Para los jóvenes las esperanzas siguen truncadas y para los mayores la provincia de Pedernales le hace honor al letrero de recibimiento para sus visitantes que reza que se ha llegado a “un remanso de paz”. Sin embargo, todos coinciden en que se hace urgente una mayor acción del Gobierno para comenzar a ver el inicio de fuentes de trabajo ya sea con el turismo, con la minería o con la agricultura o la construcción.
Aunque parezca una paradoja, el municipio cabecera de Pedernales es una muestra de un paraíso perdido. Llegar hasta esta zona fronteriza con la República de Haití por toda la costa Sur se torna una aventura de gran importancia.
Se requieren más de cinco horas rodando por una carretera oscura de noche que luce ancestral en algunos tramos, y tortuosa por las curvas, en otros, no por hoyos, sino por su estrechez y por sus laderas sin protección frente a precipicios o por estar con malezas y árboles que chocan con los espejos retrovisores de los vehículos. Nada más lejos que cualquier viso de desarrollo.
Todo esto deja claro que el Estado dominicano necesariamente tendrá que impulsar un proceso de construcción de infraestructuras que dé empleos a los jóvenes y que facilite la vida al resto de sus pobladores con préstamos blandos para la creación de pequeños negocios.
Lejos queda aquel pueblo pequeño, parecido a una aldea, donde todo el mundo se conocía y donde una parte de sus poblablores vivían opulentos de la actividad minera. La compañía Alcoa Exploration pagaba los mejores salarios de todo el país, en un tiempo donde los maestros ganaban RD$60 al mes y un empleado senior ganaba más de RD$550 mensuales, tenía facilidad de una vivienda casi de lujo para la época, movilidad por la vía aérea para la familia completa, seguro médico, escolaridad bilingüe, un cine, becas universitarias, y disponían de un supermercado con productos de calidad y de todo tipo, entre otras ventajas colaterales. Hoy día los empleos escasean, los vendedores ambulantes tienen poca movilidad de dinero y las esperanzas de los pobladores que ya son más, porque de siete sectores hoy se contablizan 22, están cifrados en el desarrollo de la actividad turística y en la generación de nuevos puestos que ya no ofrece la minería, ni la cementera, ni la zona franca dedicada a la clasificación de ropas de pacas. Pues no hay manufactura textil. Antes, por los años 80 y 90 aun había un cine con películas de estreno, un teatro, un club sociocultural en apogeo, una banda de música que daba conciertos todos los domingos; una escuela de música, se aprendía pintura y labores manuales domésticas en las escuelas. Hoy día todo esto ha involucionado.
Los empleos son menos por la paralización de la empresa minera y los problemas de la única cementera de la provincia. Solo queda como esperanza el turismo que puede ser desarrollado de forma ecológica por las características de la zona que tiene una alta proporción territorial de áreas protegidas, microclima, un polo magnéntico en Aceitillar, Cabo Rojo y especies endémicas.
Otros atractivos son las playas, entre las que figura Bahía de las Águilas, y Cabo Rojo; también, el Hoyo de Pelempito, cuevas, una laguna, dos islas (Beata y Alto Velo); minas de bauxita y de mármol y piedras, pequeña agricultura, un aeródromo, muelle de un calado de 10.9 metros y una longitud de muelle de 100 metros, construido por la Alcoa, para la exportación de bauxita y piedra caliza, según datos de la comisión presidencial para la modernización y seguridad portuaria.
Recientemente, el ministro de Energía y Minas, Antonio Isa Conde, reveló que el Gobierno se propone iniciar un plan integral en breve, para de esa forma integrar a las personas al trabajo. En la actualidad, más de 400 empleados se encuentran suspendidos de sus labores en una de las empresas radicadas aquí, lo que se traduce en una parálisis mayor para la empobrecida economía de sus pobladores..
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