La primera pista sobre estas nuevas lunas se tuvo la pasada primavera, cuando un equipo del estadounidense Instituto Carnergie dirigido por Scott Sheppard examinaba el cielo en busca de objetos muy lejanos, como parte de la «caza» de un posible planeta más allá de Plutón, conocido como planeta X o nueve.
El Centro de Planetas Menores de la Unión Astronómica Internacional usó los datos obtenidos para calcular las órbitas de la nuevas lunas, un proceso que se prolongó un año. Según explicó uno de sus expertos, Gareth Williams, «hacen falta varias observaciones para confirmar que un objeto realmente orbita Júpiter.
Nueve de las lunas son parte de una nube exterior que orbita Júpiter en dirección contraria al giro del planeta, tardan unos dos años en darle la vuelta y se cree que son los restos de tres cuerpos celeste más grandes que se rompieron por colisiones
Otras dos forman un grupo interior más cercano a Júpiter al que orbitan en la misma dirección que la rotación del planeta, con distancias orbitales y ángulos de inclinación similares, por lo que también podrían ser parte de una luna mayor.
La última luna es «realmente un bicho raro», en palabras de Sheppard, quien explicó que se trata de una luna que tiene una órbita que no se parece a ninguna de los otros satélites de Júpiter.
Y es que Valetudo (nombre propuesto en honor a la diosa de la salud y la higiene, bisnieta del dios romano Júpiter) mide solo un kilómetro y medio de diámetro, por lo que es probable que sea la luna más pequeña de Júpiter.
Pero lo más llamativo es su órbita, pues gira alrededor de Júpiter en la misma dirección que el giro del planeta, o lo que es lo mismo, se mueve en dirección contraria que las del resto de su grupo, por lo que se cruza con ellas y hace mucho más probable que se produzcan colisiones frontales.
El equipo considera que esta pequeña luna «extravagante» podría ser el último remanente de una satélite mayor que formó parte de alguno de los grupos lunares.
Por ejemplo, saber que en los diversos grupos orbitales de Júpiter siguen siendo abundantes la lunas más pequeñas «sugiere» que las colisiones de las que se originaron ocurrieron después de la era de la formación del planeta, cuando el Sol todavía estaba rodeado por un disco giratorio de gas y polvo del cual nacieron los planetas.
El descubrimiento inicial de la mayor parte de las nuevas lunas de Júpiter si hizo con el telescopio Víctor Blanco, de Cerro Tololo, en Chile, que recientemente fue mejorado con una cámara de energía oscura, que le convierte en «una potente herramienta» para vigilar el cielo nocturno en busca objetos débiles, en referencia a su brillo.