Bibliotecas del siglo XXI: de custodiar libros a abrir espacios de encuentro

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¿Qué función social cumplen las bibliotecas en la era digital? ¿Sigue teniendo sentido acopiar miles y miles de libros impresos en innumerables estantes para cederlos en préstamo temporal al público? ¿Cómo se replantean los modelos de las grandes bibliotecas del mundo en el siglo XXI? Preguntas como éstas impulsan a Hannelore Vogt, directora de la Biblioteca Municipal de Colonia (Alemania), a dictar charlas en distintas ciudades sobre los desafíos que deben enfrentar las bibliotecas públicas en el contexto actual.

«En el siglo XXI se suele plantear la pregunta sobre la vigencia de las bibliotecas, si tiene sentido que convivan con Internet. Mi respuesta como bibliotecaria siempre es: sí. Creo que la función de cualquier biblioteca es la transmisión de conocimiento. Ahora los saberes se transmiten a través de otros canales y otros soportes digitales. Por eso, además de la función tradicional de la promoción de la lectura, en la mayoría de las bibliotecas del mundo se incluye la formación digital para garantizar que la población pueda tener acceso a la información», asegura Vogt, especialista en bibliotecología, historia del arte y gestión cultural.

A cargo desde 2008 de la dirección de la Biblioteca Municipal de Colonia, que en 2015 fue distinguida la mejor del año en Alemania, Vogt participó hace unos meses en una discusión mediática en su país sobre el concepto «biblioteca». El debate partía de una cuestión semántica: si habría que recurrir a otra palabra para denominar a las bibliotecas hoy, con el abanico de ofertas que ofrecen; por ejemplo, centro cultural o casa de cultura. «En muchos países se da esta discusión acerca del nombre, ya que las bibliotecas ofrecen servicios que van más allá del préstamo de libros. Es muy difícil encontrar una palabra que pueda incluir todas las actividades y biblioteca es una especie de marca registrada que la gente reconoce, que transmite la confianza de que se hacen las cosas bien y con calidad. Pero, por otro lado, conlleva dificultades porque sigue estando presente esa imagen un poco anticuada de la biblioteca. Hay muy pocos conceptos o términos que parezcan apropiados. En Londres, por ejemplo, hablan de Idea’s Store (tienda de ideas). En Dinamarca inauguraron hace poco una biblioteca muy grande que llamaron Doc 1, que en realidad tiene que ver con el espacio donde fue levantada (un dock frente al mar) y también juega con la palabra documento», dice. Más allá de la denominación, para Vogt, «la biblioteca sigue siendo ese espacio donde uno simplemente puede ir a leer, a estudiar, sin consumir algo en particular ni participar de una actividad. Algo muy importante es que tiene una misión educativa y no sólo cultural. Por eso si uno sólo la piensa en términos de centro cultural sería un enfoque demasiado acotado».

Hannelore Vogt. Foto: gentileza Stadtbibliothek Köln / Biblioteca Municipal de Colonia
Hannelore Vogt. Foto: gentileza Stadtbibliothek Köln / Biblioteca Municipal de Colonia.

La biblioteca de Colonia es municipal y tiene una sede central ubicada en el centro de la ciudad, once pequeñas filiales en diversos barrios y un bibliomóvil que recorre escuelas y jardines de infantes. A las sedes barriales suelen concurrir chicos y estudiantes y a la central, gente entre 20 y 30 años, especialmente. En una ciudad con alrededor de un millón de habitantes, la institución cuenta con un staff de 200 personas para ocupar 160 puestos entre empleados estables y part time. «Tenemos personal variado: alrededor de la mitad son bibliotecarios. También hay personas que hacen una capacitación en la biblioteca y, aunque no tengan el título universitario, esa capacitación los califica para trabajar. Además hay voluntarios que dictan cursos; por ejemplo, de idioma para extranjeros. Ellos ayudan en programas especiales para los refugiados». Entre esos programas se incluyen clases de alemán y de lectura para exiliados de países árabes.

Con un acervo compuesto por aproximadamente 750.000 piezas entre libros, revistas y materiales musicales, además de un archivo musical con más de 30.000 partituras, la biblioteca de Colonia recibe aportes privados que refuerzan los ingresos oficiales. «Tenemos un presupuesto básico, que sirve para pagar sueldos y comprar ciertos recursos. Para los proyectos especiales tenemos que buscar apoyo externo, que puede venir de programas estatales, no necesariamente del ámbito bibliotecario. También buscamos del área de educación o fondos que provengan de la región o de la Unión Europea. Y apelamos a que las empresas nos apoyen en algún proyecto, que siempre tienen que tener un interés cultural. Las empresas no sólo nos aportan dinero sino que también nos donan o prestan dispositivos tecnológicos y nuevos equipos para que se pongan a prueba en la biblioteca. Un ejemplo práctico es un espacio que tenemos que se llama Bar de Vinilos, con un tocadiscos, para digitalizar discos de vinilo y grabarlos en un cd o memoria portátil. Ese aparato fue donado por una empresa».

A diferencia de otras bibliotecas importantes que alimentan sus catálogos con títulos valiosos desde el punto de vista histórico, la de Colonia apunta a libros contemporáneos. Explica la directora: «En general, compramos material porque lo que queremos es tener un acervo actual y que responda a los intereses y a la demanda del público. Si sólo dependiéramos de las donaciones, sería incompleto y azaroso. Analizamos muy específicamente qué es lo que interesa a nuestros usuarios. Como los pedidos se hacen a través de un sistema de computación, podemos ver claramente qué es lo que la gente pide y busca, según la edad, el género, el lugar de procedencia, el nivel educativo, entre otras variables. En función de eso orientamos nuestras compras. De esa manera garantizamos que lo que el público busque esté luego en los estantes. Tenemos mucho material que no es literarios sino textos de no ficción y de estudio; libros técnicos que consultan profesionales y estudiantes. Es importante que las colecciones estén actualizadas porque es material de consulta».

Además de las once filiales, esta biblioteca alemana tiene una pequeña sede en un parque que atiende un grupo de voluntarios. «Es un proyecto especial, que sigue el modelo de las donaciones: en general, recibe libros y los presta para que los usuarios los lean en el parque. También tenemos una máquina expendedora de libros de género policial, que está ubicada en una estación de subte», cuenta la especialista.

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