Los dos mandatarios intercambiarán sus respectivas «posiciones» sobre cuestiones bilaterales, con la intención de «asegurar la paz», explicó el portavoz de Ma, Charles Chen, y precisó que no se firmarán acuerdos ni habrá declaración conjunta.
El líder nacionalista Chiang Kai-shek y sus fuerzas huyeron a Taiwán para establecer un gobierno separado del de China, tras perder la guerra civil contra los comunistas de Mao Zedong en 1949. China aún considera a Taiwán como parte de su territorio, pendiente de reunificación.
Las relaciones han mejorado desde la llegada al poder en Taiwán de Ma en 2008. Su partido, el Kuomintang (KMT), mantiene vínculos con Beijín.
Ma abandonará el cargo el año que viene, tras dos mandatos presidenciales, el máximo legal. La principal formación opositora, el Partido Progresista Democrático (DPP), con una actitud más desconfiada respecto de China, es la favorita para alzarse con la victoria en las elecciones de enero.
El portavoz del presidente taiwanés indicó que el objetivo del encuentro es «garantizar la paz y mantener el status quo del estrecho de Taiwán», que separa a ambos países. «No se firmará ningún acuerdo ni se difundirá ningún comunicado común», insistió.
Un vocero del DPP declaró a la prensa local que el partido no realizará comentarios sobre el encuentro hasta que no se conozcan más detalles.
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El KMT sufrió su peor derrota en una elección local el año pasado. Su estrategia de acercamiento a China tuvo un importante papel en este revés electoral. El diálogo, de hecho, ha propiciado la venida a la isla de numerosos turistas, pero muchos votantes consideraron que quienes más se beneficiaron fueron las grandes empresas y no la población en general.
También se ha criticado la falta de transparencia. Así, el año pasado tuvo lugar una inédita ocupación del Parlamento por parte de estudiantes que protestaban contra un tratado comercial, afirmando que se había elaborado en secreto.
No obstante, Ma –cuyo partido, contrariamente al DPP, adhiere al llamado «consenso de 1992″– ha defendido en varias oportunidades su política de acercamiento a China, con el argumento de que ha brindado estabilidad a la región.
En 1992, se alcanzó un consenso entre las dos partes que establecía el concepto de una «China única», una formulación suficientemente equívoca para poder ser interpretada de manera diferente de un lado y del otro del estrecho de Taiwán.
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