Uno de los mecanismos más desconocidos del cáncer es su capacidad para extenderse por el organismo. Cómo y por qué se originan las metástasis siguen siendo, en buena medida y pese a los avances logrados, incógnitas para la ciencia. Pero esta semana, un equipo de científicos del Instituto de Investigación Biomédica de Barcelona (IRB) ha descubierto uno de los factores que determinan esta diseminación de los tumores.
Sus investigaciones se han realizado principalmente en ratones, pero los científicos esperan que los hallazgos supongan un «avance significativo» para el abordaje del cáncer en humanos, tal y como señalan en las páginas de la revista Nature.
En concreto, los investigadores del IRB, liderados por el investigador ICREASalvador Aznar-Benitah, han identificado un tipo de célula -una subpoblación de células CD44+- que expresa altos niveles de un receptor de ácidos grasos (denominado CD36) y tiene una «habilidad única» para iniciar metástasis.
Según explican, la actividad de este receptor, directamente implicado en el metabolismo de las grasas, es fundamental para iniciar el proceso de diseminación del cáncer. «Se conocían otros mecanismos implicados en la metástasis pero, por primera vez, hemos identificado a un grupo de células cuya acción es clave ya que hemos demostrado que, si las eliminamos, el tumor pierde la capacidad de generar metástasis«, señala Aznar-Benitah a este medio.
Lo primero que llamó la atención del grupo, añade el científico, fue la estrecha relación entre la proteína CD-36 y los lípidos, por lo que el equipo quiso comprobar hasta qué punto una dieta rica en grasas tenía un efecto directo sobre las metástasis.
Para averiguarlo, sometieron a una muestra de ratones a una alimentación muy abundante en grasas -un 15% más del consumo normal o lo que se conoce como ‘dieta de cafetería’-, tras lo que inocularon a cada animal un tipo de cáncer oral. Por los datos previos, los investigadores sabían que en condiciones de dieta habituales, el 30% de los animales desarrollaría metástasis. Sin embargo, vieron que con la dieta rica en grasas hasta el 80% de los ratones tenían metástasis y éstas eran de mayor tamaño.
También quisieron comprobar el efecto de un ácido graso específico, el ácido palmítico, que procede del aceite de palma y se emplea frecuentemente en los productos procesados, como la bollería. Lo probaron en ratones que previamente llevaban una dieta normal y vieron que la frecuencia metastásica también aumentaba drásticamente, pasando del 50% al 100%.
«Nuestro trabajo con animales señala que existe una relación entre el consumo de grasas y la potenciación de las metástasis a través de CD-36», explica Aznar-Benitah, quien subraya que es clave seguir investigando esta asociación dado el alto consumo mundial de grasas saturadas y azúcares.
Identificación
En sus primeros experimentos, los investigadores localizaron las células metastásicas CD-36 positivas en muestras de pacientes con carcinomas orales con distitos grados de agresividad. Pero posteriormente comprobaron que su presencia y efecto son los mismos en otros tipos de tumores, como el melanoma y el cáncer de mama luminal. Además, varios análisis estadísticos también demostraron que metástasis de otros tipos de tumores, como el carcinoma de ovario, vejiga y pulmón también dependían directamente de la actividad de CD-36.
«Pensamos que el factor determinante de CD-36 es un mecanismo general de las metástasis, que puede estar presente en todos los tipos de cáncer», señala Aznar-Benitah. Al igual que muchos tumores presentan una mutación en P53, es posible que el metabolismo lipídico sea el que abre la puerta a las metástasis en los distintos tumores«, añade.
Los investigadores esperan que, a raíz de su descubrimiento, esta línea de investigación avance y se investigue a fondo el potencial de CD-36 como diana para luchar contra las metástasis.
De momento, el equipo del IRB ya ha demostrado que se puede bloquear la acción de la citada proteína -lo han conseguido mediante el uso de anticuerpos en modelos de ratón- y que ese bloqueo se traduce en un ‘freno’ de las metástasis, tanto en ratones inmunodeprimidos como en los que tienen las defensas en buen estado.
La efectividad de estas terapias, que no mostraron ningún efecto secundario intolerable, también se probó en células humanas de melanoma y cáncer de mama, lo que sugiere que podrían tener un gran impacto en la práctica clínica.
Sin embargo, Aznar-Benitah advierte de que todavía faltan muchos pasos para que sus hallazgos lleguen a las consultas. «Los anticuerpos que hemos utilizado sólo pueden usarse en investigación, no son aptos para utilizarlos en personas. Hemos demostrado una prueba de concepto, pero hay que seguir investigando». En ese sentido, el IRB ha anunciado que ha solicitado la protección por patente de los resultados y los investigadores están trabajando con la empresa MRC Technology, del Reino Unido, en el codesarrollo de anticuerpos contra CD-36 que sí puedan utilizarse en el tratamiento de pacientes oncológicos.