“Yo pensé que mi vida amorosa había acabado, te digo más, pensé que había acabado mi vida entera cuando murió Sara”, confiesa Fernando Savater en una extensa entrevista con Porfolio, la revista de El Español. Sin embargo, el amor lo sorprendió. “Sí, tengo una novia. A mí es que me gusta vivir con una mujer. Siempre he sido muy próximo, muy emparejable. Con el tiempo, afortunadamente, he encontrado a una persona que comprende eso y que comprende mi estado de ánimo tristón, como tengo muchas veces, por el recuerdo de Sara. Estamos muy a gusto”.
Savater conoció a su novia luego de un “acercamiento tecnológico”: “Ella trabaja en una organización de tipo intelectual, cultural, etcétera, y se puso en contacto conmigo como tantas otras personas. Hicimos un zoom, no sé qué. Y a partir de ahí…”.
Acaba de publicar Solo integral (Ariel), que es un compilado de sus columnas publicadas en El País desde 2015. “Uno escribe, primero, para buscar la verdad, y luego para enseñar a gente que no tiene otra vía de acceso cultural”, explica y agrega que a sus escritos ya publicados les sumó comentarios.
“Llevo muchos años viviendo, no sólo pensando, que es más cargante”, dice y aclara: “Debemos procurar sacar provecho de haber vivido, ya que tiene sus partes malas: envejeces, te deterioras, te vas estropeando poco a poco, te vas gastando. Ya que nos gastamos, aprovechemos para aprender algo, para no cometer siempre los mismos errores, a pesar de que uno tiene tendencia a ello. Hay que intentar ver qué es el bien y cómo puede uno hacer el bien”.
Cuenta que, con el tiempo, ha cambiado su forma de divertirse: “Antes tenía un estómago y una resistencia que he ido perdiendo. No es que yo haya dejado los vicios, es que los vicios me han dejado a mí, lenta y cruentamente, con el paso del tiempo. Yo he sido bastante golfo (sinvergüenza), bastante gamberro (desenfrenado), y ahora moralmente quisiera ser igual de golfo, pero ya no tengo tantos medios”.
Savater explica que el vicio se abandona cuando las resacas duran cada vez más y “ya no compensa”, y afirma que está a favor de la legalización de las drogas, “¡como todo el mundo…!”. Cuando la periodista le dice que no, que no todo el mundo está a favor, Savater se explaya: “Prefiero hablar de despenalización, porque legalizar se legaliza lo que es ilegal. Es que las drogas han sido penalizadas, qué cosa tan absurda, ¿no?, cuando una droga no es buena ni mala en sí misma. Una droga es una cosa que sale de un árbol, que sale de una corteza, que sale de una fermentación de un lúpulo, no sé: en sí mismas no tienen que ser legales ni ilegales, la cosa es que se ha penalizado su uso”. Y compara: “Es lo mismo que si para vender coches uno dice ‘¿pero usted puede confiar en que el que compre el automóvil va a respetar los semáforos y no va a atropellar a nadie…?’. Pues no, oiga, yo no lo sé, pero espero que no”.
Directo es también cuando habla de educación. “No hay proyecto”, se queja y exige un gran replanteamiento con todos los profesionales… “Los que saben: ¡los profesores! A mí no me interesa lo que tengan que decir los señores que están en los despachos, que, como mucho, se imaginarán cómo son los alumnos, pero no los conocen de nada”.
Cuando la periodista lo pincha y saca a la luz los pedidos para preservar la autoestima de los estudiantes, se ofusca: “Los exámenes no son para torturar al alumno, a pesar de que a todos nos ha parecido alguna vez que nos estaban torturando por esa vía. Los exámenes son simplemente para informar al propio alumno si está aprovechando las clases, el estudio… ¡o no! El primer interesado debería ser él. Todo este planteamiento de ‘ay, y si el niño va a perder su autoestima…’. La autoestima la tiene uno precisamente por lo que eres: no quieres tener una autoestima basada en sueños que no se corresponden con tu vida”. “Yo no quiero tener una autoestima basada en lo bien que canto ópera, porque tengo una voz horrible y no quisiera que nadie me dijera “¡canta usted estupendo, Fernando, parece usted un jilguero!”, se mofa.Savater acaba de publicar «Solo integral» (Ariel), un compilado de sus columnas publicadas desde 2015.
Y advierte: “Somos todos muy especiales es verdad: todos los seres humanos son irrepetibles. Frágiles pero irrepetibles. Mozart y el último palurdo del mundo: todos son irrepetibles. Lo que no es lo mismo es Mozart y el palurdo. Su contribución a la cultura, al bienestar, al conocimiento… es muy distinta. No se puede engañar a la gente diciendo que todo el mundo es igual”.
No le escapa a la polémica, nunca. “¡Yo no conozco a nadie que pida perdón porque le guste el fútbol! A usted le gusta el fútbol y es una actividad lícita, muy bien, le felicito, a mí no me gusta y no voy nunca a un partido de fútbol, pero no tiene usted que darme explicaciones. Pues yo con los toros lo mismo: es una actividad lícita, permitida, tradicional, que algunos se empeñan en prohibir y entonces el que quiere prohibir las cosas es el que tiene que justificarlo, no los demás que vamos tranquilamente a verlo”, dice en tono de queja, como hastiado porque siempre le preguntan por los toros.
Pero aún así explica por qué le gusta: “Es un espectáculo tradicional con una simbología, una poesía y una literatura que le da prestigio, le da peso. Los aficionados vamos por el espectáculo en sí y también por el mundo de referencias, de alusiones poéticas, etcétera, que despiertan los toros. Hay quien saca mucho y quien saca poco, igual que le pasa al que va a un concierto: unos se duermen y otros sacan una gran elevación espiritual. De buscar la elevación espiritual es de lo que se trata”.
Caminando por la línea de su propia irreverencia, vuelve a defender la prostitución, siempre y cuando sea la mujer quien quiera “sacar beneficio económico de su cuerpo o de sus artes amatorias”. “¿Quién soy yo para prohibírselo, acaso tengo alguna autoridad? Tampoco ser broker de bolsa me parece algo muy elegante, ¿no? De hecho es casi peor”. Eso sí, condena categoricamente la esclavitud, “que es terrible y delictiva”. Claro, advierte, prefire que no lo hagan. “Muchas mujeres con las que he hablado me han dicho que para ellas es su opción, bueno, a la cual llegarán, como llegamos todos a nuestras opciones, empujados por la vida. La gente no se mete a minero porque ha nacido hijo de Rockefeller”, analiza.
Sobre el mandatario español, Pedro Sánchez, no tiene matices: “Me parece que es un político muy malo y que es una desgracia que haya llegado a ser presidente del Gobierno, que está haciéndolo horriblemente y se está apoyando en los grupos más indeseables, pero por lo demás le deseo todo lo mejor para su vida privada”, sentenció.
“Yo le recomendaría que no se fiara de los grupos que está apoyando en este momento en el Gobierno”, dijo y, cargado de ironía afirmó que a Sánchez le vendría bien leer la historia de ETA, la historia del terrorismo en el País Vasco. “Vería a los de Bildu como lo que son, no como a unos políticos como los demás, sino como a los que representan lo peor que ha ocurrido en España en el último medio siglo”.
Si bien no se considera monárquico -”en un mundo ideal preferiría una República y que todos los cargos sean electivos porque es lo que me parece más racional, pero los países viven circunstancias históricas concretas”- sí rescata el papel del rey Felipe en el conflicto catalán: “Me pareció estupendo cómo se portó, mientras que en cambio no me gustó nada cómo actuaron los políticos. Ellos traicionaron al electorado”.
Menos elogios tuvo para Juan Carlos I. “Es una de esas personas que por dinero o por sexo hace cualquier cosa: me da pena”, se lamento. “Le tocó un momento difícil de la Transición y fue importante en su día”, rescató. “Yo viví esa Transición con veintitantos años: yo estaba en la cárcel cuando proclamaron a Juan Carlos, así que hasta he conocido las cárceles de la monarquía (ríe), y bueno, luego se enturbió con sus comportamientos. Es una persona que se ha dejado llevar por instintos menos nobles que él”.