Hace dos años, el cineasta británico Steve McQueen afirmó al recibir el Oscar a la mejor película “12 años de esclavitud” que todavía en el mundo quedaban 21 millones de esclavos. La cifra mencionada por el cineasta proviene de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), el organismo de Naciones Unidas que se ha encargado de registrar la cifra global durante casi una década.
El tipo de esclavitud presentado en la película de McQueen desapareció hace tiempo, aunque el legado del comercio de esclavos todavía sigue vivo en los reclamos de indemnizaciones de 15 excolonias a ocho países europeos.
En un análisis presentado ayer y destacado en el edición digital de BBC-Mundo la Walk Free Fundation estima que 2,16 millones de personas en los países de América se encuentran en una condición de esclavitud moderna.
Haití y República Dominicana son las naciones que comparten el porcentaje más alto de su población (1%) víctima de trabajo forzado, unos 100.000 casos en cada país.
Ese porcentaje pone a esos países vecinos del Caribe en el octavo lugar de las 167 naciones estudiadas en el Índice Global de Esclavitud.
En el caso de Dominicana, el 25% de los cinco millones de turistas que visitan la isla participan en el comercio sexual, donde una de cada cuatro víctimas son menores de edad, según el análisis.
Además, el 65% de quienes viven explotación laboral en el país —entre dominicanos y haitianos— son víctimas en plantaciones de azúcar de caña, tomates, arroz y en la industria de la construcción.
Guatemala ocupa el lugar 12 del mundo en porcentaje de víctimas de explotación moderna, con un estimado de 138.100 personas.
El lugar 18 lo comparten tres países de Sudamérica: Colombia tiene unos 308.200 casos; Perú, cerca de 200.000, y Venezuela alcanza 198.800.
De todo el continente, México tiene el más alto número de personas que sufren esclavitud (376.800), pero el porcentaje respecto a su población es de 0,29%.
El Índice Global de Esclavitud detectó focos rojos en México en la explotación sexual, así como en los trabajos forzados en la construcción, la manufactura, en las granjas y en las ventas minoristas.
Detrás de las puertas
Gran parte de la esclavitud moderna no es visible para el público. Se lleva a cabo en hogares y en granjas privadas.
La semana pasada, tres individuos de la misma familia en Reino Unido fueron encarcelados por forzar a un hombre a realizar trabajo forzado por casi nada de dinero.
Michael Hughes, de 46 años, fue forzado a trabajar para la familia durante más de 20 años llevando a cabo trabajos de construcción.
Hughes dijo que tenía que vivir en un cobertizo de 1,2 metros en el jardín, sin calefacción ni agua corriente durante dos años.
Y el mes pasado, un británico fue encarcelado por dos años en el primer caso en este país de un hombre que mantiene a su esposa bajo servidumbre doméstica.
La esposa fue torturada, forzada a hacer todo tipo de labores y no tenía permitido salir de la casa, indicaron los fiscales.
América Latina
El dato es contundente: América Latina es la región del mundo con más descendientes de esclavos africanos.
Por eso no sorprende que la actual polémica internacional por las solicitudes a países europeos de reparaciones económicas por la esclavitud tenga ramificaciones en nuestra región.
La semana pasada, una visita a Jamaica del primer ministro británico, David Cameron, se vio opacada por las declaraciones de mandatarios de varias naciones de la Comunidad del Caribe (Caricom).
Estos insistieron en que esos países, muchos de ellos islas angloparlantes,esperan compensación de las expotencias esclavistas europeas por los perjuicios que causaron a sus víctimas y a sus descendientes siglos después.
El gobierno británico ha sido claro en manifestar que no tiene planes de conceder esas compensaciones.
Pero las recurrentes declaraciones de gobernantes caribeños abogando por las reparaciones, así como su amenaza de emprender acciones legales contra naciones europeas si sus pretensiones no son satisfechas, le han subido la temperatura política a una discusión compleja.
Pero, ¿y en América Latina? ¿Hay espacio legal o voluntad política para reclamaciones similares por parte de los afrodescendientes? ¿A quién irían dirigidas las exigencias?