: se debe abordar el RMS Saint Elena, uno de los últimos remanentes de la flota de barcos de la corona británica Royal Mail. Esta travesía dura cinco días y medio desde Ciudad del Cabo en Sudáfrica.
Las esperanzas de que esta isla casi inaccesible se abra al mundo florecieron a principios de este año, cuando se completó la construcción -con un costo de 250 millones de libras esterlinas- de un aeropuerto financiado por el gobierno inglés. Comair, una aerolínea sudafricana que opera vuelos de British Airways, había anunciado que lanzaría vuelos todos los sábados por la mañana desde Johannesburgo en un Boeing 737-800 con capacidad para 120 personas. También habría un vuelo mensual desde Londres, operado por Atlantic Stars.
Sin embargo, no todo parece haber ido acorde a lo planeado. Fuertes vientos y turbulencias casi provocaron un accidente fatal durante el aterrizaje de un vuelo de prueba, que logró tocar tierra recién luego del tercer intento. La inauguración oficial del aeropuerto fue entonces pospuesta hasta que se logre idear una solución para este problema, y los lores -especialmente los pertenecientes al Partido Conservador, están preocupados de que este proyecto millonario se convierta en un «elefante blanco».
Es por esto que el futuro turístico de Santa Elena es incierto, por lo que los tres hoteles de la isla y su pequeño número de hospedajes bed & breakfast no lograrán llenar su cupo, y las playas, selvas y acantilados de este remoto refugio permanezcan libres de masas de turistas, por lo menos por un tiempo.