La buscaron durante ocho días, hasta que el cuerpo apareció en la tundra a las 4:15 de la tarde del viernes, a una milla del pequeño pueblo de Kotzebue, en el norte de Alaska.
Ashley Johnson-Barr, de 10 años, había sido vista por última vez a las 5:30 de la tarde del jueves 6 de septiembre en el Parque Rainbow. Como no regresó, sus padres la reportaron como desaparecida.
Ahora Peter Wilson, de 41 años, está acusado de mentirle a un agente federal, y comparece hoy martes en la Corte de Distrito de Anchorage. Wilson dijo que no conocía a Ashley y que había encontrado su celular cerca del edificio de la corporación NANA, en dirección opuesta a la casa de la niña.
Pero no era cierto, y el FBI lo supo de primera mano. Porque Wilson no sólo la conocía, sino que había visitado la casa de la familia en numerosas ocasiones.
Una mujer con la que Wilson compartía vivienda esporádicamente, y que las autoridades sólo identifican como JJ, encontró el celular en un abrigo de él porque estaba sonando constantemente, trató de desbloquearlo y apareció el nombre de Ashley en la pantalla.
De acuerdo con los investigadores federales, el hombre tiene algún parentesco con la familia de la niña, y también en eso mintió cuando lo interrogaron. Precisamente a través de Wilson la mujer conocía a Ashley y sus padres. Por eso llamó a la madre de inmediato, y así supo que la niña había desaparecido.
El padre de Ashley, Walter «Scotty» Barr, fue a la casa de la mujer, recogió el celular y se lo llevó a la policía. Fueron los rastros de geolocalización de los sitios donde había estado el teléfono los que condujeron al cadáver.
Entrevistado por el agente del FBI Leonard Torres el jueves 13 de septiembre, una semana después de la desaparición de Ashley, Wilson negó conocerla y aseguró que nunca había visto el nombre de ella en el teléfono después de haberlo «encontrado», algo para lo que no hacía falta desbloquear el celular.
Además, Wilson hizo un viaje de más de dos horas en su camioneta a las 5:30 de la tarde del día en que la niña desapareció. El tiempo de ese viaje coincide con el lapso en que el celular de Ashley hizo el recorrido que llevó a los investigadores hasta el lugar donde estaba el cuerpo.
Otro agente federal, Michael Watson, dijo que estaban esperando los resultados del examen forense, pero que la causa de la muerte de la niña parece haber sido homicidio.
Durante más de una semana, 17 agentes especiales del FBI, 11 policías del estado y miembros de los departamentos de policía y bomberos de Kotzebue la habían buscado mañana, tarde y noche en edificios abandonados y en la tundra con el apoyo de decenas de voluntarios. La Guardia Costera, fuerzas del Distrito Ártico del Noroeste y de otras agencias federales prestaron ayuda.
El color favorito de Ashley era el púrpura. Vestidos con ropa de ese color, un grupo de familiares y amigos hicieron el sábado una vigilia y lanzaron globos púrpura al cielo en Chugiak, cerca de Anchorage, al sur de la península. Cantaron himnos en inglés y en Inupiat, el idioma de los nativos.
«Alaska será un estado grande, pero somos una comunidad pequeña y unida«, le dijo al Canal 9 local Tisha Victory, que organizó la vigilia.
Kaisa Reese Kotch, que ahora vive en Sitka, pero nació y se crió en Kotzebue, compuso una canción en memoria de Ashley, y su madre la publicó en Facebook. Y junto al texto que Kaisa dedicó a la niña, puso en nombre de su familia una foto del atardecer que tomó cuando supo la noticia.
Una página abierta en GoFundMe para ayudar a los gastos en la búsqueda de Ashley, y cuya recaudación será entregada a la familia para los costos de los funerales, tenía una meta de USD 18.000 y la mañana del martes iba por más de 37.600.
El padre de Ashley dijo que recuperar el cuerpo de su hija le trae algo de alivio y paz a la familia, pero que preferiría haber sido él quien se fuera, no ella.