Central Park, el oasis verde de Nueva York, necesita 300 millones de dólares

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El castillo Belvedere de Central Park parece indestructible; es una fortaleza de piedra que domina al Great Lawn. Pero el viejo edificio de 144 años tiene tantas filtraciones que parece un colador.

“Llueve adentro del edificio”, dijo durante una visita guiada Douglas Blonsky, el presidente y director ejecutivo de Central Park Conservancy, el custodio privado del parque.

El Conservancy Garden de la Quinta Avenida todavía se llena de flores, pero el pavimento roto no se ha reparado desde la década de 1930 y sus elegantes fuentes necesitan reparaciones constantes, pues las tuberías datan de la época de Robert Moses.

El Ravine de la calle 104, con su caudalosa caída de agua, tiene estanques tapados con sedimentos y necesita ser dragado.   Central Park puede parecer un oasis bucólico y, sin duda, es uno de los parques urbanos más exitosos del país.

Pero según los expertos, está sufriendo los efectos debilitantes del tiempo y del uso moderno, y se deteriorará mucho más a menos de que sus estructuras históricas y sus paisajes se restauren. El Central Park Conservancy tiene planes para mejorar el parque, pero para cumplirlos necesita 300 millones de dólares y 10 años de trabajo.

El plan de conservación se titula “Siempre verde: asegurando el futuro de Central Park” y puede sonar exagerado, como si fuese un esfuerzo de los neoyorquinos ricos por arreglar su patio trasero mientras otros barrios piden a gritos mejores espacios abiertos.

Tan solo hace cuatro años, la institución recibió 100 millones de dólares de John A. Paulson, un administrador de fondos de inversión.   No obstante, otros argumentan que el parque ha sido víctima de su propio éxito. Gracias a las mejoras que le han hecho a lo largo del tiempo, el número de visitantes anuales se disparó: de 12 millones en 1981 a 42 millones.

“Lo han pisoteado a muerte: la afluencia de visitantes ahora es mayor que nunca en su historia”, dijo Adrian Benepe, excomisionado de los parques de Nueva York, quien ahora es director de desarrollo de parques urbanos en Trust for Public Land.

“Esta es la gran obra maestra estadounidense del siglo XIX porque estableció un estándar para los grandes parques urbanos que se ha replicado alrededor del mundo”.

Ethan Carr, historiador y conservacionista, dijo que el parque requiere reparaciones constantes. “Hubo décadas en las que se aplazó el mantenimiento”, dijo Carr, quien editó el octavo volumen de los Ensayos de Frederick Law Olmsted, el reformador social que diseñó Central Park con el arquitecto inglés Clavert Vaux.

“El mantenimiento es una responsabilidad enorme y el Central Park Conservancy ha estado encargada de esta tarea”.   El Central Park Conservancy ha funcionado como el custodio de Central Park desde 1980 y ahora tiene un presupuesto anual de 65 millones de dólares para gastos de operación; el 25 por ciento del presupuesto proviene de la ciudad mediante un acuerdo de administración por 10 años que se renovó en 2013.

La organización tiene que recaudar el 75 por ciento restante a través de aportes privados.   Hasta el momento han logrado reunir 112 millones de los 300 millones de dólares que necesitan; esta cifra incluye los 25 millones que ya donó la fundación de la Familia Thompson, que también financiará la restauración del castillo Belvedere y el distrito infantil del parque.

La intención de los diseñadores del parque iba más allá de un paisaje pastoral para promover una vida mejor y más civilizada para los ciudadanos.

El Dairy (la lechería) en el extremo sur, por ejemplo, se construyó en 1870 para que los granjeros pudieran traer leche fresca para los niños. Hoy la estructura de piedra y madera necesita puertas nuevas, ventanas y escaleras; los pisos se caen y la galería necesita una mano de pintura.   El Naumburg Bandshell, un lugar para conciertos gratuitos, necesita una fachada nueva, un escenario y mejoras en su infraestructura.

La nueva campaña tiene como objetivo que los arcos, puentes y arroyos regresen a la versión original de Olmsted y Vaux, inspirada en los bosques Adirondacks y las montañas Catskills, tal y como se representan en la pintura “Kindred Spirits” de Asher Brown Durand.

Los diseñadores querían que esos espacios “fueran como los Adirondacks para la gente de la ciudad de Nueva York que no podía permitirse ir a los Adirondacks reales”, comentó Blonsky.

A pesar de haber comenzado a trabajar en la conservación del parque hace 31 años y caminar cerca de 9.6 kilómetros diarios por sus instalaciones, Blonsky aún conserva su asombro por el lugar.   “Nunca te das cuenta de que estás en la mitad de Manhattan”, dijo, mientras camina cuesta arriba en un sendero de tierra.

“Esa es la belleza del parque. Todo se planeó para parecer que era obra de Dios”.

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