A pesar de las críticas que a diario se hacen a la dinámica de nuestra economía, la realidad es que los inversionistas extranjeros nos observan con admiración por el favorable desempeño de los principales indicadores macroeconómicos, especialmente, durante los últimos seis años.
Cada vez que recibo a inversionistas financieros, generalmente fondos de inversión que tienen posiciones tenencias de bonos globales de República Dominicana, la visión que tienen de nuestra economía toma distancia de la imagen negativa y cuasi-catastrófica que analistas, políticos y economistas de oposición dibujan a diario en sus declaraciones a la prensa, radio, televisión y redes sociales.
Los inversionistas extranjeros sustentan sus ponderaciones a partir, fundamentalmente, de los Reportes del Staff del FMI realizados luego de las visitas consultas del Artículo IV, realizadas en cada uno de los países de la región. Usted puede tener o no diferencia con esos reportes, pero tendrá necesariamente que reconocer que son los análisis más precisos, serios y completos sobre las economías de los países de la región. ¿Qué podemos concluir cuando contrastamos los indicadores del FMI correspondientes a la República Dominicana con los de los países de Centroamérica, por ejemplo?
En primer lugar, la economía dominicana, con 6.2% de crecimiento anual promedio en el período 2012-2018, es la que registra el mayor crecimiento, seguida por Panamá, con 5.8%. El crecimiento del PIB real en República Dominicana ha sido casi el doble del promedio anualizado de 3.5%, que registraron en conjunto Costa Rica, Guatemala, El Salvador, Honduras y Nicaragua durante los últimos 6 años.
El ingreso per cápita de la República Dominicana, medido en dólares corrientes de paridad de poder adquisitivo (PPP), alcanzará este año US$18,116, por debajo únicamente de Panamá (US$26,980), y superando, por primera vez, al de Costa Rica (US$17,669). Mientras en el 2012, el ingreso per-cápita en dólares corriente de PPP de República Dominicana era el noveno más elevado de la región, este año terminará como el sexto más elevado, por debajo únicamente de Panamá, Chile, Uruguay, Argentina y México, superando a Costa Rica, Brasil, Colombia y Perú. Haber pasado de la novena posición a la sexta en apenas 6 años es un resultado realmente espectacular.
Pero estos no son los únicos indicadores que atraen a los inversionistas extranjeros. Uno de los indicadores que pasa más desapercibidos internamente, pero no así para los que deben tomar en el exterior decisiones sobre donde invertir su liquidez, es la extraordinaria diversificación de la economía dominicana. Las economías caracterizadas por sectores muy dominantes, y con una participación exagerada en el PIB, suelen ser muy sensibles a choques externos que ejerzan tensión sobre esos sectores. Tal es el caso de las economías donde el petróleo, el gas, la minería o la agricultura pesan mucho en la actividad económica y en el sector externo. Para medir el nivel de diversificación, se puede construir el Índice Herfindahl-Hirschman (IHH). Mientras mayor es este índice, más concentrada es la economía; mientras menor sea, más diversificada es la economía. Cuando se computa el índice resulta que la economía dominicana es la más diversificada entre todas las economías de Centroamérica y el Caribe, con IHH de 798, seguida luego por Costa Rica con 873. Esa extraordinaria diversificación atrae mucho a los inversionistas extranjeros, pues ellos tienden a asociarla con un alto nivel de resistencia de nuestra economía frente a las perturbaciones internas o externas que pueda enfrentar.
A lo anterior debemos agregar que, entre las economías no dolarizadas del Caribe y Centroamérica, la dominicana es una de las que exhibe menor tasa de inflación anualizada en el período 2012-2018, con 2.9%, superada únicamente por Nicaragua con 2.4%. A lo que debemos añadir que es la economía de Centroamérica y el Caribe que ha logrado la mayor reducción en el desempleo en los últimos 6 años, pasando de 6.4% en el 2012 al 5.1% que se proyecta cerrar en el 2018, el desempleo más bajo entre los países analizados, por encima únicamente de Guatemala.
Ha sido, adicionalmente, la economía que más ha avanzado en la reducción de la pobreza, con una baja de 15.5 puntos porcentuales en los últimos 6 años, seguida por Panamá con una reducción de 7.4 puntos porcentuales, previéndose que en el 2020 tendrá niveles similares a los de Panamá y Costa Rica.
Entre los países de Centroamérica y el Caribe, a pesar de ser el segundo país cuyo gobierno menos ingresos fiscales recibe como porcentaje del PIB, el FMI proyecta que su deuda del Gobierno General terminará en 36.9% del PIB en el 2018, por debajo del 58.9% de El Salvador, 52.8% de Costa Rica, 43.8% de Honduras y 37.7% de Panamá.
Más importante aún son los niveles de las curvas de rendimiento de los bonos globales de estas economías pues estos reflejan, como ninguna otra variable, cómo nos perciben y comparan los tenedores de bonos. Mientras más baja es la posición de la curva, mejor nos perciben y valoran, exigiéndonos menores tasas de interés o rendimientos sobre nuestros títulos de deuda pública. Como se puede observar en el gráfico de las curvas de rendimiento, solo Panamá es percibido mejor por los tenedores de bonos.
Hay otros indicadores que debemos destacar. A pesar de ser la economía de Centroamérica y el Caribe con mayores niveles de importaciones de petróleo y derivados, importando 3.2 veces más que el promedio de los países analizados, gracias a los US$20,593 millones de ingresos por turismo, zonas francas y remesas, ha mantenido uno de los déficit de cuenta corriente de balanza de pagos más bajos entre los países comparados.
En los últimos seis años ha sido identificada en el mercado global de capitales como la estrella de las economías de Centroamérica y el Caribe. Junto con Panamá, ha sido una de las más admiradas de la región. Los que hoy la critican tratando de ver si con eso logran disminuir su brillo en el exterior, no lo están logrando. Deben tener cuidado. Si el destino los llevase en el futuro a convertirse en hacedores de políticas públicas, es muy posible que se vean precisados a recoger muchos de sus señalamientos negativos del pasado. Todas las economías del mundo tienen sus debilidades, y la nuestra no es la excepción. Tratemos que construirle fundamentos todavía más sólidos y crearle resortes más fuertes para lidiar con más resistencia en caso de perturbaciones externas y externas. Ninguna de esas metas, sin embargo, las vamos a conseguir denostándolo todo, y tratando de mostrar que aquí reina el caos. Semejantes críticas y planteamientos no han logrado ni lograrán quitar el brillo a la estrella económica de la región.