Especial por Enrique Garabetyan) Infinidad de padres de todo el mundo agradecerán, y utilizarán, una reciente comprobación hecha por expertos de la Universidad de Montreal, Canadá que comprobaron que «cantarle» a los bebes que lloraban, resulta más efectivo que «hablarles» para contenerlos.
Según la Profesora Isabelle Peretz, directora del Centro Universitario de Investigaciones del Cerebro, la Música y el Lenguaje de dicho Universidad, «hay muchos estudios hechos acerca de cómo el canto y la palabra afectan a los bebés. Pero nosotros queríamos saber cómo contribuyen estas dos acciones al autocontrol emocional de chicos de menos de un año de edad».
Para eso, trabajaron con 30 bebés saludables de entre 6 y 9 meses de edad. Y el estudio y sus atractivas conclusiones se publicaron en la revista médica especializada «Infancy»
LIGADOS A LA MÚSICA
En concreto se sabe que las personas tenemos naturalmente una ligazón especial con la música, algo que se ve en adultos en actos tales como seguir el ritmo con el pie, mover la cabeza, o tamborilear con los dedos al compás de determinados ritmos.
La experta canadiense destacó que los pequeños no logran, todavía, sincronizar sus conductas externas con la música que escuchan, en parte porque aun no tienen las requeridas habilidades físicas y mentales. Pero la mayor falta de desarrollo la tienen en las habilidades físicas, ya que el estudio realizado por la universidad canadiense parece sugerir que ya poseen, a esa edad, capacidad mental para «engancharse» con el ritmo.
Entre las precauciones tomadas por los investigadores para minimizar las influencias externas y personales durante el estudio, estaban las siguientes: tanto la música como el discurso hablado para calmarlos se hizo en un idioma completamente extraño para las familias de los bebés, de manera tal de que no hubiera familiaridad alguna con los sonidos. Y los discursos fueron grabados por locutores completamente ajenos a cada familia.
Por otra parte, también se cuidó que los bebes, al momento de la prueba, no estuvieron expuestos a otros estímulos. Así, aunque los padres de cada chico permanecían en la sala en la cual se hicieron los ensayos, permanecieron sentados detrás de los bebés, de manera tal de que los chicos no pudieran percibir las expresiones faciales de sus papás.
EL EXPERIMENTO
En concreto, lo que se hizo fue esperar a que cada uno de los bebes comenzar a dar muestras de incomodidad, y estuviera a punto de comenzar a llorar. En ese momento se hacían una de dos cosas:
– se le comenzaba hablar en forma calmada (en turco).
– se le hacía escuchar una canción infantil (cantada en turco).
Y lo que se comprobó fue de que los bebes que escuchaban las canciones permanecían calmados por, prácticamente, el doble de tiempo en el cual permanecía en calmados al escuchar la palabra hablada.
Así, tras escuchar la canción, en promedio los bebes se calmaron por un tiempo de nueve minutos. En cambio tras escuchar el discurso hablado, la calma de los chicos no llegó, en promedio, a alcanzar los cinco minutos.
También resultaron especialmente eficaces las canciones cantadas en un idioma extraño pero con un ritmo y letra simples y repetitivas.
Según los expertos, «estos descubrimientos son importantes porque, al menos en las culturas de Occidente, lo usual es que las madres les hablen a sus bebés, en lugar de cantarles y, de esa manera, pierden parte de las importantes propiedades regulatorias de la emoción que aporta el canto.
Según las conclusiones de Peretz, «sabemos que el autocontrol emocional aun no está desarrollado en chicos de esa edad pero creemos que cantarle a los bebés contribuye a desarrollar y estimular esta capacidad de autocontrol».
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