Ya no es ningún secreto que China, conocida hasta no hace mucho como el gigante dormido, ha despertado para convertirse en la actualidad en una de las potencias más prometedoras del globo.
Apalancada en una industria que parece no conocer límites en su capacidad productiva y una inmejorable posición en lo que respecta a costos de elaboración, la nación asiática es hoy una de las que mayor cantidad de inversiones extranjeras atrae, con una variedad de industrias que elaboran productos de dudosa calidad hasta los bienes de consumo más codiciados del mundo como los populares iPhone y iPad.
Sin embargo, este crecimiento descomunal a lo largo de las últimas décadas ha venido marcado por criticas de la comunidad internacional en lo que respecta a condiciones laborales muy por debajo de la media que se acostumbra a ver en occidente, sumado a serias violaciones a la propiedad intelectual de bienes producidos por firmas europeas y norteamericanas.
Una de las industrias más afectadas es la de la moda, más precisamente ese sector de lujo compuesto por firmas como Louis Vuitton, Fendi, Prada, Gucci y otras empresas de reconocida trayectoria que han vestido a mujeres y hombres de alto poder adquisitivo en algunos casos por más de un siglo.
Copias de llamativa calidad de sus productos, que van desde bolsos y carteras, hasta relojes, prendas de vestir de alta costura y perfumes inundan los mercados ilegales de las principales capitales del mundo, en muchos casos siendo comercializados a sólo metros de las millonarias tiendas que las firmas en cuestión poseen en las grandes urbes.
El mundo de los vehículos parecería protegido en teoría de estos «doppelgänger» automovilísticos, pero en un país donde las leyes que protegen la propiedad intelectual sólo lo hacen en teoría y existe una cultura de la falsificación que es avalada en todos los estratos de la sociedad, sumado al hecho de que representa una poderosa industria en si misma, generando un entorno perfecto para que las réplicas inunden el mercado oriental.
En la mayoría de los casos las copias no representan un real competidor para el modelo original en el cual se inspiraron, lo cual no quita que fabricantes de la talla de Land Rover, Rolls Royce y MINI entre tantos otros hayan iniciado acciones legales contra empresas chinas, las cuales en la mayoría de los casos no prosperan debido a la complicidad del gobierno.
En definitiva serán los mismos consumidores quienes decidirán si están dispuestos a sacrificar aspectos fundamentales como seguridad y confiabilidad a cambio de un modelo que aparenta ser algo que en el fondo no es.