Moscú busca compensar la pérdida de clientes en Occidente con un pacto con Pekín, que adquirirá en yuanes o rublos la energía por un precio más bajo.
Rusia mira hacia el este en busca de clientes para compensar los que ha perdido en el oeste por su guerra en Ucrania. La maquinaria del Kremlin se alimenta con el dinero que genera su gas, y China ha recogido el guante para potenciar las canalizaciones que cruzan desde Siberia hasta el gigante asiático. Uno de los pactos alcanzados este martes ha sido sustituir por yuanes y rublos los dólares con los que se pagaba la energía que llega por uno de los gasoductos que conectan ambos territorios. Pekín, como la banca, siempre gana: el Kremlin necesita ingresos y el gigante asiático lo aprovecha para obtener energía a precio de saldo.
Ese acuerdo lo han sellado por videoconferencia el presidente del monopolio ruso Gazprom, Alexéi Miller, y el jefe de la estatal China National Petroleum Corporation, Dai Houliang. “El nuevo mecanismo de pago es una solución mutuamente beneficiosa, práctica, esperanzadora y que llega en el momento oportuno. Servirá de ejemplo para otras empresas”, ha subrayado Miller.
El pacto se limita a un solo gasoducto, el llamado Poder de Siberia ―Sila sibiri en ruso, abierto en 2019―, y prevé realizar “una transición al pago en las monedas nacionales de ambos países: rublos y yuanes”, según explica la compañía eslava. Asegura, además, que ambas partes hablaron sobre el desarrollo de otras canalizaciones en el extremo oriente del continente, el Poder de Siberia 2 y el Soyuz Vostok, esta última conectada también con Mongolia. Todos son proyectos, de momento, sobre el papel.
El anuncio tiene lugar días después de que el Gobierno ruso cerrase indefinidamente el gasoducto Nord Stream, que conecta con Alemania, con la justificación de unos escapes de aceite en su única estación compresora activa, pretexto que el fabricante alemán Siemens considera “incomprensible”, según recoge la agencia Reuters. Con motivo de la guerra, tampoco funciona su segunda parte, Nord Stream 2, recién construida y que estaba a la espera de recibir la autorización de Bruselas para operar.
Vladímir Putin ha insistido durante años en que su sueño es la “desdolarización” de la economía internacional, especialmente desde que Rusia fue blanco de sanciones tras la anexión de Crimea en 2014. A finales de marzo, cuando las represalias por su ofensiva en Ucrania comenzaron a ser de lejos mucho mayores que las aplicadas hace ocho años, decretó que los “países hostiles” deben pagar en rublos por el gas ruso. Como consecuencia, muchos países europeos se negaron y otro gasoducto ―el Yamal, que conecta con Polonia y Alemania― es hoy una tubería vacía en el centro del Viejo Continente.
En cualquier caso, China no es un mercado que pueda suplir completamente la exportación de gas perdida en Europa. Según el departamento de análisis del banco ruso Tinkoff, Pekín importó unos 7.500 millones de metros cúbicos de hidrocarburos rusos en el primer semestre del año ―un 56% más―, pese a que Europa ya había dejado de adquirir grandes volúmenes a finales de 2021, debido a los recortes que comenzó a realizar Gazprom con la tensión en la frontera ucrania de fondo. Como comparación, el año pasado las importaciones europeas representaban ese volumen en algo más de dos semanas: unos 3.000 millones de metros cúbicos cada siete días, según los datos del centro de análisis Bruegel.Únete a EL PAÍS para seguir toda la actualidad y leer sin límites.SUSCRÍBETE
“China se abastece principalmente de petróleo, carbón y acero rusos. Sus empresas están comprando activamente materias primas porque, debido a las sanciones, Rusia se ve obligada a vender con grandes descuentos lo que solía vender a la Unión Europea”, destaca un análisis de agosto de Tinkoff. Estas ofertas, que llegan incluso a la mitad del precio de mercado, han hecho inviables algunas exportaciones de metales.
Además, pronto comenzará a aplicarse el acuerdo del G-7 que impone un precio máximo al crudo ruso, y en diciembre entrará en vigor la prohibición occidental a la compra de su carbón. “Mientras Pekín critica las sanciones, sus empresas tratan con preocupación su cooperación con Rusia: el riesgo es demasiado alto”, advertía Tinkoff. El último ejemplo, la multinacional Huawei, que moverá sus empleados de Rusia a Kazajistán para evitar problemas.
Fuente-ELPAIS.