Estamos a dos meses del invierno pero ya hay 7 grados en Ucrania y, se espera que la guerra, prevista para 3 días, pero que ya cumplió 210, con grandes reveses para Putin, entre en una nueva etapa, muy difícil para el avance ruso, incluso para sostener posiciones, por las condiciones del clima.
Los efectos de las drásticas sanciones – no esperadas por Rusia – que le aislaron de la banca, de las principales monedas, de la tecnología, de los suministros y el territorio ruso, es obvio que han tenido efectos devastadores en la economía, apenas mitigados por el incremento de los precios que reciben estos por sus combustibles. La escasez, el desempleo y los aumentos de precios domésticos, también van pesando.
Igualmente, en el ánimo de la población, aunque la información esté controlada por el Gobierno y no exista libertad de prensa, la llegada continua de bolsas de cadáveres, fruto de un conflicto en otro país que no atacó su territorio, tiene efecto.
La invasión mal calculada en términos de capacidad de sus ejércitos y de su equipamiento militar, frente a la defensa eficaz de una fuerza armada que si bien menor, está mejor entrenada y motivada, junto a la cooperación de todo el mundo volcado a favor de los ucranianos, va dejando muy mal parado al Kremiln que, como paria internacional, apenas mantiene una tibia simpatía de China – beneficiario económico y político del conflicto – e inicialmente, de la India.
El error del “intento de conquista” en busca de la otrora grandeza zarista de la URSS tuvo otros efectos inmediatos de largo plazo; unió a Estados Unidos y Europa como nunca antes en la aplicación de sanciones, en el incremento del gasto militar y en la búsqueda de alternativas al petróleo y gas rusos.
Ante este desastre militar, político y económico el zar ruso, en una nación que nunca ha probado la democracia, pero que en breves intervalos de dictadura electoral, saboreó algunos de sus subproductos como el libre mercado, la libertad de tránsito, el internet, en su última comparecencia anunció dos medidas y dispusó una tercera.
Amenazó a occidente con su capacidad nuclear y, en una escalada militar convencional, para reponer su maltrecho ejército, dispusó incorporar a 300 mil ciudadanos, supuestos reservistas, quienes al carecer de entusiasmo para participar en una guerra que nadie quiere, los amenaza con 10 años de cárcel. Decenas de miles de hombres – en días – abandonaron Rusia en aviones, autos y a pie.
Las protestas, inusuales en las ciudades rusas, no se han hecho esperar y, desde luego que tampoco las detenciones – más de 700 en el primer día – de quienes se niegan a ser “carne de caño de Putin” como rezan muchas de las pancartas. Ese es sólo el comienzo de un gran malestar interno, es sólo una primera impresión, pues evidencia que en el frente de batalla algo no va bien y la demanda de sacrificio – de un familiar sin necesidad – puede tocar a la puerta de cada hogar: No es lo mismo ir a la guerra porque invadieron tu país – eso es patriotismo -, ahí el alistamiento es voluntario, que sacrificar a un familiar en territorio extranjero que no te interesa.
En un sistema en que desde los zares seguido del socialismo los gobernantes no se suceden sino por la muerte del incumbente del poder – excepto con Boris Yeltsin- las medidas dispuestas por su sucesor Vladimir Putin que buscaban darle a los europeos un invierno muy frio, con poca calefacción, han convertido a Moscú – que tendrá un invierno extremadamente agitado-, en un volcán a punto de irrupción.
Aunque de buen tamaño, particularmente por los combustibles, las armas y la agricultura, esa economía subdesarrollada, a pesar de la autarquía que pretende practicar – gracias a que no es democracia – tiene pocas posibilidades de competir a mediano plazo con las economías desarrolladas de Europa y USA, aunque estas paguen un alto precio de inestabilidad para sus gobernantes por los efectos de la guerra especialmente en los precios.
Para Europa que sigue unida – incluida Inglaterra con nuevo Rey y Primer Ministro -, el invierno pasará, aunque más caro, sin penas ni glorias a pesar del cierre de los grifos de petróleo y de gas rusos que, entre otros, afectaron particularmente a Alemania – cuyas reservas no obstante ya llegaron al 95% – e Italia.
Pero sería un error subestimar a un déspota – que buscando la gloria ha sido inicialmente derrotado y humillado – porque herido en su orgullo, cuando anuncia al mundo que la posibilidad nuclear “no es un farol”, en cibaeño, que no es un “allante”, seguramente, habla en serio, pues aunque la abrumadora mayoría de los rusos no lo apoye en esa guerra, es él, y no ellos, quien tiene el dedo sobre el botón en ese sistema, carente de los controles democráticos de occidente. Aunque no estamos en la Guerra Fría, no olvidemos el precedente de la crisis de los misiles en Cuba, cuando Nikita Jrushchov, reculó y rápidamente fue sacrificado.
Putin se ha anexado ilegalmente el 20% del territorio de Ucrania que ahora procurará defender como ruso, ese es el pretexto de su amenaza nuclear, por ello, no debe cerrarse la puerta trasera a una solución diplomática negociada pues, del hoyo en que está, sale, “airoso” o derrotado y, esta última posibilidad le costaría la cabeza, en cualquiera de los dos casos, la aventura de Ucrania, es muy probable que le ponga fin a su carrera política, pero eso lo deciden los rusos cuya cultura política es muy distinta a la nuestra.
Por efecto de esas tensiones no hay que esperar cambios importantes en nuestra economía que podría continuar creciendo con el efecto de altos precios de la energía, problemas en su suministro, en el servicio de transporte y en los precios de los alimentos, no obstante los subsidios estatales.
Fuente-Listin Diario.