¡Bienvenido al Palacio Nacional! La sobriedad y elegancia de sus salones

    El arquitecto Guido D’ Alessandro trajo desde Cuba los equipos para extraer el mármol de Barahona y Samaná utilizado en la mayoría de las áreas.

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    Retrocedamos en el tiempo. Específica­mente al año 1944, fecha en que el dictador Rafael L. Trujillo Molina, aprobó al arquitecto italiano Guido D’ Alessandro la construcción del Palacio Nacional. Tres años más tarde estaba con­cluido.

    Imaginemos aquellas lar­gas conversaciones para de­finir la diversidad de ma­teriales a utilizar. Mármol dominicano, caoba cente­naria, bronce, hierro, yeso y acero, todos trabajados con maestría, impregnando a ca­da espacio un sello distintivo de exquisitez y elegancia.

    Hoy, 81 años después, partiendo del año 1939, fecha en que se llevó a cabo la elaboración de los planos que darían forma a esta obra de arte, recorremos este impresio­nante inmueble de 18,000 metros cuadrados de edifi­cación, de casi perfecta geo­metría y uniformidad es­tética, de estilo ecléctico y neoclásico que se conjugan de manera armoniosa.

    En la entrada princi­pal una doble escalinata de mármol es escoltada por dos imponentes leones es­culpidos en bronce – que no estaban en los planos desde el principio, fueron coloca­dos dos años después de la inauguración – Desde allí se visualizan los balcones al es­tilo gótico.

    Ahí nos esperaban los an­fitriones del encuentro Dilia Leticia Jorge Mera, vicemi­nistra Administrativa Presi­dencia; Aurora Sagredo, di­rectora de Eventos; Ivanova Vargas, encargada de Pro­tocolo y los edecanes Jason Montero y Wahsi Wong.

    El lobby principal esta
    trabajado en doble altura. Techo en yeso elaborado a mano con un estilo Neoclá­sico Francés y lámparas Jor­ge III. La escalera cubierta con una impecable alfom­bra roja no deja duda de que hemos llegado al Palacio.

    “En el vestíbulo, un mural realizado por el pintor cata­lán Aurelio Oller Croisiet, en 1957, representa el arribo de Cristóbal Colón a la isla en su tercer viaje. Al centro está la cúpula de 18 metros de diámetro y 34 de altura”. Así inicia Montero la expli­cación del recorrido que tie­ne una duración aproxima­da de 60 minutos.

    La edificación consta de tres niveles. El primero al­berga las instalaciones de servicios generales, biblio­teca y oficinas de la Guar­dia Presidencial, entre otras dependencias. En el segun­do se encuentran las oficinas del Presidente y el Ministro Administrativo de la Presi­dencia, en el pasillo opuesto, el despacho de la Vicepresi­dente y otros funcionarios, además de algunas estancias administrativas.

    La primera parada fue en el salón del Consejo de Go­bierno, ubicado en el se­gundo piso. Aquí el Primer Mandatario se reúne perió­dicamente con su gabinete.

    En el espacio predomina la madera. Al centro, una mesa imperial de caoba cen­tenaria, y en sus laterales las sillas de color marrón que son ocupadas por los minis­tros en orden de preceden­cia según el año de fundado el misterio. Aquí tiene prio­ridad Hacienda, fundado el 14 de noviembre del año 1844, nueve meses después de la Independencia Nacio­nal.

    Al fondo del salón las imágenes de los Padres de Patria. En el techo, vigas entrecruzadas forman cua­drantes y de ahí cuelgan las lámparas elaboradas en bronce y cristal opaco.

    Salas de celebraciones
    El tercer nivel alberga los salones de recepciones: Banquetes o Comedor, Em­bajadores, Las Cariátides, Salón Verde y las áreas pri­vadas del Presidente.

    “Para la decoración, en esta gestión hacemos una apuesta por elementos sen­cillos y reciclables. Una lí­nea sencilla y elegante, le­jos de opulencia. Para los almuerzos elegimos bases de cristal con follaje verde y flores tropicales, porque además reflejan un toque de calidez a cada encuen­tro”, refiere Aurora Sagre­do, directora de Eventos, mientras entramos al Salón de Banquetes.

    De uso exclusivo del Pre­sidente, aquí se realizan importantes encuentros. El mandatario toma asiento en el centro de la mesa, al estilo francés, y su invitado al frente. El techo está for­mado con figuras geomé­tricas: octágonos, rectán­gulos y triángulos y dan la sensación de un panel de abejas. Lámparas estilo Arts & Crafts, al igual que los apliques que rodean el salón.

    Salón de Embajadores
    Vestidos de color blanco, para simbolizar la paz entre ambas naciones, es en el Sa­lón de Embajadores donde el Mandatario de la nación recibe las cartas credencia­les de los representantes de otros países ante la Repúbli­ca Dominicana.

    Esta ceremonia, que ge­neralmente se realiza en ho­ras de la mañana, inicia con el Himno Nacional seguido del himno de la nación pre­sente. Concluida la presen­tación, se despide al Em­bajador con el himno de su país y luego el Himno Na­cional.

    El espacio tiene un esti­lo Luis XVI. Techo Barroco Francés con apliques en yeso que simulan madera, un tra­bajo realizado por aristas cu­banos y españoles.

    Vitrales estilo Victoriano, algunos reparados a conse­cuencia de los daños de la guerra de abril 1965. “Va­rios fusiles llegaron hasta el Palacio dejando en eviden­cia una debilidad a través de los vitrales. Por eso se cons­truyó una mini cúpula co­mo medida de precaución”, comenta Ivanova Vargas, encargada de Protocolo.

    El área también se utiliza para para recibir y despedir delegaciones, ceremonias de condecoraciones, para el Pre­sidente dirigirse al país y salu­taciones de principio de año.

    Detrás de este salón se en­cuentran las áreas privadas: habitaciones, salas, comedo­res y una barbería, siempre a puerta cerrada para resguar­dar la intimidad.

    Las Cariátides
    Con una capacidad que supera las 300 personas, el salón Las Cariátides es uno de los más conocidos. Ha si­do escenario de importantes fiestas, de hecho, su propósi­to inicial era un salón de bai­le, por lo que en el centro el piso es de roble americano y todo su alrededor de caoba centenaria, lo que facilita el deslizamiento.

    Aquí celebró el presidente Luis Abinader su toma de po­sesión, también se entrega el Premio Nacional de Periodis­mo y se filmaron escenas de la película El Padrino II.

    Sobre el salón, estilo Luis XIV, está la mini cúpula, por lo que la luz solo traspasa a través de los vitrales. Lám­paras estilo Chandelier en bronce y cristal de roca, y amplios balcones en todo el alrededor, propios del esti­lo colonial norteamericano vernáculo, son parte de los detalles.

    Entre columnas 26 espe­jos en marcos de caoba cen­tenaria pintados en pan de oro de 24 kilates. Más aba­jo las Cariátides esculpidas en mármol de carrara. “Al principio eran 44 figuras de yeso, pero el tiempo las de­terioró y en el gobierno de Joaquín Balaguer fueron sustituidas por 24 de már­mol”, apunta Vargas.

    Más espacios
    No pudimos acceder al Salón Verde, inspirado en el Palacio Real de Milán y único diseñado al gusto del arquitecto D’ Alessandro. Otros salones menos os­tentosos son: Orlando Mar­tínez, Salón Las Caobas, Hermanas Mirabal y Los Tri­nitarios.

     DE INTERÉS
    El área más significativa del Palacio Nacional es la cúpula principal. De ella pende una inmensa lámpara al estilo Floren­tino traída desde Italia.

    La impresionante pintu­ra que se puede admirar desde el lobby está reali­zada en un lienzo de pan de oro de 24 kilates y co­lores sepia. En sus extre­mos, dos réplicas de los jarrones que obsequió al Gobierno el presiden­te francés René Gustave Coty, cuando se inaugu­ró el Palacio. De los ori­ginales, uno fue sustraí­do durante la guerra del 65; el otro no se conoce el paradero. Cada uno estaba valorado, en la época, por 300 mil dó­lares.

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