El calentamiento está aumentando la presencia de patógenos en el Atlántico

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El calentamiento de las aguas del Atlántico Norte está permitiendo la proliferación de bacterias patógenas. Un análisis de muestras de plancton conservadas desde hace 60 años revela la presencia creciente de microorganismos emparentados con la bacteria del cólera. A la par que la temperatura de las aguas costeras de Europa y América del Norte, también ha crecido el número de infecciones en humanos.

Las bacterias marinas suponen la mayor parte de biomasa de los océanos. Dentro de estos microorganismos procariontes hay un género de apenas 200 especies llamado Vibrio. Entre las vibrio hay tres especies muy seguidas por los científicos por su carácter patógeno. La más conocida es la Vibrio cholerae. Dos de sus variedades, la O1 y O139, son las causantes del cólera, una enfermedad que solo en España acabó con la vida de un millón de personas en el siglo XIX.

Eso fue hace mucho tiempo. Desde mediados del siglo pasado, el cólera rara vez sale de las latitudes intertropicales. Sin embargo, desde hace al menos una década, las infecciones por vibrio en las costas atlánticas de América del Norte o Europa no han dejado de aumentar. No se puede hablar de epidemia, pero no dejan de intrigar a los científicos: ¿Por qué se producen más intoxicaciones porV. cholerae o V. parahaemolyticus o infecciones por V. vulnificus en las playas del Báltico, Islandia o Galicia?

La causa podría ser el calentamiento global y, en particular, el aumento de la temperatura de las aguas superficiales del Atlántico Norte. Para comprobar esa posible conexión entre cambio climático y proliferación de bacterias marinas, el microbiólogo de la Universidad de Génova (Italia) Luigi Vezzulli tuvo la idea de recurrir a un archivo muy especial fundado en 1931 por el biólogo británico sir Alister Hardy y conocido hoy como la Sir Alister Hardy Foundation for Ocean Science (SAHFOS).

En su sede de Plymouth (Reino Unido) la SAHFOS alberga más de 250.000 muestras de plancton marino conservadas en formaldehído y recogidas por decenas de barcos de forma voluntaria. Como las vibrio suelen colonizar el exoesqueleto de los pequeños crustáceos que componen el zooplancton, Vezzulli pensó que estudiando estas muestras podría saber si ahora hay más bacterias vibrio que en el pasado y si su evolución tenía algún correlato con la temperatura del mar.

Los resultados de la investigación, publicados en PNAS, muestran en primer lugar que la presencia del género Vibrio en el conjunto de bacterias marinas no ha dejado de aumentar desde 1958. Las muestras analizadas proceden de nueve zonas costeras del Atlántico norte, desde Nueva Escocia (Canadá) hasta el estuario del Rin (Países Bajos), pasando por las costas gallegas. Salvo en un caso, en Terranova, en los demás este incremento de la concentración bacteriana aparece correlacionado con la evolución de la temperatura del mar. Para esta parte del océano, la temperatura superficial media del agua ha subido en 1,5º en las últimas cinco décadas.

«Este incremento aparece asociado, a su vez, con el reciente aumento de enfermedades relacionadas con vibriones a un ritmo sin precedentes observado en el norte de Europa y a lo largo de la costa atlántica de EE UU», escriben los autores. En efecto, el número de infecciones no ha dejado de crecer, en particular en lo que va de siglo. En Europa, donde solo se exige el registro de los casos donde interviene la toxina colérica, su incidencia se ha multiplicado por tres desde los años 70. Mientras, en EE UU, donde sí se registran las infecciones por todas las vibrio han pasado de unos 50 casos anuales a finales del siglo pasado aentre 200 y 300 esta década.

«Las previsiones que hicimos para 2050 se han alcanzado en dos años», alerta el investigador de la Universidad de Bath (Reino Unido), Jaime Martínez-Urtaza. No relacionado con esta investigación, este microbiólogo español ya vinculaba en 2012 la emergencia de infecciones por vibrio en latitudes elevadas con el calentamiento océanico. Lo que no esperaba es que el ritmo fuera tan acelerado y generalizado como muestra esta investigación.

Martínez-Urtaza ha sido experto en patógenos acuáticos del Centro Europeo para el Control y Prevención de Enfermedades. Precisamente, el mes pasado publicaba un artículo en la revista del homólogo estadounidense, el CDC, sobre un brote de vibriosis en las costas de Suecia y Finlandia. En él encontraron una conexión entre la ola de calor vivida en 2014 y casi un centenar de infecciones. Lo llamativo es que se produjeran a tal latitud, a apenas 160 kilómetros del círculo polar.

«Los primeros casos que estudié eran desconcertantes, con infecciones en Galicia con variedades del Pacífico», recuerda el microbiólogo español. Al final descubrieron que el agua de lastre que toman los barcos para no volver de vacío son un vehículo para el intercambio de bacterias entre los distintos mares. Más tarde, y junto a otros colegas, comprobaron que el movimiento de grandes masas de agua como el que se produce con el fenómeno climático El Niño también puede llevar patógenos de unas zonas del planeta a otras. Ahora, elcambio climático se convierte en el tercer vector para las infecciones vibrio.

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