El momento de China

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¿Qué significa la elección de Donald Trump en términos de la geopolítica mundial? ¿Se perfila en el comercio mundial un nuevo liderazgo de la República Popular China? Las fuerzas políticas que a partir del 20 de enero de 2017 tomarán el gobierno en la Casa Blanca y en el Capitolio aseguran que el mayor desafío al poder estadounidense vendrá de China.

El régimen unipartidista

China es un Estado burocrático-autoritario, y en los hechos un régimen unipartidista. El poder está concentrado en el Partido Comunista. A partir de 1978 con las reformas de Deng Xiaoping, China fue ensanchando su influencia hasta convertirse en la segunda superpotencia a escala global.

Su máximo líder actual, Xi Jinping, asumió el mando en 2012 y concentra cada vez mayor poder político y militar. Xi podrá reelegirse en 2017 y permanecer hasta 2022, de manera que Trump sabe quién será su interlocutor los próximos cuatro años. Hoy China es la segunda mayor economía mundial por su Producto Interno Bruto nominal y la primera si éste se mide por la paridad de poder de compra. Es el mayor productor manufacturero y la nación con el mayor intercambio comercial del orbe.

China realiza 90% de su comercio por mar. En 2016, siete de los 10 mayores puertos de contenedores y cuatro de las 10 líneas navieras de mayor capacidad están en China, Hong Kong y Taiwán (considerada provincia rebelde por Beijing). China aspira a tener una marina armada de aguas azules, capaz de mantener operaciones en los océanos abiertos. Asimismo, Beijing ha lanzado su estrategia “Un camino, una franja”, para conectarse por ferrocarril y por la vía marítima a través de Eurasia y hasta los puertos europeos tanto del Mar del Norte como del Mediterráneo.

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¿Quién escribe las reglas del comercio mundial?

A pesar de que el siglo XXI ha sido ya nombrado como la centuria asiática, los anuncios de la caída fatal de la superpotencia americana son prematuros. Estados Unidos sigue siendo claramente el país preminente a nivel mundial. Su capacidad de recuperación tras la severa crisis detonada en 2008, su despliegue de innovación tecnológica y militar, su habilidad para atraer talento de todos los rincones del mundo, y su enorme influencia a través del “poder suave” de su cultura popular, lo convierten en un referente indispensable para el resto de los países del mundo.

Desde el surgimiento de la República Popular China, en 1949, Estados Unidos ha aplicado hacia el régimen comunista distintas políticas de contención. Washington mantiene alianzas de defensa y seguridad con Japón y Corea del Sur, ha ofrecido tecnología nuclear avanzada a la India y ha mantenido a su flota naval en los mares al este y al sur de China, escenario de disputas territoriales y limítrofes entre Beijing y varios de sus vecinos.

El régimen de Bretton Woods, que desde 1944 ha regido a las instituciones financieras internacionales, se ha desgastado y parece obsoleto frente al proceso de globalización.

El presidente Barack Obama lanzó en 2012 su estrategia geopolítica denominada “Pivote hacia China”, uno de cuyos componentes ha sido el Tratado de Asociación Transpacífico (TPP), cuyas partes son Australia, Brunei, Canadá, Chile, Estados Unidos, Japón, Malasia, México, Nueva Zelandia, Perú, Singapur y Vietnam. Claramente, China ha sido excluida. El representante comercial del gobierno de Obama, Michael Froman, sostiene que el poder de las naciones se mide hoy cada vez más por la fortaleza económica que por la militar.

El TPP fue firmado en Auckland, Nueva Zelandia, el 4 de febrero de 2016, fecha en que se abrió un proceso de 24 meses para su eventual ratificación por los legisladores en cada país. Sólo puede entrar en vigor si por lo menos seis países que representen 85% del PIB del bloque lo ratifican, lo que es imposible sin EU. En campaña, Trump llamó al TPP “un potencial desastre para Estados Unidos” y una vez electo, declaró que en su primer día en la Casa Blanca formularía una “nota de intención” para sustraer a Washington del proceso de ratificación. Otros líderes han expresado que el deslinde estadounidense no es el fin del TPP, pero sí lo manda a un letargo por tiempo indefinido.

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Espacios que se llenan

En la geopolítica mundial, los espacios vacíos se llenan rápidamente. Varios de los países del TPP ya ven un creciente liderazgo comercial chino, expresado en el Acuerdo Regional de Asociación Económica Integral (RCEP, por sus siglas en inglés) que incluye además de los siete países asiáticos del TPP, a la India, a Corea del Sur y a los principales países del sudeste asiático. Otra opción para Beijing sería avanzar en el Área de Libre Comercio del Asia-Pacífico (FTAAP); y una más, tender puentes hacia los países de la Alianza del Pacífico latinoamericano, que incluye a Chile, Colombia, México y Perú.

China y Estados Unidos son interdependientes; se necesitan el uno al otro de tal manera que no es previsible una ruptura entre ambos. China es el mayor tenedor de Bonos del Tesoro estadounidense, mientras que EU es el más grande comprador de mercancías chinas en todo el mundo.

Trump afirma que ya está en curso una guerra comercial entre los dos, acusa a Beijing de manipulación cambiaria del renminbi, y amenaza con imponer un arancel de 45% a las importaciones chinas. Henry Kissinger, oráculo de la política exterior y de la seguridad nacional estadounidense, aconseja a Washington no entrar en confrontación con China en el frente comercial, ni en el militar. Sugiere llevar a cabo “discusiones integrales” para un equilibrio de poder entre ambos mediante una política de “co-evolución” apuntada por él en “Orden mundial: Reflexiones sobre el carácter de las naciones y el curso de la historia”.

Toda la ecuación de la economía y del comercio mundial cambió con la elección de Trump. ¿Asistimos acaso a un fin de ciclo de las democracias liberales y del libre comercio? Es demasiado temprano para saberlo. Si hasta hace muy poco la premisa de una inserción inteligente en la globalización era la liberalización comercial, hoy los electores rechazan la protección de los intereses de las grandes corporaciones frente a los de la mayoría de la población, y el otorgamiento de seguridades a los inversionistas, pero no a los trabajadores. El futuro es de pronóstico reservado.

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Profesor asociado en el CIDE
@Carlos_Tampico

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