Las redes sociales, sobre todo Facebook, se han convertido para los refugiados en la alternativa a los consulados, que les impiden solicitar asilo desde el extranjero y obligarles a recurrir a los traficantes de personas. Encienden el ordenador o el móvil y ahí esta todo. Precios, rutas, pasaportes falsos… Facebook es un desmesurado escaparate en el que los contrabandistas compiten sin pudor por rentabilizar la miseria ajena. Gracias a la red social son capaces de llegar a clientes en los rincones más remotos y devastados del planeta sin coste. Las redes sociales son para los traficantes una bendición, pero también un arma de doble filo. El intenso flujo de refugiados que comparten en la Red información vital del trayecto les proporciona cada vez mayor autonomía para desplazarse sin tener recurrir a los traficantes.
En el mercado digital de los desesperados es posible comprar todo lo necesario para empezar una nueva vida lejos de las bombas. La oferta es muy variada. El cliente puede elegir viajar por tierra, mar o aire, según su presupuesto. Cuanto más barato, más peligroso y más probabilidades de morir ahogado. En total, 2.748 personas han muerto o desaparecido en lo que va de año tratando de cruzar el Mediterráneo. La oferta varía desde un bote de goma lleno de refugiados hasta un asiento de avión directo a Estocolmo o París con un pasaporte falso. Los niños viajan a mitad de precio. Todo aparece detallado en la pantalla, hasta los números de teléfono de los contrabandistas, en árabe y a golpe de click.
En una página que se hace llamar «El Refugio y la emigración hacia Europa», los traficantes especifican que en la ruta de Turquía a Rodas, «los niños mayores de cuatro años pagan como media persona y los menores de cuatro viajan gratis». En otra llamada «Entrar ilegalmente en Europa», ofrecen el acceso a los países de la UE «de forma ilegal y de todas las maneras». En concreto venden viajes diarios a Europa desde Estambul. «Solo para clientes serios», advierten. Hay también ofertas terrestres. Una de ellas, en coche, desde Turquía hasta Salónica y dos horas a pie. Todo por 2.500 euros.
Otra página ofrece varias opciones. La primera, viajar de Turquía a Grecia por tierra, cruzando el río Evros. Desde Adana hasta Orestiada por 400 euros. Segunda opción, hasta Bulgaria por 1.500 euros. Un cliente interesado pide el teléfono al traficante. Un iraquí pregunta cuál es el Estado europeo que acepta iraquíes. Un tercero pregunta qué pasa si pone la huella en Grecia y luego viaja a un tercer país. Otro quiere llegar a Noruega o a Finlandia de la forma más barata. Y hay otro más, que advierte de que esa oferta es una estafa.
Títulos universitarios falsos
Pero no solo el viaje está a la venta. En la Red se venden todo tipo de documentos necesarios para empezar una nueva vida. Una página ofrece «un pasaporte con motor que puede recorrer 400 kilómetros europeos por 400 euros». Otro, un visado a Suecia para toda una familia «con sello de la embajada por 30.000 euros y contrato de trabajo incluido». Este anunciante también exige «seriedad» a los clientes. Otra página vende título universitarios, de bachillerato, carnet de conducir sirio, y hasta títulos de máster. Se puede elegir uno de dirección de empresas con una calificación de 79,95%.
El pago, se especifica, debe hacerse en una oficina de seguros en Bagdad o en Estambul. Allí se firma un pagaré, que el traficante cobrará en el momento acordado, que puede ser, al inicio del viaje, o cuando se monten en el barco o incluso al llegar al destino. Frecuentemente, son los familiares en la diáspora los que suscriben el contrato. Aún así, en general son transacciones sin ningún tipo de garantía, en las que el cliente se la juega. Arriesga su dinero, pero también su vida. Se pone en manos de perfectos desconocidos a los que entrega su fortuna y la de sus familiares. Decenas de sirios entrevistados en Suecia y en España confirman haber llegado pagando a contrabandistas y haber invertido todo lo que tenían por no disponer de forma de huir. Es muy poco frecuente encontrar casos de refugiados que hayan llegado por su cuenta.
Teléfonos que salvan vidas
En Europa, en los centros y pisos de acogida se puede ver a los refugiados teléfono en mano, siguiendo las noticias de su país, pero también la suerte de los familiares que aún están en ruta. Puede que no tengan ni para comer, pero es raro el refugiado que no viaja con un móvil. Los teléfonos se han convertido en la pieza de equipaje más valiosa, en auténticos salvavidas.
Hay grupos de Facebook en los que decenas de miles de sirios comparten historias de naufragios y fotos de los que han llegado sonrientes o incluso de una Angela Merkel con una leyenda: «La mujer más importante del mundo, la madre de los creyentes». Pero sobre todo, intercambian aplicaciones sobre el estado de la mar o incluso la altura de las olas. Se informan sobre los cortes de trenes en la ruta, los bloqueos policiales o de a qué rincón arrimarse en la ruta para captar un poco de wifi. «Utilizan también la versión de Facebook que es solo texto y que no necesita un teléfono inteligente», explica Leonard Doyle, portavoz de la Organización Internacional para las migraciones (OIM).
Con Google Earth, también desde el teléfono localizan las carreteras, intercambian coordenadas y son capaces de fabricarse rutas a medida sin la necesidad de recurrir a los traficantes en buena parte del trayecto. Por eso, la tecnología supone a la vez una gran oportunidad y una amenaza para el negocio de los traficantes, especialmente en los trayectos terrestres, ya que en mar, a la fuerza tienen que recurrir a ellos para subirse al barco. Aún así, la confusión y la incertidumbre hace que al inmensa mayoría de los refugiados opte por ponerse en manos de los llamados facilitadores, para incrementar las posibilidades de éxito de una huida, que marcará el resto de su vida.
En los teléfonos, los refugiados, que viajan con lo puesto, guardan también las imágenes de su vida anterior, que muestran con orgullo y nostalgia. Un escultor sirio por ejemplo, muestra sus creaciones en Beirut, un padre enseña su pueblo y a la familia que ha quedado atrás. A través del WhatsApp van informando desde las distintas etapas del camino. «Acabamos de llegar a Dortmund. Estamos bien», escribía una pareja de Kobane, en el norte de Siria. Nada más poner pie en Alemania, el joven cambió la foto de su perfil. Ahora posa con una camisa malva planchada y un bosque al fondo. El verdor norte europeo deja escaso lugar a dudas de que lo han conseguido.