Tu cerebro no sabe cuántos años tiene, aprovéchalo

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Una clase de manejo de drones en una residencia para personas jubiladas en Port Charlotte, Florida. Tom Whyte, a la derecha, enseña a Rose Beach en su primer vuelo.

Cuando presentaron un curso de “gimnasia cerebral” en la comunidad en la que pasa su jubilación, Connie Cole se inscribió rápidamente. Después de asistir, aprendió cómo usar un iPad y hacer tareas complejas tanto orales como por escrito.

“Mi padre tuvo demencia, así que yo haré todo lo que pueda”, dijo Cole, de 86 años, quien fue maestra de primaria y resuelve sudokus todas las mañanas. “Si hay algo que pueda regalar a mis hijos, es evitar tenerla”.

La verdad es que no hay una cura conocida para la demencia ni evidencia de que ejercitar el cerebro de distintas maneras pueda retrasar la aparición de la enfermedad de Alzheimer. Sin embargo, ese tipo de clases ofrecen habilidades útiles para los ancianos y muchos expertos consideran que mejoran la calidad de vida de quienes participan en ellas.

La clase en la comunidad Gayton Terrace, en Richmond, Virginia, la ha obligado a reflexionar y leer más, cuenta Cole. Lo mejor de todo es que ha aprendido que practicar con regularidad ciertos hábitos —como ejercitarse, reír y socializar, incluyendo hablar con extraños— la mantienen ocupada e incluso tal vez la ayuden a vivir por más tiempo. No cabe duda de que hacen su vida más placentera.

La teoría de este enfoque holístico, que va más allá de los populares juegos cerebrales frente al ordenador, es que el cerebro se desarrolla mediante la estimulación continua.

“El cerebro no sabe cuántos años tiene”, afirmó Paul Nussbaum, presidente del Centro de Salud Cerebral en Pittsburg, que ayudó a diseñar el programa usado en Gayton Terrace y otras comunidades que son parte de la red Brookdale Senior Living. “Y lo que quiere el cerebro es aprender”.

La gimnasia cerebral debe basarse en la novedad y la complejidad, añadió, incluyendo juegos de mesa que se jueguen con otros. Todo tipo de actividades que exijan concentración, como aprender otro idioma o tocar un instrumento musical, pueden ser satisfactorias para la gente mayor. Es más, junto con el ejercicio y una nutrición adecuada, un cerebro ocupado social, mental y espiritualmente es más resiliente, sostiene Nussbaum.

Lo peor para los adultos mayores, afirma, es estar aislados.

“Todos tenemos la capacidad de poner nuestro cerebro en forma para que esté sano”, dice Nussbaum, “y cuanto más pronto, mejor”.

Cientos de los llamados baby boomers ya usan juegos de computadora o aplicaciones para estimular el cerebro, pero estos deben concebirse solo como un aspecto de un involucramiento más amplio con el mundo, señala Nussbaum.
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Áegis Living on Madison, una residencia para ancianos en Seattle, ofrece juegos cerebrales en su centro de gimnasia cerebral. Earl Collins, de 90 años, ha estado participando en juegos cerebrales varias veces a la semana durante los últimos dos años.

El manejo de drones ayuda a mejorar la coordinación entre manos y vista, a la resolución de problemas, al control muscular y a la agilidad. CreditMelissa Lyttle para The New York Times

“Sigo usando mi cerebro”, dijo Collins, ejecutivo retirado de YMCA. “El juego hace que recuerde, decida y observe”.

Collins también toca el trombón y es socialmente activo; asiste a un grupo de la iglesia en su vecindario, va a conferencias y se mantiene en contacto con antiguos colegas.

El consenso entre los investigadores, según una declaración del Centro para la Longevidad de Stanford firmada por 69 científicos, es que los juegos cerebrales no pueden prevenir la aparición de la demencia en quienes tienen una predisposición genética.

Los juegos cerebrales te hacen un mejor jugador de juegos cerebrales, afirmó Laura Carstensen, directora y fundadora del centro, pero no hay evidencia de que te haga más listo ni de que ponga tu cerebro en forma.

De cualquier manera, aprender algo nuevo es útil, añadió, en especial cuando interactúas en lugar de solo escuchar. Un buen ejercicio es aprender fotografía, dijo, pues se traduce en un mejor desempeño en pruebas espaciales.

Otro estudio, financiado por los Institutos Nacionales de Salud de Estados Unidos, sugiere que un entrenamiento cognitivo que implique pensar, como la resolución de problemas, y aprender, como cuando se lee un artículo de un periódico y después se discute con un amigo, puede permanecer en el cerebro incluso 10 años después de que el entrenamiento finalice.

En un estudio publicado en 2014, los 2832 participantes de este entrenamiento tuvieron menos dificultades para llevar a cabo tareas diarias, como preparar comida o hacer las compras. Un entrenamiento para la memoria por sí mismo, concluyeron los investigadores, no tiene resultados a largo plazo.

A medida que aumentan los casos de demencia, el ejercicio mental es cada vez más popular entre las personas jubiladas y de edad avanzada. CreditMelissa Lyttle para The New York Times

“Es un mensaje muy esperanzador”, dijo George Rebok, profesor en la Facultad Bloomberg de Salud Pública en la Universidad Johns Hopkins en Baltimore, uno de los responsables del estudio. “Incluso una inversión modesta en un entrenamiento cognitivo brinda dividendos hasta una década después, y puedes lograr un impacto en la mejora de las funciones diarias”.

Encontrar nuevas maneras de retarse a uno mismo todos los días, dice Rebok, es una buena idea. Esto puede incluir montones de actividades ordinarias como hacer cálculos mentales en lugar de usar una calculadora, tomar una nueva ruta o comer con la otra mano.

“Es ir en contra de lo que estamos acostumbrados a hacer”, dijo, “pero hay que seguir haciendo estos ejercicios sin parar. Incrementarán la neuroplasticidad del cerebro”.

Wendy Suzuki, profesora de Neurociencia y Psicología en la Universidad de Nueva York, aconseja algo similar. “Cada que aprendes algo nuevo, el cerebro cambia”, dijo. “Y los cambios físicos que más duran son los que provienen del ejercicio físico”.

Marty Donovan, de 83 años, se inscribió en un curso de gimnasia cerebral de cuatro semanas en el lugar en el que está jubilado, South Port Square en Port Charlotte, Florida. Ahí practicó ejercicios mentales como lanzar un pañuelo con una mano y agarrarlo con la otra, hacer crucigramas y aprender sobre la nutrición.

“Aprendí que mi cerebro no tenía que deteriorarse”, dijo Donovan, cuyos padres tuvieron demencia. “Pero necesito estimularlo a diario para mantenerme fuera de peligro. Depende de mí”.

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