Las primarias demócratas de junio 28 pondrán de nuevo a prueba la capacidad del liderazgo criollo local para interpretar la situación real de nuestra comunidad -electoralmente hablando- y de cómo manejar las contradicciones de carácter personal que subyacen en cada elección en que se han enfrentado nuestros “líderes”. Personalmente no albergo la esperanza de que los protagonistas me escuchen, y mucho menos de que acepten discutir ninguno de los aspectos que aquí señalo.
En apariencias, Guillermo Linares (asambleísta) es la piedrecita en el zapato de Adriano Espaillat (senador estatal) que algunos consideran es el sustituto de Charlie Rangel. Linares -al decir de los seguidores de Espaillat- es un “entrometido” que simplemente busca dividir el voto dominicano para facilitarle el triunfo al afroamericano Keith Wright (asambleísta) que se supone es el “heredero” político del Viejo. Otros “adrianistas” radicalizados y algo mas, hasta sugieren que Linares obedece a un plan de Rangel para detener a su mas viejo oponente, Espaillat.
Claro está que dichas especulaciones, fruto del subdesarrollo político propio de nuestro liderazgo, no cuentan con evidencia alguna que las avalen. Linares es solo un competidor mas, y bien pudieron aparecer otros, como es el caso de los afroamericanos que tienen cuatro personas compitiendo por el asiento que dejará Rangel en Washington. Pero a nadie se le ocurre considerar a cualquiera de ellos como traidor a su etnia, raza o nacionalidad.
De cualquier manera, vale decir que en política no hay herederos y que solo la correlación de fuerzas determina el triunfo; y esto a su vez, depende de la capacidad de concertación del candidato. En el ínterin, todas las aspiraciones son legítimas; y resulta una mezquindad pretender descalificar a alguien alegando falta de patriotismo o “deslealtad” a su comunidad.
El distrito 13 es un gran mosaico, como un rompecabezas, y solo quien tenga la disposición de encontrar similitudes entre las caras de las piezas que lo componen, podrá poner unas junto a las otras y por tanto cubrir la mayor superficie. Quien lo haga será el seguro ganador.
Para definir la realidad electoral del distrito 13, miremos su demografía y la participación de sus votantes en las elecciones previas. Cerca de 800,000 newyorkers residen en el distrito y casi el 60% es de origen hispano, aunque no somos la mayoría votante el día de las elecciones. En el Partido Demócrata se registran alrededor de 350,000 personas, pero solo el 15% votó en las primarias del año 2014. En esa ocasión Rangel obtuvo 22,674 votos y Espaillat 20,846; o sea, que cada uno logró escasamente 6% de respaldo entre los constituyentes que ellos pretenden representar. Como se puede inferir, cualquier candidato con un mínimo de recursos y organización, pudiera ganar esa curul en el Congreso.
Partiendo de estos números, hay que admitir que los servidores públicos solo reflejan a una minoría exigua; razón por la cual, no se puede reclamar “derechos adquiridos” o herencia sobre las posiciones en juego. Estas primarias demócratas son poco menos que un sorteo, cualquiera con un boleto puede atinar al premio mayor. Y a la luz de estos hechos, pretender satanizar a Linares porque se atreva a desafiar -no solo a Espaillat sino a los otros siete u ocho competidores- es una bribonada mayor.
Lo interesante sería establecer dónde radica el problema de Linares y Espaillat realmente. Ambos saben que si unificaran una candidatura única, habría una gran oportunidad de lograr colocar un dominicano en Washington; pero la ambición puede mas que el “patriotismo” de hojalata que se argumenta. Hay quien quiere quedarse con el “santo y la limosna”; quiere obtener la medalla de oro, la de plata y la de bronce. Pero también quiere llevarse la de zinc, la de madera y hasta la de cartón, si existieran.
Como el escenario de esta lucha sorda y desleal es Nueva York, vale recordar uno de los grandes negocios que se han hecho aquí y donde participaron también dos dominicanos. En el año 2004, los Yankees de NY, los Bombarderos de El Bronx, antiguos Mulos de Manhattan, querían en sus filas al jugador mas preciado de la liga, Alex Rodríguez. Pero sabían que para conseguirlo tenían que desprenderse de algo de gran valor, además de abultar su nómina; y no vacilaron en ceder al prometedor Alfonso Soriano y hasta a un jugador de liga menor. Los Yankees pagaron el precio, y la camiseta #13 les devolvió con creces el sacrificio y el dinero invertido.
Aunque George Steinbrenner, el agresivo gerente y dueño de los Yankees no era dominicano, su pragmatismo debía servir a los políticos nuestros a la hora de acometer los grandes proyectos. Todo en la vida implica algún sacrificio y pretender conservar la semilla y cosechar el fruto al mismo tiempo, es poco menos que imposible.
Pero mas aun, si el interesado principal no es capaz de leer el tablero político actual, ¿qué podemos hacer los votantes?
Que no sea recordarle que: “lo mucho hasta Dios lo ve”