Todo empezó este jueves con un nuevo tuit. Donald Trump escribió apelando a su estilo desenfadado que «Estados Unidos debe reforzar en gran medida y expandir sus capacidades nucleares hasta que el mundo entre en razón respecto a las armas atómicas».
No es la primera vez que toca el tema nuclear. Durante la campaña electoral lo hizo en más de una ocasión, la diferencia esta vez está en el hecho de que en menos de un mes será el presidente de Estados Unidos.
Pero el aspecto que añade más preocupación al asunto es que hubo una respuesta del rival histórico de Estados Unidos. En su última rueda de prensa de 2016, su contraparte ruso, Vladimir Putin, rápidamente respondió que su país es «más fuerte que cualquier potencial agresor», debido a que -afirma- ha modernizado sus misiles nucleares y otras fuerzas.
Además, el jefe del Kremlin apuntó que han «avanzado en el perfeccionamiento» de su tríada nuclear, conformada por aviones con capacidad para llevar ojivas, los misiles intercontinentales en tierra y sus submarinos atómicos. Putin también dijo que poseen un sistema que es más efectivo que el escudo antimisiles. (Un concepto por cierto, el de tríada nuclear, que Trump pareció no comprender en uno de los debates con sus contrincantes por la nominación republicana)
En menos de 24 horas los líderes de las dos principales potencias nucleares (a partir del próximo 20 de enero) se enfrascaron en una retórica digna de la peor etapa de la Guerra Fría.
Trump siguió calentando el discurso este mismo viernes desde su resort en West Palm Beach al indicar que EEUU superará a cualquier adversario en una posible carrera nuclear -y en una frase que sonó a amenaza- cerró diciéndole a una periodista de MSNBC que si las cosas van por ese camino entonces «que haya una carrera armamentista».
Lo que indican los expertos en el tema, es que el uso de la retórica populista para temas de seguridad internacional puede ser contraproducente e incluso peligroso para la estabilidad global.
El peligro de tuitear sobre armas atómicas
La diferencia radica en que el presidente electo puede hablar -o tuitear- sobre temas como intervencionismo, cuestionar a la Alianza Atlántica, OTAN, o de revaluar sus relaciones con Putin sin ningún problema o impacto internacional, ya que se trata de asuntos abstractos que no generan una reacción hasta tanto no se produzca una medida concreta.
Con el tema nuclear, las cosas cambian. Aunque se trata de un tuit, se está en una nueva dimensión de asuntos estratégicos y lo que ha sucedido este viernes es una prueba clara: Putin reaccionó rápidamente, cosa que no hizo cuando Trump tocó el tema como candidato.
El otro elemento que complica las cosas está en el hecho de que lo dicho en las últimas horas contraviene décadas de política dirigida a desinflar tensiones, años de negociaciones que han rendido frutos en el ámbito del desarme nuclear.
Y más aún si se parte del hecho de que el presidente Barack Obama lo que ha intentado es justamente desmontar los últimos muros de la Guerra Fría: «De todas las amenazas a la seguridad global y a la paz, la más peligrosa es la proliferación y potencial uso de armas nucleares», escribió el presidente saliente el pasado mes de marzo en un artículo exclusivo para The Washington Post.
Obama -apelando a una idea que partió del presidente republicano Ronald Reagan- intenta consolidar una política que busca la eliminación total de armas nucleares de la faz de la Tierra.
Pero esto podría cambiar a partir de enero.
Los esfuerzos concretados en la llamada Agenda de Praga de este año donde 50 líderes mundiales se comprometieron a prevenir que terroristas obtengan y usen armas atómicas, pueden verse comprometidon con la retórica nuclear de Putin y Trump.
En especial, significa una patada a los nuevos acuerdos START que establecen que para el año 2018 el número de cabezas nucleares desplegadas por Rusia y EEUU estarán en sus niveles más bajos desde la década de 1950.
Pero además representa un pésimo ejemplo al espíritu del Tratado de no Proliferación Nuclear, que busca justamente evitar que nuevos países se incorporen al exclusivo club de potencias atómicas (Rusia con 7,300 ojivas, EEUU con 6,970, Francia con 300, China con 260, Reino Unido con 215, Pakistán 110-130, India 110-120, Israel con 80 y Corea del Norte con unas 10, según datos de la Campaña Internacional para Abolir las Armas Nucleares)
Trump no solo ha tuiteado en las últimas horas sobre expandir la capacidad nuclear de EEUU, sino que ya durante la pasada campaña estuvo ampliamente de acuerdo con que naciones aliadas como Japón, Arabia Saudita y Corea del Sur tengan su propio arsenal atómico bajo la justificación de que el país gasta mucho dinero protegiéndolos: «No podemos costearlo más», dijo en marzo.
Esto sin agregar su férrea posición al pacto multilateral que logró que Irán frenara su carrera para fabricar una bomba atómica, uno de los éxitos de Obama en su agenda internacional.
El regreso de la Guerra Fría tal como fue concebida en el siglo XX es difícil de imaginar ahora. Pero una nueva etapa de tensiones entre EEUU y Rusia es más concebible si se parte de lo que ya se conoce: Trump ha escogido a militares de línea dura para puestos clave de seguridad y defensa.
Tal como escribió este viernes para el diario británico The Guardian el reconocido reportero en temas internacionales e intervencionismo Simon Jenkins «una carrera de armas nucleares con Rusia es un terrible eco del siglo XX en su peor cara. Es estúpida, antieconómica y da un mal ejemplo al mundo».