En la película Inside Out, los recuerdos se van almacenando en pequeñas bolas que van asociadas con una emoción. De este modo la pequeña Riley iba guardando en su memoria vivencias en diferentes colores, según estuvieran relacionadas con la alegría, la tristeza, la ira o el miedo que sintió en aquellos instantes. En la vida real, el gran archivo de recuerdos se encuentra en una región del cerebro conocida como hipocampo. Allí se almacena la memoria a corto plazo, que debe consolidarse activando determinados circuitos neuronalespara que los recuerdos se guarden para siempre.
¿Pero tenemos un espacio máximo donde archivar la memoria? Científicos de la Universidad Pablo de Olavide de Sevilla y del Laboratorio Europeo de Biología Molecular (EMBL, por sus siglas en inglés) han descubierto que nuestro cerebro funciona como una especie de «disco duro». En otras palabras, la mente debe borrar ciertos recuerdos para almacenar nuevas vivencias en la memoria. Su investigación, publicada en Nature Communications, ha encontrado un circuito neuronal en ratones que borra recuerdos de forma activa.
«Una explicación es que existe un espacio limitado en el cerebro, por lo que mientras aprendemos, debemos debilitar ciertas conexiones para dejar sitio a otras», apunta Cornelius Gross, líder del trabajo en el EMBL. «Para aprender nuevas cosas, debes olvidar algunas que hayas aprendido antes», aclara el científico, que destaca además que es la primera vez que se halla un circuito neuronal específico implicado en la eliminación de recuerdos. Aprender se basa en establecer nuevas asociaciones entre conceptos y situaciones diferentes, así como recordar estas relaciones a lo largo del tiempo. El artículo muestra que los datos relacionados con la memoria entran en el hipocampo a través de tres rutas diferentes.
Si se bloquea la ruta principal no es posible aprender. ¿Pero qué ocurre si ya se ha adquirido dicho aprendizaje? De acuerdo a los resultados publicados, el bloqueo de la ruta principal no impide la reactivación de lo aprendido, pero sí debilita este recuerdo. En otras palabras, dicha inactivación conlleva a olvidar poco a poco los recuerdos. Como subraya José María Delgado, neurocientífico de la UPO, «este doble mecanismo de memorización y olvido sólo tiene lugar en el momento del aprendizaje». Por el contrario, cuando los investigadores bloqueaban la vía de entrada principal de información en el hipocampo, no hay pérdida de memoria.
Los estudios, realizados durante los últimos cincos años, han utilizado ratones modificados genéticamente para comprobar que, de alguna manera, nuestro cerebro funciona como una especie de disco duro. «Parece pues que para aprender nuevas asociaciones y funciones puede ser necesario olvidar otras anteriores», sostiene Delgado. Su trabajo no se ha centrado únicamente en comprender los mecanismos para guardar y borrar recuerdos, sino que también han trabajado para desarrollar un fármaco que pudiera activar esta ruta de olvido sin necesidad de tan complicada ingeniería genética. Esta línea de investigación en desarrollo, según los científicos, ayudaría a eliminar recuerdos indeseados si se completa de manera satisfactoria.