El soldado escocés Donnie MacRae murió como prisionero de guerra alemán durante la Segunda Guerra Mundial, pero no fue sino hasta casi 80 años después que su familia descubrió que lo habían enterrado sin su cerebro.
Donnie murió en un hospital de prisioneros de guerra en 1941 y, dado que sufría una enfermedad neurológica poco común, se le realizó una autopsia.
Durante la autopsia, le extrajeron el cerebro y parte de la médula espinal, que se enviaron al Instituto de Psiquiatría Kaiser Wilhelm en Múnich para que se utilizaran en investigaciones.
Su cuerpo fue enterrado por los alemanes y luego enterrado nuevamente por los aliados en el cementerio de tumbas de guerra de la Commonwealth en Berlín, pero nadie sabía que le habían extraído el cerebro.
En total, desde entonces se han conservado unos 160 pequeños cortes del cerebro y la médula espinal de Donnie en los archivos del centro de investigación de Múnich, rebautizado posteriormente como Instituto Max Planck de Psiquiatría.
Un documental de BBC Radio 4, «Shadow of War: A Tainted Anatomy» («La sombra de la guerra: una anatomía manchada»), analiza por qué se dio este caso y el trabajo que se está llevando a cabo para reunir los restos con el soldado en su tumba.

Donnie MacRae creció como hablante de gaélico en Gairloch, en la costa oeste de Escocia.
Su familia era amante de la música, con una fuerte tradición de gaiteros, y todos eran sastres talentosos, incluido Donnie.
Tenía planeado utilizar tejidos a mano de su pueblo natal para montar su propio negocio de sastrería en Blair Atholl, en Perthshire, en el centro de Escocia, donde vivía su hermano que trabajaba como chófer en un hotel local.
Sin embargo, en 1939, cuando el país estaba al borde de la guerra, Donnie se unió al Ejército Territorial y fue llamado a filas.
Era soldado raso de los Seaforth Highlanders (uno de los regimientos del ejército) y fue capturado como prisionero de guerra mientras luchaba en St Valery, Francia, en junio de 1940.
Murió al año siguiente, a la edad de 33 años, en el hospital de un campo de prisioneros de guerra.
Aunque la familia MacRae sabía de la captura y muerte de Donnie, nunca se les informó de una autopsia ni de que se tomaran muestras de su cerebro.
Recién en 2020, cuando el profesor Paul Weindling de la Universidad Oxford Brookes se puso en contacto con su sobrina Libby MacRae, fue que se enteraron de lo que había sucedido después de la muerte de Donnie.

El profesor Weindling forma parte de un grupo internacional de investigadores que está examinando los registros de miles de cerebros que se conservaban en la Sociedad Max Planck en Alemania.
El objetivo del proyecto es identificar a todas las víctimas y conmemorarlas adecuadamente.
«Un grupo al que se ha pasado por alto es sin duda el de los prisioneros de guerra cuyos cerebros fueron extraídos por los alemanes para la investigación neuropatológica y almacenados durante muchos, muchos años», dice Weindling.
Los alemanes querían estar a la vanguardia de la investigación médica y la razón por la que el cerebro de Donnie terminó en el instituto de Múnich radica en la forma en que murió.
Cuando fue capturado, había sido herido por una bala de fusil en la rodilla izquierda y la espalda.
Aunque la herida se curó, más tarde fue ingresado de nuevo en el hospital, donde su estado empeoró rápidamente en los meses siguientes.
Enfermedad rara
Al principio tenía visión doble, hormigueo en las puntas de los dedos y dificultad para hablar.
Esto rápidamente le provocó parálisis en ambos brazos y pérdida del habla.
En los días previos a su muerte no podía moverse.
Donnie murió el 6 de marzo de 1941 de una rara enfermedad llamada parálisis de Landry (conocida en Reino Unido como síndrome de Guillain-Barré), en la que el sistema inmunológico ataca al sistema nervioso.
No suele ser mortal y, como resultado, se le realizó una autopsia, incluida una disección del cerebro.
La doctora Sabine Hildebrandt, profesora de la Facultad de Medicina de Harvard con un gran interés en la ética de la época, le dijo a la BBC que era un «hecho atroz» que la extirpación de tejido después de la muerte no fuera algo inusual.
«No digo que fueran éticamente correctos, pero formaban parte del proceso rutinario del trabajo científico en esa época», afirma la doctora Hildebrandt.

Los cortes del cerebro y la médula espinal de Donnie se fijaron en una solución y se colocaron en portaobjetos de vidrio para su uso en la investigación de su enfermedad.
Su sobrina Libby dice: «Es difícil decir cómo me siento. Creo que es bastante horrible, en realidad, pensar en ello».
Además de Donnie, Weindling y su equipo descubrieron registros de otros cuatro prisioneros de guerra británicos a los que se les extrajo el cerebro y se los retuvo con fines de investigación durante 1941.
Se trataba de Patrick O’Connell, Donald McPhail, Joseph Elston y William Lancaster.
Hasta hace muy poco, ninguna de las familias de los hombres tenía idea de lo que había sucedido con sus parientes.
Se encontraban entre los cerca de 2.000 cerebros que fueron extraídos para ser investigados por los principales institutos de Berlín y Múnich durante la Segunda Guerra Mundial, incluidos los de niños asesinados durante el Holocausto.
Las víctimas también incluían judíos y católicos polacos, personas con enfermedades mentales, prisioneros políticos, combatientes de la resistencia belga y soldados franceses y polacos.
También se sabe que hubo otros institutos alemanes que extrajeron partes de cuerpos para la investigación.
Hildebrandt dice que el resultado de la investigación de los institutos alemanes fue enorme, y que los investigadores de todo el mundo estaban «envidiosos» del volumen de trabajo que salía del país.
El fin de la guerra
Después de la guerra, los aliados investigaron la verdadera naturaleza de los crímenes nazis y, en el juicio de Núremberg, se condenó a casi 200 personas por crímenes de guerra.

Sin embargo, se permitió que los institutos de investigación del Káiser Guillermo y los anatomistas implicados continuaran con su trabajo.
Esto se debió en parte al hecho de que, aunque ahora se considera profundamente poco ético conservar tejido humano sin consentimiento, en aquel momento era la norma.
No obstante, surgen preguntas sobre por qué no se hizo nada durante tanto tiempo con el material conservado en los archivos alemanes.
A finales de los años 80, el gobierno alemán presionó para deshacerse de todos los especímenes que se habían «obtenido» durante la Segunda Guerra Mundial, en particular las muestras de grupos perseguidos.
Se iba a realizar un entierro masivo de cientos de miles de portaobjetos en Múnich y se fijó un plazo breve de apenas unos meses.

El profesor Heinz Wässle, que en aquel momento era el jefe del departamento de neurología del Instituto Max Planck de Investigación Cerebral de Berlín, explicó que había que actuar con mucha rapidez.
«No pudimos averiguar a corto plazo qué partes eran de las víctimas y cuáles eran simplemente material neuropatológico normal, por lo que decidimos enterrar todas las partes de 1933 a 1945».
Sin embargo, el instituto de Múnich optó por una política diferente.
Enterró únicamente aquellas partes que se sospechaba que tenían vínculos con los llamados programas de eutanasia, que se referían al asesinato sistemático de personas que los nazis consideraban «indignas de vivir» debido a supuestas enfermedades o defectos genéticos.
Se conservaron muchas disecciones consideradas de interés científico.
Las muestras de Donnie MacRae se conservaron con fines de investigación hasta 2015, cuando se incorporaron a un archivo.
Ahora, más de 80 años después de su muerte, se está trabajando para reunir este material con el resto de los restos de Donnie en su tumba de guerra en Berlín.
Inscripción funeraria en gaélico
Weindling y sus colegas han estado conectando muestras de microscopio con registros de pacientes y contactando a los familiares más cercanos.
La Comisión de Tumbas de Guerra de la Commonwealth recientemente acordó aceptar muestras de cerebro y médula espinal de Donnie del Instituto Max Planck y reunirlas con los restos ya enterrados en su cementerio en Berlín.
«Esperamos que esto signifique que estamos en condiciones de volver a enterrar los restos a finales de este año», dijeron.
Libby dice que espera que la dolorosa situación esté cerca de resolverse finalmente.
«Estoy tan contenta de escuchar que la Comisión de Tumbas de Guerra de la Commonwealth finalmente enterrará los especímenes, y todo Donnie estará junto en un lugar tranquilo», dijo.
Su deseo es ver una nueva inscripción en gaélico en la tumba de Donnie en Berlín: «Faodaidh an saoghal tighinn gu crìch ach mairidh gaol is ceòl gu bràth».
Se traduce como: «El mundo puede llegar a su fin, pero el amor y la música durarán para siempre».