Para poder aprender idiomas como el castellano, el francés, el inglés o el portugués, los niños se las tienen que ver con cinco vocales y unas 22 consonantes (con las variaciones de la ñ, la ch o la ç) y descifrar cómo combinarlas para el habla.
Los pequeños en japoneses, en cambio, la tienen un poco más difícil: durante los seis años que dura la educación primaria deben aprenderse 1.006 signos -los que se conocen como kanji-, lo que implica un verdadero desafío para la memoria.
Y si en las clases de español podrían verse caras largas y bostezos de siesta, el desafío en el país asiático podría ser peor.
No por casualidad los japoneses han buscado por décadas varios métodos creativos para que el aprendizaje de semejante cantidad de signos (que es uno de tres sistemas de escritura junto al hiragana y katakana) no se vuelva una tortura.
El último recurso es extremo: han apelado a la materia fecal. Y es todo un éxito entre los niños.
A mediados de marzo, una editorial educativa lanzó los seis libros de la colección «Unko kanji doriru«, que se traduce como «Ejercicios de kanji de la caca». Que no es otra cosa que practicar con frases elaboradas con kanjis vinculados al popó.
En un mes y medio se ha vendido cerca de 280.000 ejemplares, y la serie se ha convertido en el segundo libro más vendido en el portal de comercio electrónico Amazon de Japón.
«Aunque el libro no tiene tantos contenidos como los materiales habituales para aprender kanji, fue muy divertido ver a mi hijo reírse con él mientras estudiaba», le dijo Suzuki Akiko al portal de noticias Nippon.com.
«Para la educación es fundamental el tema de la motivación y creo que esta serie lo logra», agregó.
Aprendiendo kanji
Pero para saber cómo funciona el libro, hay que entender primero cómo se aprende kanji en las escuelas de Japón.
«(Los niños) primero adquieren los 1.000 signos a través de libros, novelas, biografías sencillas y hasta los famosos cómics manga», explica Richard Medhurst, académico británico que trabaja como traductor en Tokio.
Los kanjis son sinogramas -caracteres que originalmente tiene su raíz en la escritura China- que representan conceptos, objetos y lugares. Hay unos 2.100 considerados de uso generalizado y que se enseñan en la escuela, aunque el número total supera los 50.000.
«Después, en el nivel superior, llegan a la clase de kokogu, que es el aprendizaje de la lengua japonesa en sí. Allí comienzan a construir frases a partir del significado que aprendieron en la primera fase», describió.
Y sostiene que el kanji es para comunicarse mediante la escritura, no de forma hablada.
Según los que han utilizado los textos, el éxito de los seis libros del «Ejercicios de kanji de la caca» se basa en que utiliza cerca de 3.000 signos del kanji para relacionarlos con el popó y los hace más fácil de memorizar.
«Por ejemplo, hay frases que parecen surreales, pero que enseñan varios conceptos alrededor de la caca. En estos libros se puede leer, por ejemplo: ‘Un doctor en ingeniería alemán inventó una máquina que puede hablar con la caca'», explicó el corresponsal del diario francés Le Monde en Japón, Philippe Mesmer.
Pero no sólo se trata de frases divertidas y curiosas. También el diseño del libro se toma ciertas licencias educativas: los textos son guiados por una especie de profesor que tiene la misma forma del emoji de caca sonriente, que se ha hecho famoso en los últimos años mediante su uso en redes sociales y teléfonos celulares.
Y, por supuesto, se llama el «Profesor Caca«.
«En Japón, la caca sonriente es un signo de buena suerte», se puede leer en la Emojipedia.
Se anticipa que el fenómeno, exitoso y curioso, crezca… y tal vez sirva hasta a los estudiantes extranjeros, que podrán usar una «vía escatológica» para acercarse al aprendizaje del complejo idioma japonés.