En ciertos aspectos, la crisis económica que por tanto tiempo causó estragos en Europa llegó a su fin.
La Unión Europea divulgó datos que muestran que, en general, la economía de los 19 países que utilizan el euro avanzó 0,6 por ciento en los primeros tres meses del ejercicio, en comparación con el trimestre anterior.
Este aumento, equivalente a una tasa anual de 2,2 por ciento, significa que el producto interno bruto de la eurozona, es decir, el valor total de los bienes y servicios producidos, superó el valor máximo que registró en los primeros meses de 2008, antes de que el núcleo de la economía europea cayera en dos recesiones abrumadoras.
“Es posible que la recuperación que esperábamos se esté consolidando”, afirmó Iain Begg, investigador del European Institute en la London School of Economics.
Pero aunque se trate de un hito, Europa regresó a los niveles que tenía antes de la crisis con tantas limitaciones que cualquier celebración parece prematura en el mejor de los casos y, en el peor, una burla para las decenas de millones de europeos que están lejos de alcanzar la recuperación.
Nuevos datos revelaron que, aunque la tasa de desempleo en la eurozona bajó un poco, se mantiene por encima del 10 por ciento, más del doble del porcentaje en Estados Unidos. “Es casi una década perdida”, señaló Joseph Stiglitz, economista ganador del Premio Nobel y profesor en la Universidad de Columbia. “Es un testimonio notable del fracaso económico del euro y la eurozona”.
Las economías más fuertes de la región (los grandes exportadores, como Alemania y Países Bajos) se han recuperado con mayor facilidad. Pero en los países más afectados como Chipre, Grecia, Irlanda e Italia, la gente común lucha contra las consecuencias de la enorme pérdida de empleos y los recortes a los salarios, que han reducido drásticamente los ingresos.
En Italia el ingreso del hogar promedio se redujo 4 por ciento de 2008 a 2014, según datos de la Unión Europea. En ese periodo, los hogares griegos perdieron el 24 por ciento de su ingreso disponible y Chipre sufrió una caída del 22 por ciento. Al mismo tiempo, los hogares alemanes ganaron más del 15 por ciento.
Los activos europeos han pasado tanto tiempo congelados o en recesión que existen dudas sobre la capacidad de la región para lograr un sostenido crecimiento sólido. En un continente donde se encuentran algunos de los países más ricos del mundo (la precisa ingeniería alemana, la mercancía italiana de lujo y la innovación gastronómica francesa), nació una nueva generación que llegó a la primaria sin que la vida comercial alcanzara prácticamente ninguna ganancia.
Hay pocas señales de que esa situación mejore pronto. Los principales bancos de Europa siguen renuentes a otorgar préstamos, incluso le han negado capital a los negocios saludables que necesitan crecer y contratar más personal. El ambiente de inquietud de la economía global, en especial la desaceleración de China, amenaza con ahogar el crecimiento de las exportaciones europeas que han desempeñado un papel central en la recuperación.
Es cierto que los datos preliminares divulgados por la Unión Europea presentan una nueva perspectiva de los primeros avances del crecimiento pues muestran que la eurozona progresó en el primer trimestre, a un ritmo más firme que la economía de Estados Unidos, la cual solo alcanzó una tasa anualizada de 0,5 por ciento en el mismo periodo.
Pero otra cifra enturbió esos datos de crecimiento —pues indica que los precios al consumidor bajaron 0,2 por ciento en abril—: un problema constante en la eurozona ha sido la baja inflación y la caída de los precios, una señal del estancamiento económico que todavía se resiste a las acciones del Banco Central Europeo para aumentar la inflación, el gasto y el crédito para llevarlos a niveles más sanos.
En el Reino Unido, los electores votarán el 23 de junio para decidir si su país debe seguir en la Unión Europea. Las encuestas revelan que será una elección cerrada; si los británicos optan por salirse comenzará un periodo de dos años en el que los líderes de Londres y Bruselas tendrán que negociar los términos de su divorcio.
Nadie sabe qué pasará en ese momento pero varias instituciones han publicado artículos en los que advierten sobre los costos económicos de la separación. También es probable que la salida fortalezca los movimientos separatistas de Escocia y otras regiones, lo que produciría una fragmentación de la Unión Europea. Mientras tanto, prevalece la incertidumbre.
Estados Unidos diseñó un plan para lograr una recuperación más rápida y vigorosa de la Gran Recesión que incluyó una ráfaga de fondos del gobierno y recortes fiscales, combinados con acciones agresivas del Banco Central. Para fines de 2011, menos de cuatro años después del inicio de la recesión, el PIB había regresado al nivel que tenía antes de la crisis por lo que se ubicó en 15 billones de dólares.
La eurozona, que generó 2,48 billones de euros durante el primer trimestre, se dirige con dificultad a superar el producto interno bruto total de 2008, apenas por debajo de los 10 billones de euros (unos 11,3 billones de dólares).
La recuperación se ha complicado por las limitaciones de su peculiar configuración: el euro, como divisa, es una empresa compartida pero los 19 gobiernos nacionales que la utilizan operan sus propios presupuestos, aunque tienen que cumplir con ciertos límites de crédito.
En otros países la debilidad económica reduce el valor de la moneda, lo que abarata sus productos en los mercados mundiales en comparación con los de la competencia y aumenta las exportaciones. Pero en esta región la moneda de todos los países tiene el mismo valor, independientemente de los problemas individuales de cada uno de ellos.
“La crisis comenzó en Estados Unidos pero debido a la rigidez del euro, la eurozona fue la gran perdedora”, comentó Stiglitz. “No es ningún consuelo que en ese periodo Japón, el resto de Europa y Estados Unidos hayan tenido mejores resultados. El euro está enfermo”.
Alemania, que desempeña un papel dominante al momento de establecer la política económica del continente, no permitió que los gobiernos nacionales operen con déficits mayores para estimular sus economías y exige que apliquen políticas para facilitar a los patrones contratar y despedir a sus empleados. El resultado es un estado de austeridad con tintes de amargura en todo el continente.
“Los franceses y los italianos no dejan de gritarle a los alemanes: ‘Deberían crecer y entonces todos estaríamos mejor’”, comentó Begg. “Los alemanes responden: ‘No, ustedes deben resolver sus problemas y entonces todos podremos crecer juntos’”.
La economía ha avanzado desde la crisis, aunque su tamaño se ha mantenido casi igual. Hace ocho años, los sectores de finanzas y construcción representaban un mayor porcentaje de la economía que ahora, un reflejo de que las grandes inversiones en construcción dejaron a los bancos con pérdidas desastrosas en sus préstamos.
Ahora hay más exportaciones, una tendencia que fortaleció el desplome del euro, que cedió el 28 por ciento de su valor con respecto al dólar desde el verano de 2008. Así que los productos europeos se han abaratado en los mercados mundiales.
Pero los negocios europeos enfrentan retos para lograr un crecimiento sostenido en las exportaciones. China, el segundo mayor socio comercial de la Unión Europea después de Estados Unidos, adquirió aproximadamente el 10 por ciento de la mercancía de exportación de Europa el año pasado, según datos del bloque. A medida que avance la desaceleración en China, lo más probable es que disminuya su apetito por productos europeos.
“No hay mucho que pueda ayudar a la eurozona en el marco económico global”, opinó Jacob Kirkegaard, investigador sénior del Peterson Institute for International Economics en Washington.
Además es probable que tener una población que envejece con rapidez limita los activos de Europa. Aunque sus elevados niveles de productividad deberían ser suficientes para garantizar un cómodo estándar de vida y una fuerte red de seguridad social para gran parte de su población, si menos gente trabaja se producen menos bienes y se prestan menos servicios.
“Quizá la tasa de crecimiento potencial de Europa sea del uno por ciento”, agregó Kirkegaard. “Por lo tanto, no deberíamos esperar que sea mucho mayor de lo que es hoy en día. Francamente, no mejorará en absoluto”.