En ocasiones es una silueta con falda y otra con pantalón, otras veces los clásicos símbolos de género (ese círculo del que cuelga una cruz o una flecha) o cosas más imaginativas. Esas formas de identificar en los bares los baños para hombres o para mujeres en restaurantes y otros lugares públicos van a desaparecer de los aseos individuales de Nueva York.
El alcalde, Bill de Blasio, acaba de firmar la legislación por la cual obliga a que los baños de un solo ocupante sean unisex y como tal se identifiquen. Así que cuando uno se encuentre ante dos puertas contiguas con el símbolo WC, en lugar de aparecer una señal femenina y otra masculina en cada una de ellas, ambas informarán de que cualquier persona, independientemente de su identidad de género, es bienvenido. Lo que hay detrás es un espaldarazo a los derechos de las personas transgénero. Este mismo mes el Ayuntamiento de la ciudad también impulsó la primera campaña pública de Estados Unidos en la que pide que los neoyorquinos utilicen los cuartos de baño correspondientes al género con el que se sientan identificados. Porque los transgénero ya pueden casarse y, desde el 30 de junio, servir en el Ejército, pero se siguen encontrando problemas en los lavabos públicos.
“Cada día, los transgénero deben luchar contra el hecho de que sus elecciones les lleven al acoso o algo peor, y designar los baños individuales como sexualmente neutros es una forma de crear un entorno más amable”, resumió Daniel Dromm, miembro del Consejo Municipal.
Hoy, Estados conservadores como Carolina del Norte o Misisipi han aprobado normas en las que exigen que uno vaya al baño propio del sexo con el que nació. En contraste, la Administración de Obama firmó una orden ejecutiva para que todos los edificios federales tengan un baño unisex. Los baños públicos se han convertido, en resumen, en el campo de la batalla por los derechos civiles en Estados Unidos: lo fueron cuando las mujeres reclamaron poder usarlos en su lugar de trabajo o cuando los negros lucharon contra la segregación.