Buscan los huesos de una «bruja» muerta en Escocia en el siglo XVIII

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Una mañana de fines de agosto de 1704, en una ciudad escocesa, una mujer se despertó maltrecha luego de una noche de excesos. En medio de la resaca, creyó tener algunos delirios, y lo primero que hizo fue echarle la culpa de sus achaques a la vecina de al lado, Lilias Adie, a quien acusó de haber convocado a Satanás para que le hiciera un hechizo.

La acusación, que parecería irrisoria hoy, en aquellos años de plena y literal caza de brujas resultó ser definitiva y fatal para la pobre señora Adie, que fue arrestada inmediatamente y llevada ante al ministro local, en el pueblo costero escocés de Torryburn, en el condado de Fife. Allí, la mujer fue sumariamente condenada a la hoguera bajo los cargos de haber practicado la brujería y haber tenido relaciones sexuales con el diablo.

Pero la mujer nunca llegó a arder en la pira, ya que, luego de confesar bajo tortura que era bruja, murió en la prisión. Los historiadores sospechan que se suicidó. La gente del pueblo la enterró en una tumba de cerca de la costa, y cubrió el lugar de descanso de la «bruja» con una piedra gigante, para que no pudiera regresar de entre los muertos.

Hace pocos años, un arqueólogo encontró la tumba donde habían enterrado a Adie, pero pasó algo que no esperaba: los restos de la mujer no estaban allí. Faltaban desde hacía mucho tiempo, y el sábado pasado, cuando se cumplieron 315 años de la triste muerte de Adie, los gobernantes de Fife se preguntaron quién podría tener los huesos de la mujer acusada de bruja para poder recuperarlos.

«La única tumba de bruja que queda en Escocia es la de Lilias Adie. El resto fue quemado. Tratamos de localizarla para llevarla otra vez a Torryburn», dijo Kate Stewart al medio local The Scotsman.

Los huesos perdidos

Los restos de Adie estuvieron perdidos -y continúan así- por muchos años. El cráneo de la mujer fue visto por última vez en una exposición en la ciudad escocesa de Glasgow, en 1938. Los otros huesos probablemente se hayan vendido luego de que coleccionistas de antigüedades robaron su ataúd en 1852. Durante décadas, las autoridades de Fife estuvieron tras la pista de esos restos, con nulos resultados.

La importancia de rastrear y encontrar los huesos de la desafortunada mujer tiene que ver con una campaña más amplia que se presentó el sábado en ese condado para conmemorar a las miles de personas que fueron perseguidas, torturadas o ejecutadas injustamente bajo la sospecha de ser brujas. De las más de 3500 personas acusadas de practicar brujería hasta principios del siglo XVIII, la gran mayoría eran mujeres. Cientos de ellas fueran quemadas, sin dejar restos.

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